El gato y los ratones del Camp Nou
El Barça aspira a endurecerse y recuperar el espíritu de equipo para competir en Europa
Un empleado cualificado del Barça, hombre de club por excelencia, respondió con una frase lapidaria cuando en mayo pasado se le preguntó por la situación del equipo: “Se fue el gato y los ratones se comieron el queso”. Los ratones son por supuesto los jugadores, y el gato era obviamente Pep Guardiola y después Tito Vilanova, ausente el invierno pasado, cuando tuvo que ser tratado de una enfermedad en Nueva York.
El comportamiento de algún futbolista sigue preocupando al club cuando hoy comienza la pretemporada. A pesar de no acabar el curso con el Barça por una lesión, Messi no ha parado de dar vueltas por el mundo con su tour benéfico. La pubalgia no impidió a Busquets disputar la Copa Confederaciones. Tampoco ha habido descanso para jugadores muy exigidos como Piqué y Xavi. Puyol ha entrado y salido del quirófano y Valdés acabará su contrato como pretendía cuando una parte de la directiva apostaba por traspasarle antes de 2014.
El riesgo es que se pierda el sentido de equipo por culpa de los egos, y el vestuario sea un reino de taifas. Ante las actitudes individuales, agrandadas con unos títulos que convierten a cada futbolista en una multinacional, se impone la complicidad y el vínculo, términos tan vacuos como el de los valores si no se personifican bien. La tarea corresponde sobre todo a los capitanes, que necesitan reencontrarse ante la dispersión, y también a los técnicos. A Tito Vilanova le toca especialmente redefinir el juego, rediseñar el trabajo y restablecer el compromiso con los futbolistas. Hay que volver al campo de prácticas para ser competitivos contra los grandes y en la Liga de Campeones.
No es casual que Vilanova haya reforzado el cuadro técnico con Rubi, extécnico del Girona que goza de la máxima confianza del entrenador del Barça, que deberá seguir pasando consulta en Estados Unidos. La ausencia de Tito por enfermedad explica en parte el bajón futbolístico que tuvo el equipo a partir de diciembre. Ahora se asegura un mejor asesoramiento, se anuncia que intensificará los entrenamientos y la tarea táctica y se da por descontado que será más exigente.
No se trata de simplificar la tarea con un plantel de expertos, sino que el juego debe evolucionar por el desgaste propio y porque algunos contrarios ya lo han descifrado
A juzgar por sus peticiones, Vilanova aspira a completar una alineación con 11 futbolistas sin tacha. “Quiere una selección, porque quiere ganar siempre”, concluye un directivo, satisfecho porque el entrenador va en la dirección que le gusta al presidente. Así lo confirman el fichaje de Neymar, las negociaciones con Thiago Silva y la pérdida de protagonismo de los jugadores de la cantera, que exigen mucha paciencia y una mayor atención: Deulofeu ha recalado en el Everton en lugar de ir y venir del Miniestadi al Camp Nou y Rafinha se curtirá con Luis Enrique en el Celta. Ya constatada la dificultad del club para dar con buenos centrales, rentabilizar deportiva y económicamente las cesiones y también para vender en el mercado, el técnico pretende asegurar el tiro.
La cruel goleada ante el Bayern obliga a la autocrítica en el Camp Nou antes de iniciar el curso: la derrota compromete tanto a los futbolistas como al entrenador. El equipo fue vulnerable, acusó la messidependencia y careció de recursos y efectivos para sobreponerse a la adversidad. Vilanova pretende que el Barça sea más fuerte y consistente, incluso más físico, para dar réplica a los mejores contrarios. “Que nadie se extrañe ni lo considere una traición o herejía si un día pone el doble pivote”, anuncia un conocedor de las intenciones de Vilanova.
Los técnicos coinciden en que no se trata de simplificar la tarea con un plantel de expertos, sino que el juego debe evolucionar por el desgaste propio y porque algunos contrarios ya lo han descifrado. El problema es que el fútbol azulgrana a veces se ralentizó, perdió velocidad de ejecución, dejó de ser rápido, profundo y preciso y menguó también la presión en cancha ajena. No basta con tocar y moverse e intercambiar goles frente a contrarios intensos y duros como pasó en Europa.
La apuesta es que Messi vuelva a jugar y a correr como el que más y recuperar la mejor versión de Xavi. Ambos son capitales: uno marca la diferencia y el otro el estilo y ahora mismo hay mucha expectación por saber cómo mezclará el 10 con Neymar, el jugador que simboliza la mejora del equipo, de la misma manera que es difícil prever el rendimiento del volante a sus 33 años, sobre todo porque es complicado regular su esfuerzo: los técnicos preferirían que administrara su presencia en la selección y, por otra parte, no son capaces de dosificar sus intervenciones en el equipo. La partida de Thiago, un futbolista creativo y necesario para desarrollar la idea de juego barcelonista, disminuirá todavía más la disputa por un puesto en la alineación.
El equipo fue vulnerable, acusó la messidependencia y careció de recursos y efectivos para sobreponerse a la adversidad
La competencia es imprescindible para la mejora y explicaría también la necesidad de incorporar a un central. Las disfunciones defensivas del ejercicio pasado, en cualquier caso, no se explican solo desde el punto de vista individual sino que exigen una reflexión en equipo. El Barça ha perdido efectivos y rigor en la contención, no combate las transiciones del contrario y sufre a balón parado. A veces enfrentó al rival con solo dos zagueros por la ofensiva de sus laterales Alves y Alba (diferente a Abidal); la medular fue permeable en algún partido (no ha habido relevo de Keita) y no todos los delanteros han sido agresivos. A partir del juego de posición, la clave es recuperar el equilibrio, sincronizar los movimientos y disputar todos los partidos.
Los técnicos saben que conviene desarrollar el juego. Ya pasó con Rijkaard, cuando incorporó a Davids, y especialmente con Guardiola, capaz de golear con dos equipos distintos al Madrid y más tarde al Santos y de jugar después con un falso 9 en el Bernabéu. Ahora le toca perseverar a Vilanova en una temporada difícil por la disputa en 2014 de un Mundial en que el protagonismo azulgrana será máximo por la participación de los internacionales españoles, de Neymar y de Messi. Avalado por la Liga de 100 puntos, el técnico del Barça debe decidir si es cabeza de ratón, cola de león o un gato. Nadie como los jugadores azulgrana para comprobar la autoridad, sapiencia y liderazgo de su entrenador, que necesita ser exigente también ante los fuertes.
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