Lewis Hamilton alucina con Mercedes
Primera victoria del británico este curso, ante Raikkonen y Vettel, y quinto puesto de Alonso
Se abre el asfalto por el calor abrasador que el sábado a las tres de la tarde achicharra Hungaroring cuando Lewis Hamilton cruza la meta en su último intento de vuelta rápida y pregunta por radio: “¿Esto es una pole?”. Peter Bonnington, su ingeniero, le confirma acto seguido que efectivamente al día siguiente arrancará el primero en uno de sus trazados favoritos. Si al piloto británico le costó entender cómo diablos había conseguido esa hazaña, ayer aún se quedó más a cuadros por ser capaz de transformarla en su primera victoria enfundado en el mono de Mercedes y la cuarta que consigue en Budapest, una cifra que le confirma, junto a Michael Schumacher, como el corredor más fructífero en el circuito magiar.
“Yo he trabajado con Lewis y su telemetría aquí es brutal: hace cosas que nadie puede imitar”, afirma Pedro De la Rosa, actual probador de Ferrari y que coincidió con Hamilton en McLaren. Once segundos después entró Kimi Raikkonen y el tercero fue Sebastian Vettel, que ni en un día de esos en que todo se tuerce —su Red Bull sufrió problemas de sobrecalentamiento en distintos elementos y nunca se encontró cómodo con el alerón delantero— se quedó fuera del podio, mientras que Fernando Alonso concluyó el quinto, la misma plaza que ocupó en la parrilla.
Yo he trabajado con Lewis y su telemetría aquí es brutal: hace cosas que nadie puede imitar” Pedro Martínez de la Rosa
La sorpresa de Hamilton es la de todo el paddock. Hasta ahora los había que incluso cruzaban apuestas sobre el tiempo que los Mercedes iban a aguantar antes de zamparse los neumáticos por completo. En Hungría, unos y otros iban descontando las vueltas esperando un gatillazo del chico de Tewin que nunca llegó a materializarse y que le permitió saborear “uno de los triunfos más importantes” de su trayectoria, según reconoció después ese al que tanto le gusta ir a contracorriente, el que a finales del curso pasado dejó pasmado a todo el mundo al anunciar que se había hartado de correr en uno de los equipos más potentes de la historia (McLaren) y que se iba a otro sin ningún título en sus vitrinas.
Desde que se le prohibió saltar al ruedo en los ensayos que hace dos semanas se disputaron en Silverstone, Mercedes no había hecho más que quejarse. Consideraba la fábrica de Stuttgart que el castigo recibido tras haber rodado en secreto en Montmeló por encargo de Pirelli era absolutamente desproporcionado, y que el proceso de evolución de su bólido iba a quedarse congelado. Mientras las demás estructuras se desplazaron a Gran Bretaña para tomar contacto con las nuevos neumáticos que iban a introducirse este fin de semana, Hamilton se tumbó al sol en Ibiza acompañado de Roscoe, su bulldog. “Llegamos a este gran premio con el pie cambiado porque no tenemos ninguna referencia de los compuestos que nos vamos a encontrar”, llegó a decir Toto Wolf, director ejecutivo de las flechas de plata.
Pues en un par de días, la escudería germana se puso las pilas, le pilló el aire a los nuevos Pirelli —con la carcasa de 2012 y la composición de 2013—, y en un pispas parece haberse reenganchado a la gresca por un Mundial que hace nada se encontraba a una galaxia de distancia y se alejaba a la velocidad de la luz. Esta última pirueta confirma que todo es posible, hasta que el coche más agresivo con los neumáticos se imponga en el gran premio más caluroso del año (51 grados en el asfalto) y después de haberse perdido unos entrenamientos que en la coyuntura actual tienen un valor prácticamente incalculable.
Es sorprendente que el W04 haya vencido en tres de las cinco últimas paradas por más que ésta sea su primera conquista sin asteriscos. Rosberg se estrenó en Mónaco y la mayoría lo atribuyó a la pista, y la historia se repitió en Gran Bretaña el famoso día de los reventones. Resulta mucho más difícil encontrar alguna excusa que condicione esta última machada de Hamilton, que completó los 70 giros a ritmo de récord, que se merendó a Button al salir de su primera visita a los talleres y a Webber nada más realizar la segunda. El campeón del mundo de 2008 no vaciló ni un segundo al volante de una flecha afilada por Mercedes, que casi de puntillas ha ido ganando empaque y que ya supera a Ferrari en la tabla de constructores.
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