Festa major
El doctor Trías, alcalde de Barcelona que abomina de los yernos periquitos, que antes que emparentarse con una familia españolista —de Espanyol— prefiere una hija soltera, o quizás casada con Dios, ha contratado a un cocinero vanguardista, Ferran Adrià, como pregonero de las fiestas de la Mercè. Es un gran mensaje para la ciudadanía en estos momentos en que se forman colas en los comedores sociales de Barcelona y en pleno debate sobre la malnutrición infantil. La sensibilidad social del alcalde con respecto a la ciudadanía que representa nos ha dejado con la boca abierta, como esos pedigüeños hambrientos repartidos por las aceras que el alcalde podría ver con sus propios ojos si se apartaran un momento sus asesores y guardaespaldas.
Avanzada ya la noche del lunes, nos dirigimos a Cornellà-El Prat, donde el día ha sido laborable. Hay pocos periquitos entre los latinoamericanos del barrio cornellense y obrero —de cuando había obreros— de Sant Ildefons, cuna de la Banda Trapera del Río. Entre los inmigrantes, ni periquitos ni aspirantes a yernos del alcalde Trías. En los balcones del barrio cuelga de todo: bragas, sostenes, calzoncillos, camisetas imperio, calcetines, toallas del Barça y toallas del Madrid, así está el mundo de empobrecido y dicotómico. Jhon Córdoba, el delantero colombiano recién fichado por el Espanyol, podría ser un buen reclamo para atraer a los aficionados del país de Álvaro Mutis, que en paz descanse. Las banderas colombianas —rojas, azules y amarillas— en Cornellà-El Prat podrían contrarrestar las rojigualdas españolas, que tanto daño hacen a la vista y al espíritu de los que extrañamente añoramos una República que nunca vivimos.
Vale la pena trasnochar para ver a este Espanyol que nos ha de dar muchas alegrías
Era lunes por la noche y la hora tan intempestiva que en vez de periquitos había murciélagos. Las mujeres y los niños se quedaron en casa. Así va a ser imposible regenerar el tejido social periquito. En las gradas, padres de familia sin familia, jubilados sin júbilo, solteros con compromiso, jóvenes ultras, casados sin compromiso, señores que se visten de traje para ir al fútbol, enamorados que miraban la mágica luna creciente en vez de mirar al balón. Cuando acabó el partido estábamos cansados, pero contentos. Vale la pena trasnochar para ver a este Espanyol que nos ha de dar muchas alegrías. Por contraste, en el área técnica visitante Ernesto Valverde emanaba tristeza. Parecía una antigua novia de visita en casa de los ex suegros, con los que se llevaba tan bien. Que hable con el alcalde Trías, un experto en yernos de conveniencia.
A la salida repartían gratis latas de Vichy Catalán, lo que provocó un altercado con los jóvenes ultras españolistas —de España—. En el metro, los colores blanquiazules se fueron diluyendo, parada a parada, entre la muchedumbre ciega de juventud, de confusión y de vodka con Fanta de limón.
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