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Columna
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Síndrome del parado

Brajkovic terminó la etapa penúltimo, a 10.48 del ganador, el alemán André Greipel

Brajkovic, tras su caída en la sexta etapa del Tour.
Brajkovic, tras su caída en la sexta etapa del Tour.NICOLAS BOUVY (EFE)

Cuando he visto a Brajkovic sentado en el asfalto a menos de 11 kms de la meta de Montpellier, inmóvil e aparentemente relajado, sin prisa para levantarse, he pensado que o bien se había fracturado algo y siendo consciente de ello ni se movía, o bien estaba totalmente desorientado. O ambas cosas a la vez, que tampoco son incompatibles.

Con respecto a la desorientación, no puedo olvidarme de aquella que sufrió hace un par de años, tras una de estas montoneras tan típicas de la primera semana de Tour, un antiguo compañero de Brajkovic, Chris Horner. Horner se levantó y siguió adelante; aparentemente todo normal, al margen de los consabidos rasponazos en la piel. Pero comenzó a hacer preguntas extrañas a sus compañeros: ¿Por qué vais tan rápido?, ¿dónde vamos?, ¿esta qué carrera es?. Viendo la incoherencia del discurso, al principio pensaron sus compañeros que podía tratarse de una broma del norteamericano. Pero los resultados médicos posteriores confirmaron que aquella confusión era resultado del traumatismo que había sufrido en la cabeza, que lo había dejado totalmente conmocionado. Horner cruzó la meta de aquella etapa del Tour como un autómata; sin saber quién era, ni dónde estaba ni qué era lo que estaba haciendo por allí entre tanta gente.

Otra anécdota en este sentido la protagonizó César Solaun, del Euskaltel, hace ya muchos años. Se cayó en una montonera, se levantó lo más rápido que pudo, y fruto de la conmoción, inició la marcha en dirección contraria a la carrera. Tras cruzarse con un par de coches que se llevaron además una buena bronca por parte del corredor, éste cayó en la cuenta de la confusión y reanudó la marcha de manera ordinaria. Él lo contaba entre risas al día siguiente, pero en el momento seguro que no tuvo ni la más mínima gracia.

Caída, golpe seco y de repente…la calma. Los coches frenan para esquivarte pero continúan su marcha

Y ayer viendo a Brajkovic así de parado me acordé de lo que un día me dijeron que se llamaba el síndrome de la autopista, aunque buscando información me he dado cuenta de que es precisamente algo parecido a lo que llaman el síndrome del parado. Brajkovic iba inmerso en su rutina, especialmente concentrado en un día que exigía un mayor grado de atención por la circunstancia del viento y la amenaza de abanicos en el momento menos pensado que ello conlleva. Calma tensa, valga la contradicción. De repente una isleta central, una más entre cientos de rotondas, pero una que por alguna circunstancia no es avistada con la suficiente antelación. Caída, golpe seco y de repente…la calma. Los coches frenan para esquivarte pero continúan su marcha pasando de largo a tu altura. Ves miradas furtivas que el reflejo del cristal no te ayuda a identificar. El coche de tu equipo para; el mecánico desciende con un par de ruedas en la mano pero antes se acerca a tu altura para ayudar a que te levantes. Tu director, que ha aparecido de repente, le ayuda en la tarea. Otro coche para mientras los demás siguen sorteándote de cualquier manera. Aparece el médico de carrera que te pregunta algo en un idioma desconocido. Suena el claxon de un coche mientras una moto parada con un cámara en la parte trasera permanece inmóvil cerca de ti. Todo transcurre muy lentamente en ese momento, aunque más tarde en el recuerdo todo transcurrirá increíblemente rápido. Y cuando reanudas la marcha, te sorprende la velocidad de la vida. La vida, en este caso la carrera, continúa sin ti a la misma velocidad. Tú estás desenganchado y ves como el tren está cada vez más lejos. Y lo que más perplejo te deja, es pensar que hace unos minutos tú eras capaz de circular a ese ritmo.

Ayer el pobre Brajkovic terminó la etapa penúltimo, a 10.48 del ganador, el alemán Greipel. Poco le importaba al esloveno que, por cierto, tras unos puntos de sutura, está ya fuera de carrera.

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