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Márquez, inmune a la presión

El carismático líder de MotoGP jamás ha tenido vértigo al éxito, ni cuando en sus inicios se caía una y otra vez y tenía que llevar 20 kilos de lastre para compensar su poco peso

Nadia Tronchoni
Márquez, durante el Gran Premio de Malasia.
Márquez, durante el Gran Premio de Malasia.AHMAD YUSNI (EFE)

No sabe lo que es la presión. Y si lo sabe, la gestiona como nadie. No es algo que aprendiera. Ya era así cuando competía en el campeonato de España y llevaba más de 20 kilos de lastre para compensar su escaso peso y se caía una y otra vez. Lo que más le preocupaba no era cómo llegaría su menuda KTM al día de la carrera, de ganar ya se encargaría él, sino el bienestar de sus mecánicos: “La moto pesaba 92 kilos, casi el triple que él, era como si llevara una 250cc. Había días en los que se caía en cada sesión, así que me pasaba las horas arreglando la moto. Y él iba a por unos bocatas para mí, porque algunos días no tenía tiempo ni de cenar”, relata Jordi Castellà, uno de esos a quienes Marc Márquez, de 20 años, ha reclamado para que estén con él en Honda y le sigan acompañando en su andadura en MotoGP. Le conoce desde los 13 años, cuando lo recogía de clase para ir a entrenarse. Y sabe como nadie cual es su respuesta ante los errores: “Siempre trata de ganar para arreglar el desaguisado”. Como hizo con tan solo 17 años en Portugal.

“Si comete un error solo quiere ganar para arreglarlo”, dicen en su entorno

Faltaban solo dos carreras y se jugaba el título de 125cc. Empezó a llover, la carrera se paró; y cuando se reprendió cometió un error en la vuelta de reconocimiento: rodaba con neumáticos lisos, se creyó que el asfalto se había secado por completo, le dio al gas y se encontró con un charco. Sin apenas tiempo regresó al taller. Le tuvieron que arreglar la moto con prisas y la ayuda de parte del paddock, que puso mecánicos y piezas a disposición del chico; pero no llegó a tiempo más que de formar el último en la parrilla de salida. Terminó ganando la carrera. Sabía que le bastaba con ser octavo para mantener intactas las opciones de título en Valencia, la última carrera. Desde el muro, su mentor, Emilio Alzamora, le marcó alcanzada la tercera posición que ya era suficiente. Pero él, tozudo, no se frenó. Quería vencer para compensar tanto esfuerzo. Y lo hizo. A la postre ganó el Mundial en Valencia.

Pero aquella no fue ni la primera vez ni la última que demostró que es inmune a la presión. La temporada 2012, en la que ganó el Mundial de Moto2, sumó otras tantas hazañas a su currículo. Como en Australia, donde fue sancionado con salir el último de la parrilla después de atropellar a Wilairot en un entrenamiento por un pilotaje que se consideró irresponsable. Entonces, quiso compensar el error subiéndose al podio. Su equipo, pensaba, no tenía culpa alguna de su precipitación aquel fin de semana. “Tenía que arreglarlo”, decía. Hubo otro error en Japón, donde se quedó clavado en la salida y tuvo que improvisar una nueva estrategia de carrera después de observar cómo sus casi 40 rivales le pasaban como aviones mientras él trataba de arrancar la moto. También ganó. Es el conseguidor de imposibles. Se equivoca, pero responde con sus mejores armas: su talento. Y no se pone nervioso en cualesquiera que sean las circunstancias.

El joven piloto parece de otra pasta, no hay nada que le atenace sobre la moto

Lo ha demostrado en este el año de su estreno en MotoGP. Hacía años que un chico no acaparaba tanta atención como lo hizo él en Valencia, en el mes de noviembre, el primer día que se subió a la Honda. La expectación era enorme. Y fue incrementando a medida que llegaban noticias de la pretemporada. En Sepang, donde este pasado fin de semana ofreció un recital de adelantamientos cuerpo a cuerpo con otro cabezota de aúpa, tan atrevido como él, Jorge Lorenzo, se puso rápido en los tiempos de su compañero de equipo, Pedrosa. Alguna jornada, incluso, mejoró sus registros. Empezó el Mundial y quiso dejar bien al gran jefe, Shuhei Nakamoto, vicepresidente de Honda, que dijo que terminaría la primera carrera en el podio. Así que hizo podio: tercero. Llegó a Austin, donde había firmado unos entrenamientos brillantes en pretemporada, donde nadie había corrido antes. Donde todas las miradas estaban puestas en él. Y ganó. También lo hizo el domingo del Gran Premio de Alemania, ese en el que se lesionaron sus dos grandes rivales por el título. Obligado a vencer en su ausencia para dar un giro al Mundial y demostrar quién puede llegar a ser, Márquez vuelve a demostrar que está hecho de otra pasta, que nada le atenaza, que no existe el vértigo al éxito.

Como en Laguna Seca, ese circuito en el que no había vencido ningún debutante y él lo hizo después, además, de adelantar a Valentino Rossi en pleno sacacorchos. Como en Sepang, después de ser reprendido por dirección de carrera por su agresividad en la pista y señalado por Lorenzo y Pedrosa, sobre todo, como un piloto irrespetuoso encima de la moto. Poco le importó cuando se apagó el semáforo. Debía lavar su imagen. Con su estilo, siendo tan agresivo como siempre, pero respetando a sus contrincantes. Y contó hasta ocho adelantamientos con Lorenzo camino de la gloria. Ahora tiene el Mundial en sus manos.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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