“Inglaterra es el mejor país”
“El demagogo es aquel que predica doctrinas que sabe que son mentira a gente que sabe que es idiota”
H.L. Mencken, periodista y escritor estadounidense.
Son pocas las personas dispuestas a reconocer la inferioridad cultural de los países en los que han nacido; son menos las que salen y dicen claramente que otro país es superior. Se requiere una cabeza inusualmente fría y una cierta grandeza espiritual para ser capaz de quitarse de encima el peso de la bandera nacional y envolverse en la de una patria ajena.
Mourinho se ha pasado las fiestas denigrando los vicios de su tierra y demás países latinos
José Mourinho es una de estas personas.
El entrenador portugués del Chelsea se ha pasado las fiestas proclamando las virtudes de Inglaterra, denigrando los vicios de su tierra y demás países latinos. Inició su discurso churchilliano el 23 de diciembre tras un empate de su equipo 0 a 0 contra el actual líder de la Premier League, el Arsenal. Vino como respuesta a Arsène Wenger, el entrenador del Arsenal, que había declarado después del encuentro que un jugador del Chelsea había merecido la tarjeta roja tras una dura entrada a su centrocampista español, Mikel Arteta.
“Les gusta llorar,” dijo Mourinho. “Esa es la tradición, pero yo prefiero decir que los ingleses nunca provocarían una situación como esa. Los jugadores de otros países, especialmente de algunos países en concreto, llevan eso en su sangre. O sea, si hay contacto o un rival es algo agresivo, no siguen. En el caso de los ingleses, es fútbol. Los jugadores extranjeros traen un montón de cosas buenas. Vienen aquí porque tienen talento. Pero yo prefiero la sangre del fútbol inglés”.
Seis días después el entrenador del Liverpool, el norirlandés Brendan Rodgers, se quejó amargamente tras una derrota de su equipo contra el Chelsea de que el árbitro no hubiese dado lo que para casi todo el mundo fue un claro penalti contra su jugador estrella, el uruguayo Luis Suárez. Para Mourinho el jugador se tiró, lo que le ofreció la oportunidad una vez más de hacer una comparación entre lo que él considera ser el impulso tramposo de los pueblos del sur y la nobleza innata de los ingleses.
“Cuando uno va perdiendo la naturaleza del jugador sale. La naturaleza salvaje, la naturaleza cultural del jugador”, matizó Mourinho. “Culturalmente a la gente de esa región les gusta. Y no solo de esa región. Hay un rincón de Europa, de donde yo vengo, donde les gusta eso también”. Y agregó: “Una de las cosas buenas de este país [Inglaterra] es que no nos gusta la simulación. No es buena para el deporte”.
Mourinho tuvo lo que para otro podría haber sido un problema incómodo cuatro días más tarde cuando su delantero brasileño, Oscar, aparentemente revertió a su propia “naturaleza salvaje” y se tiró a la piscina en el área de su rival, el Southampton. El árbitro le dio una tarjeta amarilla por, precisamente, simulación. Un par de días después, Sepp Blatter, el presidente de la FIFA, declaró que había llegado la hora de tomar medidas más firmes contra los piscineros.
Pero Mourinho ni siquiera parpadeó. Por un lado dijo que Oscar sencillamente había cometido “un error”; por otro que en el Chelsea no había piscineros, “ninguno, en absoluto”; y finalmente que si Blatter quería investigar el problema que no se molestara en prestarle mucha atención a Inglaterra. “Si el señor Blatter quiere analizar la situación le doy mi consejo y mi experiencia, ya que he trabajado en muchos diferentes países”, dijo Mourinho. “Vaya a otros países, combata el problema en otros países. No se asuste de ir a los grandes clubes. No se asuste de ir a por algunos de los grandes jugadores. Y solo después que venga a Inglaterra, porque en Inglaterra su trabajo será fácil. Inglaterra es el mejor país”.
Que lo diga un inglés sería absurdo y prepotente. Que un inglés dijera lo que ha dicho Mourinho, por clara implicación, sobre Sudamérica, España y Portugal rozaría el racismo. Pero en boca de alguien que no es inglés y que conoce el mundo tan bien como él la credibilidad es máxima. A no ser, claro, de que se dude de su honestidad o de sus méritos académicos en los terrenos de la antropología o del análisis sociocultural. O a no ser que su mensaje vaya dirigido a los crédulos, a los idiotas, a aquellos ingleses incapaces de ver que les masajea la vanidad patria solo para distraer la atención de las incoherencias de su discurso y de lo feo que juega su equipo.
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