Pol Espargaró, campeón del mundo
El español gana la carrera y el título en Japón tras un inicio accidentado que termina con Redding y Rabat por los suelos
Pol Espargaró es el nuevo campeón del mundo de Moto2. Se grabó en la piel que nunca se rendiría. Y esa es la historia de su trayectoria por este Mundial, la de un piloto agresivo en la conducción, pero respetuoso en los adelantamientos, al que le costaba endulzar su manera de abrir el gas, que se ha peleado hasta la saciedad con unos neumáticos que no admiten la brusquedad de sus derrapadas deliciosas, que no toleran tan bien esas frenadas con las que siempre redujo distancias con sus rivales. La de Espargaró es la historia del campeón que no dio su brazo a torcer, que llegó a dudar de sí mismo, pero trabajó día tras día hasta reencontrarse. La de un piloto cabezota y sensible, que ha derramado tantas lágrimas como sonrisas reparte cuando está de buen humor.
Espargaró es el nuevo campeón de Moto2 porque se repuso a un inicio de temporada renqueante, porque entendió en Montmeló, a pocos kilómetros de su casa, que no se le había olvidado ganar carreras. Entonces empezó su remontada. Tras dos caídas en las cuatro primeras carreras, cuando ya daba por perdido, un año más, el campeonato, vio la luz. Se escudó en los suyos, confió en el genio de Santi Mulero, su jefe de mecánicos, heredero directo del magnífico JJ Cobas, y se dejó llevar cada domingo de carreras. A base de victorias, cinco en total, y podios, otros siete, cazó al líder de la categoría, Scott Redding. Y cuando quería batirse con el cuerpo a cuerpo, la mala fortuna se le apareció al británico. El desenlace de su acecho al título ha sido lo más fácil del año: no corrió Redding en Australia, pues se fracturó la muñeca el día antes de la carrera; tampoco lo hizo a la postre en este gran premio de Japón, donde terminó en el suelo al primer suspiro. Y el camino, por una vez, se cubrió de rosas para el español, que firmó una salida brillante y dominó con autoridad la prueba para poder celebrar su título desde lo más alto del podio.
La de Espargaró es la historia del campeón que no dio su brazo a torcer, que llegó a dudar de sí mismo, pero trabajó día tras día hasta reencontrarse
Una escena dramática había dado inicio a la carrera de Moto2. Y había descubierto también las opciones que tendría Pol Espargaró de completar la carambola y proclamarse campeón del mundo de Moto2. Le bastaría con terminar séptimo, aunque él quiso ser primero. Aún no se había completado siquiera una vuelta cuando un accidente múltiple terminó con su compañero de equipo Tito Rabat y el debutante Álex Mariñelarena por los suelos; con ellos tropezó, además, Scott Redding, tan desafortunado en las últimas semanas. Escandaloso accidente que se gestionó con una bandera roja que suspendió la prueba por unos minutos y que se saldó con lesiones menores para los tres implicados. Si bien, ninguno de ellos pudo formar en la segunda parrilla de salida que se formaría mientras ellos terminaban de recibir las curas necesarias en la clínica del circuito.
Espargaró tenia camino libre. Solo debía conservar la calma, no cometer errores y salir tan pronto como fuera posible de la jauría que se formaría para tomar la primera curva. Lo hizo, fácil y bien: primero se fue a la derecha, luego a la izquierda, tomó el interior y en nada ya rodaba segundo, a rueda de Mika Kallio. El finlandés le duró poco, ni siquiera una vuelta. Y ya solo se encargó, a ritmo de vuelta rápida, de ir abriendo distancias con el resto. Así, con una victoria, sin guardarse nada en los bolsillos, el pequeño de los Espargaró, 22 años, nacido en Granollers y campeón de España, cumplió su sueño de ser también campeón del mundo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.