La abuela gibraltareña
El problema más apremiante para la selección de Gibraltar es encontrar jugadores, ya que su población no llega a los 30.000 habitantes
Hace unos días el Daily Telegraph —diario londinense de derechas, nostálgico por los días de imperio— publicó la siguiente desconcertante noticia: el jugador de fútbol Danny Higginbotham está habilitado para representar a la selección de Gibraltar “debido a que tiene una abuela española”.
“Este anacronismo sigue causando inconvenientes a los ciudadanos de Gibraltar y de la zona adyacente”.
—Mariano Rajoy, esta semana
El primer impulso fue volar a la portada de dicho diario para ver si se había impuesto la lógica territorial a la democrática y Gibraltar pertenecía por fin a la corona de España. Pero nada. Todo, se deducía, seguía igual. Más de 300 años después del Tratado de Utrecht, el Peñón permanecía en manos de la pérfida Albión. El propio presidente de gobierno español, Mariano Rajoy, lo constató esta semana cuando soltó la bomba en un discurso ante la asamblea general de la ONU en el que recordó al mundo —tan obsesionado con la guerra y la paz, con Siria y con Irán— que el conflicto sobre Gibraltar seguía causando “inconvenientes”.
Está por ver si la osada intervención de Rajoy provocará el cambio geopolítico deseado, si el inquilino de la Moncloa incluso llegará al extremo, imitando el ejemplo de Barack Obama y el presidente iraní, de hablar por teléfono con el máximo mandatario gibraltareño. Pero mientras tanto, ¿cómo explicar que el diario más obstinadamente leal al principio de la soberanía británica en Gibraltar afirmase que el tal Higginbotham, que juega en una liga regional del norte de Inglaterra, podía ser convocado para la selección gibraltareña gracias a su parentesco español? Porque en tal caso, se supone, el afortunado debería ser el seleccionador español, y no el gibraltareño.
Una lectura asidua del antiguo tratado no ayudó a resolver el misterio. Reveló, más bien, que aunque los déspotas firmantes habían concedido el derecho a Gran Bretaña de vender esclavos en América Latina y de ejercer la soberanía sobre Menorca (curiosamente, los británicos no reclaman la isla hoy), nadie había previsto cuáles serían los criterios legales a la hora de determinar qué jugadores representarían a qué selecciones en el fútbol internacional. Lo cual nos ha dejado con el lío Higginbotham.
El seleccionador, Allen Bula, se prepara para el histórico día en que su equipo disputará su primer partido en la fase de grupos del campeonato europeo de la UEFA
Con el afán de poner punto final a la cuestión nos pusimos en contacto telefónico con el seleccionador de Gibraltar, Allen Bula, personaje aún más desconocido hoy en España que el Tata Martino hace tres meses y, resulta, tío de Higginbotham, jugador de 34 años que en su juventud se entrenó con la cantera del Manchester United.
Bula, cuya mayor experiencia como entrenador ha sido en el fútbol eslovaco, ejerce de seleccionador en su tierra a tiempo completo desde mayo cuando, para el disgusto del nacionalismo español, Gibraltar fue designado por la UEFA como nación digna de participar en competición europea. Hoy Bula se prepara, dijo, para el histórico día, de aquí a un año, en que su equipo disputará su primer partido en la fase de grupos del campeonato europeo de la UEFA, cuyas finales se celebrarán en Francia en 2016.
Lamentablemente, dijo Bula, la única —y remota— posibilidad de que Gibraltar se enfrente a España sería en Francia, ya que la federación española de fútbol ha insistido en que las dos selecciones nunca aparecerán en el mismo grupo clasificatorio de ninguna competición oficial. Pero para Bula el problema más apremiante, reconoció, es encontrar jugadores, ya que la población de Gibraltar no llega a los 30.000 habitantes. Por eso ha recurrido, confirmó, a su sobrino Higginbotham. ¿Pero…y la abuela española? Nada de eso, explicó Bula. Él mismo es descendiente de islandeses e italiano, pero la abuela de Higginbotham, que resulta ser la madre de Bula, nació en Gibraltar. Según Bula, el Telegraph sencillamente se enredó.
Puede ser, aunque quizá haya otra explicación. Quizá los del Telegraph se delataron; quizá se trató de un lapsus del subconsciente imperial británico, un reconocimiento freudiano, surgido de la culpa, de que nacer en Gibraltar y nacer en España es lo mismo.
En cualquier caso, a Rajoy de repente se le presenta una oportunidad. Ya que la polémica veraniega sobre el hormigón en aguas gibraltareñas ha perdido fuelle, podría convertir la causa de la nacionalidad de Danny Higginbotham en la nueva bandera del reclamo histórico español. Y de paso, ya que el tema se complica con la aparición en escena de Islandia e Italia, romper el viejo Tratado de Utrecht y proponer otro que se adapte a las realidades del siglo XXI, evitando así nuevos inconvenientes para un mundo que ya tiene más que suficientes temas de preocupación.
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