El coleccionista de oros
Usain Bolt alcanza su décima medalla en unos Mundiales e iguala la cifra de Carl Lewis, pero su Jamaica no bate el récord mundial y la edición de Moscú termina sin plusmarcas
Antes de ponerse a bailar alegre, un niño sin preocupaciones, el kazachok, y sin caerse de culo, para delirio de un estadio Luzniki hasta arriba y feliz, y antes incluso de lanzar las zapatillas a las gradas, para pasmo de los que las recibieran caídas del cielo, Usain Bolt había torcido el gesto con cara de desilusión. Fue justo en el momento en que aseguraba su décima medalla en un Mundial de atletismo, un oro más para el coleccionista, al cruzar la meta ganador, enorme vacío a sus espaldas, de relevo 4 x 100 m. Giró entonces la cabeza a su izquierda y miró ansioso el cronómetro gigante. Quizás esperaba ver una marca mejor, o quizás incluso esperaba ver reflejado un tiempo inferior a los 36,84s con que su Jamaica había batido hace dos años el récord del mundo, porque cuando vio que su cuarteto (con él, Nesta Carter, Kemar Bailey-Cole y Nickel Ashmeade) solo había logrado 37,36s fue como si el mundo se derrumbara a su alrededor, tal cara se le quedó, y hasta estuvo a punto de caérsele el bastón del suelo. Como si también le doliera que el Mundial acabara sin un solo récord mundial.
El gran velocista jamaicano evidenció su decepción tras el relevo
Esta doble reacción, la alegría de un niño, la decepción del atleta ambicioso en busca de la leyenda, refleja como ninguna otra imagen la doble cara de los Mundiales de Moscú: por un lado, la figura absolutamente dominante de Usain Bolt, que con 26 años ya ha igualado los oros (8) y medallas mundialistas (10) de Carl Lewis, y es uno de los mejores atletas de la historia; por otro, la ausencia de récords mundiales, la savia de la competición, el baremo de la excelencia, la sangre de los titulares.
“Pero esto siempre ha sido así”, responde Serguéi Bubka, plusmarquista mundial de salto con pértiga desde hace 29 años, cuando se le pregunta sobre la ausencia de récords mundiales en Moscú. “Los récords no reflejan la calidad de una competición. Los récords son productos de fenómenos de la naturaleza que solo aparecen esporádicamente, aunque, a veces, como en los primeros años 90, coincidiéramos unos cuantos en la misma generación”. Habla de él, de Sotomayor, Edwards, Mike Powell, El Guerruj, Kipketer, todos ellos autores de marcas consideradas aún hoy tan imposibles como los récords de 100 y 200m de Bolt en Berlín 09. “El récord de Beamon en longitud duró 23 años”, dice Ramón Cid, director técnico del atletismo español, que comparte en parte la tesis de Bubka. “Y se lo batió Powell en el 91, hace 22 años ya. Los récords son increíblemente caros, marcas muy duraderas que reflejan lo excepcional”.
Serguéi Bubka: “Los récords no reflejan la calidad de una competición”
Precisamente Bolt, quizás lo más excepcional que el atletismo ha conocido, y David Rudisha son los dos últimos atletas que han batido récords mundiales en grandes competiciones. Ninguno ha podido repetirlo en Moscú: Bolt porque no estaba en su mejor momento de forma, y Rudisha, el rey David del 800m, que batió el récord en los Juegos de Londres, porque está lesionado, víctima del estrés posolímpico, el año en el que, según contaba Sebastian Coe, su padre y entrenador le decía que los atletas están tan frágiles después de los sumos esfuerzos del año anterior que entrenarle a él era como entrenar “una cáscara de huevo”.
“Además”, añade Cid, “según van mejorándose, cada vez son más duros. Es como subir al Everest. Hasta los 8.500 es fácil, pero luego cada vez es más difícil. Luego, imagino que los controles antidopaje pueden haber influido, sobre todo en el fondo. Ahora mismo estamos viendo que hay controles que están teniendo bastante éxito porque intimidan. Incluso están apareciendo positivos de bastante tiempo atrás y eso asusta”.
Los años siguientes al estrés de los Juegos son complicados para los atletas
Sin embargo, pese al eclipse Bolt, pese “al abandono del otro”, que denuncia Hicham el Guerruj, récordman mundial de 1.500m desde 1998 para llorar la triste situación de su prueba, a la que antes se llegó a considerar la reina del atletismo, el Mundial de Moscú ha dado nacimiento a dos figuras que quizás no dentro de mucho entren a formar parte de la casta de los excepcionales. Son los casos del saltador de altura ucranio Bogdan Bondarenko, que batió, con 2,41m el récord de los campeonatos que había fijado el cubano Javier Sotomayor hace 20 años, y el triplista francés Teddy Tamgho, renacido de una fractura de tobillo de 20 meses, que de la mano de Pedroso, uno que ha domado su agresividad natural, saltó ayer 18,04 m para ganar. Por primera vez desde 1995 y Jonathan Edwards (18,29m, uno de los récords intocables) no se veía a alguien en esas larguras en un Mundial.
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