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McIlroy vendió su alma

El golfista norirlandés cambió de palos por una millonada y ha pasado de ser número uno a no ganar nada

Juan Morenilla
Rory McIlroy, en agosto pasado.
Rory McIlroy, en agosto pasado.DOMINICK REUTER (REUTERS)

La última imagen pública de Rory McIlroy es de hace cinco días y dice mucho del rumbo que ha tomado la carrera del golfista norirlandés. En ella aparece con gafas de cristales morados junto a Bill Clinton y a Bono en un restaurante de Dublín, horas después de jugar unos hoyos con el expresidente de Estados Unidos. Días antes, su compañero de mantel en Manchester era el delantero Wayne Rooney (que, harto de perder al golf con sus compañeros del United, ha pedido clases particulares a McIlroy, gran seguidor del conjunto inglés). Son las dos últimas postales de un álbum que ilustra qué le pasa este año a McIlroy. Más que un jugador de golf, se ha convertido en una celebridad amigo de otras celebridades. Su noviazgo de dos años con la tenista danesa Caroline Wozniacki ha sido parte de la pasarela. La pareja se ha fotografiado en medio mundo, uno siguiendo al otro en el campo de golf o en la pista de tenis, y en las redes sociales alimentaron su reality. Competían ante las cámaras con Tiger Woods y la esquiadora Lindsey Vonn.

Las sensaciones no tienen precio”, dijo, pero Nike le dio 100 millones de dólares

Pero el personaje se ha comido al jugador, en blanco este curso debido más que nada a un cambio de palos. McIlroy estaba en la cima del golf a finales de 2012. Ganador de cinco torneos en la temporada, entre ellos su segundo grande, el Campeonato de la PGA (tras el US Open de 2011); su cuarto curso seguido sumando títulos; número uno en la clasificación mundial; número uno en la lista de ganancias en el circuito estadounidense y en el europeo... Un golfista magnífico, carismático, digno sucesor de Tiger Woods. Se hablaba de la era Rory. Llegó Nike y le puso sobre la mesa 100 millones de dólares por usar su material, en lugar de Titleist, los próximos cinco años; 250 por 10 temporadas. McIlroy dijo: “Siempre te dicen que copiarán tus palos, que harán una bola a tu medida, pero tú tienes una confianza en tu juego, en el sonido cuando golpeas, unas sensaciones... Eso no tiene precio”.

McIlroy, junto a Bill Clinton y Bono.
McIlroy, junto a Bill Clinton y Bono.

¿O sí? ¿100 millones? McIlroy aceptó. Vendió sus “sensaciones”. Su alma. Y pronto descubrió la realidad. No encontraba su juego. Comenzó una cuesta abajo de la que no se ha recuperado. Por primera vez desde 2009, no ha ganado un torneo en toda la temporada entre los 19 que ha disputado. En cuatro ni pasó el corte, como el Open Británico. A los 24 años, ha bajado al número seis mundial, tras el renacido Tiger (elegido mejor jugador del año), Adam Scott, Phil Mickelson, Henrik Stenson y Justin Rose. Según él, sin embargo, el problema no está en el equipamento: "No tiene que ver nada con eso. Mecánicamente, está mi swing. Caí en un par de malos hábitos y eso afecta a temas mentales también. El golf es un juego de confianza y si tienes confianza te permite jugar mejor y con una mente limpia. Es el primer año que he tenido problemas y que no he colmado las expectativas. Este año es un poco de decepción, pero acabaré la temporada fuerte".

La espiral de cambios no se detuvo con la mudanza a Nike. A finales de septiembre, McIlroy anunció que rompía con la agencia de representación Horizon Sports Management para fundar con su padre, Gerry, su propia compañía, Rory McIlroy Incorporated. Ayer la prensa irlandesa publicó que el golfista ha roto su mediática relación con Wozniacki, otra exnúmero uno. Todo son pedazos.

Ha roto también su relación con su agencia y con la tenista Wozniacki

“El cambio de palos requiere un tiempo, hay que cogerles el aire”, explica Pepín Rivero, exjugador y técnico de Álvaro Quirós; “creo que eso ha sido el comienzo de la pérdida de confianza. Aunque tampoco es solo eso. No creo que Nike le haya dado palos tan diferentes. Habrá algo más. Posiblemente un cambio de swing”.

McIlroy y Wozniacki, en junio pasado.
McIlroy y Wozniacki, en junio pasado.Jan Kruger (Getty)

Los bajones de jugadores son comunes, más en estos tiempos de tantas distracciones, en los que el juego ha perdido simpleza. “Hay tantos factores que te metes en una rueda por saber lo que te pasa. El ejercicio, la dieta, el palo... La cabeza en el golf es lo más importante”, cuenta Miguel Ángel Jiménez recién llegado del Masters de Portugal, donde ganó 100 botellas de vino —“¡me las tienen que enviar!”— por un hoyo en uno. “Puede que sea también el swing. Lo importante es estar cómodo. Si estás jugando y has de estar pensando en el tipo de palo o en la bola es que vas mal. El juego ha de fluir, no forzarlo. A McIlroy puede haberle pasado eso. También ha ganado mucha masa muscular. Eso puede afectar al juego. Son muchas cosas”. Gonzalo Fernández-Castaño también apunta a la mentalidad: "Más importante que el cambio de equipación es aún el cambio de mánagers y las negociaciones y juicios para romper el contrato existente. Al final no tienes la cabeza donde debes, que es el campo de golf". Y zanja Álvaro Quirós: "Rory era un jugador tradicional de Titleist y Nike es diferente. La aerodinámica de la bola Nike es muy distinta y eso supone que el vuelo y el efecto sean muy diferentes. Cambiar eso lleva un tiempo también desde el punto de vista mental. Y algún tema personal puede unirse, claro".

McIlroy, un admirador del carácter competitivo de Nadal, ha perdido fuelle. En sus inicios recibió cartas de Severiano Ballesteros. El cántabro le animaba y le daba consejos. Ahora necesita respuestas.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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