Solo faltaba Messi
Al delantero argentino le basta media hora para sentenciar al Getafe con dos goles
El Barcelona fue muy superior y goleó a un entusiasta y, en algunas fases, atrevido Getafe. Martino, que perdió a Neymar por la mañana por culpa de una gastroenteritis, decidió finalmente dejar a Messi en el banquillo y darle la última media hora de partido, atendiendo los plazos de una recuperación que deben dejar al rosarino listo para acudir el sábado al Manzanares para medirse al Atlético. Fue suficiente para que la Pulga marcara dos goles y sentenciara una eliminatoria que había encarrilado Cesc. El Barcelona, capitaneado por un recuperado Puyol, sentenció con jerarquía un partido que culminó la irrupción de Messi. Progresa el equipo del Tata, que mantuvo un buen tono de principio a fin del duelo.
Salió enchufado el Barcelona y no le dio tregua al Getafe. Robó y atacó y, cuando perdió el balón, volvió a robar para percutir como un martillo contra el frontón en el que se había convertido el Getafe. Liderado por Busquets, el Barcelona llenó el campo, leyó espacios, hizo circular con rapidez el balón y tiró pases sin tregua. Se manejó con tanta intención al desdoblarse en ataque como se juntó para presionar al recuperar el balón.
BARCELONA, 4; GETAFE, 0
Barcelona: Pinto; Montoya, Puyol, Mascherano, Adriano; Sergi Roberto, Busquets, Iniesta (Messi, m. 64); Alexis (Tello, m. 75), Cesc (Song, m. 80), y Pedro. No utilizados: Valdés; Xavi, Piqué y Jordi Alba.
Getafe: Codina; Valera, Alexis, Rafa, R. Lago; Juan Rodríguez, Lacen; D. Castro, Sarabia (Pedro León, m. 70) , Gavilán (Lafita, m. 65); y Ciprian (Colunga, m. 76). No utilizados: Moyá; Arroyo, Lisandro y Borja.
Goles: 1-0. M. 8. Cesc. 2-0. M. 63. Cesc, de penalti. 3-0. M. 89. Messi. 4-0. M. 93. Messi.
Árbitro: González González. Amonestó a Gavilán, Valera, Alexis Ruano, Montoya y Juan Rodríguez.
Camp Nou: 39.299 espectadores.
Jugó el Barcelona junto, bien puesto, y tardó un suspiro, ocho minutos, en encarrilar el partido. Fue tras una jugada de tiralíneas, con Busquets en el eje del compás, en la que participó Iniesta y apareció Pedro para asistir a Cesc. El de Arenys, con un remate de cabeza, pilló a contrapié a Codina y abrió el marcador. Otra vez de falso nueve hasta que asomó Messi, Cesc empezó y acabó jugadas.
La voracidad azulgrana fue tal que un minuto después del primer gol, el árbitro le pitó una falta a Alexis por tratar de recuperar un balón dentro del área del Getafe. Todo un síntoma. Se fue el Barça a por los azulones —en esta ocasión de verde— con tanta determinación que los devoró, jugando en su campo, con apoyos, ritmo y en vertical. El partido solo se igualaba a balón parado, y poquito. Cuando eso sucedió, porque cuando los de Luis García asomaron por el área rival, siempre Pinto compareció acertado. La única emoción era la de saber cuánto tardaría el Barcelona en sentenciar la eliminatoria. Y para eso, debía aparecer Messi.
Le sobró juego al conjunto del Tata y le faltó contundencia durante mucho rato. No se lo tuvo en cuenta la afición, que vio trabajo y ganas al equipo como para aplaudirle hasta los fallos. En el Camp Nou, a menudo basta con la intención para resultar creíble. Y el equipo del Tata lo es cada vez más. Presente en el campo con su hijo, Tito Vilanova debió sentirse orgulloso de lo mucho que se empieza a parecer este equipo a la obra que ayudó a crear junto a Guardiola.
Le sobró juego al conjunto del Tata y le faltó contundencia durante mucho tiempo
Para cuando Messi asomó en el campo y empezó con sus ejercicios de calentamiento, el Barcelona había convertido en una obsesión el segundo gol y vivía en el área del Getafe. Las casi 40.000 personas presentes en el estadio coreaban ya el nombre del argentino cuando Valera le hizo penalti a Pedro. Tiró Cesc, con Leo a pie de obra, y la clavó. Ya con ventaja de dos goles, reapareció la Pulga sin más urgencia que acumular minutos en su proceso de recuperación.
El equipo ya había hecho su trabajo. Pero Messi quería más y a partir de ahí era cuestión de terminar de masticar el partido. El Barcelona lo hizo paciente y al tiempo, cuidadoso, tanto que terminaron juntos Song y Busquets, no fuera a ser que el Getafe diera un susto. Hasta que el rival se confió y le explotó en las manos la imparable grandeza de Messi. Primero recogió un rebote en el área, tras una internada de Montoya, y la embocó con una facilidad pasmosa. Al poco, hizo una de sus carreras, dejó a su espalda a todos sus rivales y colocó el balón en la red. Y el Camp Nou, que sólo de verle se le enamora el alma, celebró el regreso de la Pulga. No podía ser de otra manera.
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