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“Mi año más emocionante”

Nadal, que volvió de una lesión en febrero, celebra el 60º título de su carrera y el décimo de 2013

Juan José Mateo
Djokovic y Nadal después de la finalm del Abierto de Estados Unidos.
Djokovic y Nadal después de la finalm del Abierto de Estados Unidos.M. T. (AFP)

“Llevas varios años en esto y ya lo sabes”, le dice Rafael Nadal a un periodista en la rueda de prensa. “Los partidos no solo se ganan con la raqueta”.

Con la Copa al alcance de la mano, el número dos del mundo intenta explicar cómo se ha llevado el trofeo ante los ojos de la Reina Sofía, que le observa desde el palco de autoridades. Habla Nadal de ese tercer set clave en el que empieza break abajo, debe defender bola de rotura para no ceder el doble break, y luego tiene que remontar un 0-40 con 4-4. Djokovivc, dice, está siendo entonces “mejor tenísticamente”. Y recalca y subraya el “tenísticamente”. Le pregunta el periodista: ¿Entonces cómo explica que ganara usted ese set si el mejor tenísticamente era el otro?

“La raqueta es lo importante”, contesta Nadal, la gorra calada hasta los ojos; “pero hay momentos que van más allá de eso, en los que importa el resistir, el aguantar, el buscar soluciones, el pelear cuando las cosas van mal, el no dejarte llevar cuando el otro te está destrozando, como pasaba por momentos, que me sentía muy apretado, muy al límite”, describe con sinceridad el campeón.

“[Son momentos en los que hay que] seguir manteniendo la lucha, la pasión, seguir manteniendo ese límite de jugar al límite, ser capaz de que no se me vaya con el segundo break, para que el set no esté acabado. He aguantado. Eso lo he hecho fantástico”, añade. “Con mi oportunidad [su bola de set a favor en la tercera manga] he jugado con la determinación que se necesita para ganar a un rival como es Novak”, prosigue. Y entonces, como sin querer, proclama su credo: “Los partidos se ganan en los momentos complicados”.

Nadal sabe mucho de momentos complicados, de dificultades superadas. En Nueva York logró su segundo grande de 2013, un curso que arrancó en febrero tras siete meses lesionado con una rotura parcial de ligamento rotuliano y una hoffitis: “Está siendo un año muy emocionante, quizá el más emocionante de mi carrera”, admite. “Solo mi equipo sabe lo que significa este título para mí. Todo el mundo sufre cuando ve sufrir a una persona a la que quiere”.

Tantas veces etiquetado como especialista en arcilla, el mallorquín se volvió a revelar en Nueva York como un competidor poliédrico: ganó su tercer torneo seguido sobre cemento, mantuvo inmaculada su hoja de servicios sobre pista rápida en 2013 (22-0) y se coronó como el tenista que menos breaks ha cedido en la historia para alzarse con la Copa neoyorquina (4). Fue el título 60 de su carrera, décimo de 2013, a solo uno de su récord, los 11 de 2005. “Pero tienen más valor los de ahora que los de 2005”, reflexionó Toni Nadal, tío y técnico del número dos, mientras el vestuario se llenaba de visitas. “Cuando ganó en Sao Paulo [su segundo torneo tras siete meses lesionado] ya fue una alegría inmensa, porque yo creí que Nalbandian nos metería 6-0 y 6-1 o 6-1 y 6-1 en la final. La movilidad no era buena”. ¿Y el duelo contra Djokovic? “Un partido realmente increíble”, dijo el técnico.

“Perder el tercer set fue una decepción”, contaba antes el serbio, campeón también en la derrota, listo para alabar a su contrario y para despedirse uno a uno hasta de los periodistas. “Todo fue mi culpa. Cometí errores que no debería haber cometido. Al final, no me merecí ganar”.

Djokovic se marchó derrotado. Nadal, que este fin de semana jugará con España y contra Ucrania la Copa Davis (dejó abierta la posibilidad de descansar el viernes y competir en dobles el sábado), fue quien levantó los brazos. ¿Será que es imbatible? “No se preocupen”, dijo con una sonrisa. “Perderé. Es ley de vida”. En Nueva York, no. De un mordisco, Nadal devoró la Gran Manzana.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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