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Velocidad, fútbol, belleza

El Rayo deja la cola de la tabla tras superar en un partido bellísimo a un Celta que aún no ha ganado en su casadar sus frutos

Costas protege el balón ante Jonathan Viera.
Costas protege el balón ante Jonathan Viera.Salvador Sas (EFE)

Hay fútbol más allá de los reflectores que alumbran a los principales actores de esta Liga que tiraniza cada vez más al modesto. Queda esperanza cuando dos equipos que pelean en el fondo de la tabla ofrecen un espectáculo como el que vivió Balaídos, nada sorprendente, por otra parte, para quien conoce el libreto de los protagonistas que acogía el vetusto y cada vez más destartalado coliseo gallego. Lo normal era que Celta y Rayo depararan un magnífico partido de fútbol desde el punto de vista del espectador que busca alternativas, frenesí, codicia y destellos técnicos. Fue, incluso algo más. Fue un bello ajedrez manejado por dos jóvenes técnicos con amplio pedigrí futbolístico, dos tipos que nunca salieron a un campo de fútbol a contemporizar. Siguen en ello.

CELTA, 0; RAYO VALLECANO, 2

Celta: Yoel; Hugo Mallo, David Costas (Jonny, m. 73), Fontás, Toni; Borja Oubiña (Krohn-Dehli, m. 67); Santi Mina (Rafinha, m. 56), Augusto, Álex López, Nolito; y Charles. No utilizados: Sergio, Jonathan Vila, Orellana y David Rodríguez.

Rayo Vallecano: Rubén; Tito, Gálvez, Arbilla, Nacho; Bueno (Larrivey, m. 54), Trashorras, Saúl; Lass (Mojica, m. 75), Jonathan Viera y Iago Falqué (Embarba, m. 68). No utilizados: Cobeño, Rodri, Baena, Perea.

Goles: 0-1. M. 23. Jonathan Viera. 0-2. M. 72. Larrivey.

Árbitro: Fernando Teixeira Vitienes. Amonestó a Nolito, Borja Oubiña, Gálvez, Iago Falqué.

Balaídos. 20.696 espectadores.

La noche comenzó al galope, con un intercambio de golpes que no requirió más tanteo previo que las miradas en el túnel de vestuarios. El Celta, que gusta de manejar la pelota, pero también de gestionar rápidas transiciones, salió sin riendas. Con Nolito y Santi Mina apuñalando los flancos. Profundo, amparado en un césped rápido, ideal para pasadores como Álex López. Llegó con claridad en los primeros cinco minutos al área de Rubén, pero en el credo del Rayo no está escrita la palabra achantarse. A Jémez le retrata la pizarra. Un tipo capaz de situar a Trashorras como único mediocentro es un transgresor al que hay que prestar atención. Mediapunta talentoso, algún estratega le puso en discusión por su capacidad para la resta y la agonía. Trashorras es un señor futbolista. Y Paco un valiente. Hace tres jornadas el Almería llegó a Valencia con buen fútbol, colista y con el entrenador en la pista de salida, se tapó con cinco zagueros, venció y emergió. El Rayo arribó a Balaídos en similar situación (el entrenador sí tenía crédito) y alineó en el once a cinco futbolistas con bastante experiencia como mediapuntas. Por momentos jugó como los ángeles, como ya lo hiciera la temporada pasada en Balaídos. Lo hizo con un equipo reconstruido, con nuevos peones a los que Paco trata de instruir en su fe: respeto al balón, campo bien abierto, apoyos y llegadas. La clave es Trashorras. Lo fue en la gestación de un gol colosal en el que recibió mirando a su meta en campo propio, encimado por tres rivales. Pudo sacar un pelotazo o una balsámica cesión atrás, pero se inventó un pase vertical que dejó atrás a medio Celta, una genialidad que habilitó al lateral Tito para colocar un medido pase al corazón del área, donde Viera sólo tuvo que elegir un palo para colocar la pelota en la red.

A esas alturas el Celta había perdido la pelota. Luis Enrique hacía gestos desde el banquillo para sujetar el caballo, pero su mediocampo ya andaba desbordado, en un exigente ida y vuelta del que el Rayo pudo sacar más réditos si Saúl no hubiese pifiado un remate franco tras un saque de esquina. Pasó malos momentos el equipo vigués, al que además presiona su incapacidad para ganar como local. Pero tiene fútbol y lo mostró en el tramo final de la primer parte y en un regreso en el que el partido cambió porque consiguió juntarse con y sin balón, acabó con el esprint contínuo y llevó al Rayo unos metros atrás. Se le abrió un nuevo partido a los vallecanos, un choque a la contra ante un rival que le dominaba. Dice Jémez que les penalizan los despistes y en uno de ellos, en un saque de banda pudo empatar el Celta porque Charles es uno de esos delanteros siempre dispuestos a obtener ventajas de la nada. Algunas cosas habían cambiado, pero el Celta seguía en el filo. Ninguno de los mensajes que se enviaron desde los banquillos fueron para dar un paso atrás. Luis Enrique renunció a su mediocentro más defensivo con más de media segunda parte por jugar. Los dos primeros cambios de Paco supusieron la entrada en el campo de sendos delanteros. Los dos fabricaron el gol que sentenció el partido. Larrivey remató como los arietes de verdad un centro de Embarba, un chico que hace unos meses jugaba en el Carabanchel. Nada está escrito sobre el futuro como entrenador de Paco Jémez. El resultadismo y sus apóstoles siempre acechan, pero emociona ver al equipo de menor presupuesto de la Liga (hay equipos de Segunda que gastan más sólo en jugadores) con una propuesta como la del Rayo. Si algún día Paco puede liderar esa idea con futbolistas de alta gama habrá que prestar atención para escuchar la sinfonía.

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