El caos pone a prueba a Márquez

Cuando se pone el casco es un témpano de hielo. Nada le gusta más, ni le define mejor, que aquella frase que pronunciaba ya siendo un niño, después de fallar en una clasificación, tras dar trabajo extra a sus mecánicos, o cuando la moto no andaba muy fina: “No os preocupéis, esto lo arreglo yo”. Él habla en la pista. Así respondió hace unos días cuando supo de la intención de Yamaha de forzar una sanción a cuenta de un toque con Jorge Lorenzo en Australia. Marc Márquez, que nunca ha ganado un Mundial sin contratiempos, se prepara para afrontar un final de temporada de locos.

Ganó el título de 125cc (2010) en la última carrera, en Valencia, después de un fin de semana de infarto en Portugal, donde venció pese a salir el último; ganó el Mundial de Moto2 (2012) en Australia, la penúltima carrera del año, después de una remontada imposible en Japón —donde ganó pese a quedarse clavado en la salida— y una caída a la carrera siguiente en Malasia; y quiere ganar el título de MotoGP, en el año de su debut, después de ser descalificado en Australia por un error inimaginable y con una penúltima carrera que podría correr este domingo (6.00, Telecinco) sin haberse subido a la moto ni viernes, ni sábado.

Una densa niebla cubría ayer el Twin Ring Motegi. El trazado japonés amaneció con visibilidad casi nula y aquello impidió que los dos helicópteros medicalizados que debían estar en el circuito para cuando arrancara la primera sesión de entrenamientos no obtuvieran el permiso para volar. Sin helicópteros no se abre la pista en Motegi, pues el hospital más cercano, en Utsunomiya, está a una hora en ambulancia. “En caso de accidente grave, no es seguro”, explicó Mike Webb, director de carrera. Así que se suspendieron todas las sesiones. Y, si como apuntan las previsiones, tampoco mejora el tiempo este sábado, el domingo el Gran Premio será tanto o más caótico que el de Australia.

La sesión de clasificación se hará la mañana del domingo poco antes de la carrera

La amenaza, además de la niebla, son las lluvias que arrastrará consigo el tifón, de nombre Francisco, que se situará sobre Japón. Pero aun en el caso de se haya celebrado una de las sesiones de entrenamientos, la sesión de clasificación se hará la mañana del domingo, cuando se espera que luzca el sol sobre Motegi, poco antes de la carrera. Un todo en uno poco apto para cardíacos.

De este modo, el Mundial pone a prueba los nervios de Márquez, que puede convertirse en el más joven ganador de la historia de MotoGP —lo hará, entre otras opciones, si gana y Lorenzo es tercero o peor—. Él siempre fue inmune a las situaciones de estrés. “Trabajo mejor con presión”, aduce. Pero le persigue alguien insaciable. Lorenzo ha recuperado la confianza con la victoria en Australia. Su temporada, con una moto peor en frenada y equiparable a la Honda en aceleración y potencia, merece una reverencia. Como la que le brindó su equipo en Holanda después de correr con una clavícula recién operada y salvar un heroico quinto puesto. Se volvió a romper la misma clavícula a la siguiente carrera, en Alemania, se tomó un gran premio de descanso y, tozudo, sigue con las opciones de título intactas a falta de dos carreras. Pero Márquez, una esponja, aprende rápido y recorta distancias a la misma velocidad que va cosechando títulos.