Campeona y genio
Billie Jean King, Mauresmo y Davenport destacan la inteligencia de Bartoli, sin un cuerpo de atleta y con un cociente intelectual de 175
Antes de levantar con 28 años el título de Wimbledon, que es su primer grande (6-1 y 6-4 ante la alemana Sabine Lisicki), la francesa Marion Bartoli se somete sin pestañear a un examen. El reportero le dice: “0,1,1,2,3,5”. Sin más explicación, la número 15 contesta: “8. Demasiado fácil”. En un segundo, la luego campeona identifica la sucesión de Fibonacci, en la que cada número desde el 1 es el resultado de la suma de los dos anteriores, y regatea la broma que quiere escrudiñar su cociente intelectual, según ella de 175, más que Einstein (160). Eso, dicen en el vestuario, lógicamente también se nota en el tenis.
“Bartoli ha demostrado que no necesita ser una gran atleta para ganar, porque se puede ganar campeonatos como este con inteligencia, y ella es muy inteligente”, resumió Billie Jean King, campeona de doce grandes, hablando sin decirlo de los descompensados 63 kilos por 1,70m de la vencedora. “En el fondo de su victoria están un nivel de intensidad y una carga de trabajo diarias excepcionales desde hace más de un decenio”, aseguró Amélie Mauresmo. “La inteligencia, la determinación, la intensidad, la voluntad, el trabajo, trabajo, trabajo, valen”, continuó la ex número uno, campeona de Wimbledon en 2006. “Al mirar a Marion, podemos pensar que no está al nivel físico, pero lo está: es potente y flexible”, cerró. “Ganó la jugadora más corajuda”, argumentó Lindsay Davenport, vencedora de tres grandes y un oro olímpico. “En la pista es muy inteligente. Sabe cuáles son sus fortalezas y cuáles son sus debilidades. Hace un gran trabajo escondiendo sus debilidades e impidiendo que sus contrarias las expongan. Pega la pelota pronto, fuerte y pesada, con lo que impide que las rivales tengan la oportunidad de moverla”.
Bartoli es una tenista extraña en apariencia y en juego. Golpea la derecha y el revés a dos manos, como hacía Monica Seles, saca sin botar la pelota y se mueve elásticamente pese a su sobrepeso. Así dominó una final muy menor, en la que Lisicki se ahogó en la presión de la lucha por el título y encajó un parcial de 0-6 tras sumar un break en el juego inaugural. Bartoli, que ya había disputado la final de 2007 y que no había pasado de cuartos en ningún torneo de 2013, acabó escalando hasta el palco de su equipo, coronada tras transitar un Wimbledon rebajado, porque la campeona ganó sin enfrentarse a ninguna top-10 por primera vez en la historia.
“Seguí soñando. Seguí caminando fuerte. Seguí con la cabeza alta”, valoró Bartoli sobre los problemas que había afrontado durante su carrera, criticada como ha sido siempre por su peculiar servicio, sus golpes a dos manos y su agresiva propuesta al resto, dentro de la pista. “Siempre ha sido parte de mi personalidad ser diferente. Me gusta que mi juego lo sea”, avisó la francesa, que acabó con un calcetín mojado en sangre por una ampolla. “Nunca quise ser como los demás”, cerró, campeona y genio.
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