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Empate técnico antes de los Pirineos

Mínimas diferencias en la contrarreloj por equipos de Niza, en la que se impuso el Orica, con Gerrans como nuevo líder, y en la que Contador solo cedió 6s a Froome

Carlos Arribas
El equipo Orica durante la contrarreloj
El equipo Orica durante la contrarrelojDoug Pensinger (Getty Images)

A la sombra de los autobuses los corredores, ejército parado, hacen rodillo arrullados sudorosos por el ruido del generador del aire acondicionado y las duchas, mientras sus representantes hablan con los directores de los equipos. No hace ni cinco minutos que ha terminado la carrera y ya exigen aumentos para sus chicos que lo han hecho bien. El jefe del equipo entra en modo cálculo, se frota la barbilla (maldice internamente por no haberse afeitado bien y rasparse en el gesto) y se devana los sesos para ver dónde ahorrar y poder satisfacer las demandas crecientes en estos tiempos de descensos presupuestario.

Para él, para ese director sumido en la sima del qué hacer, una idea modesta: ¿por qué no tender un cable de los rodillos al generador y en vez de con gasolina alimentarlo con los vatios de los ciclistas que se desaceleran tras el esfuerzo extremo? Sería un gesto a la par que ahorrador simbólico, porque con la energía generada por el sudor de sus gregarios se calentaría la ducha que se tomara merecida el líder del equipo (pero solo si se ha portado bien): sería un regreso a tierra y también el aprovechamiento máximo del trabajo de los chicos que se tienen que ganar el sueldo, una prolongación de su labor en movimiento, en la carretera contra el viento, en la contrarreloj por equipos, la cima del esfuerzo colectivo e hipertecnológico a casi 58 por hora.

Clasificaciones

CUARTA  ETAPA

Niza: 25 km.

Velocidad media: 57,8 Km/h.

1. Orica  25m 56s

2. Omega Pharma  a 1s
3. Sky  a 3s
4. Saxo Bank  a 9s
GENERAL
1. Simon Gerrans (Orica)  12h 47m 24s

2. Daryl Impey (Orica)  m.t.

3. Michael Albasini (Orica)  m.t.

12. Alberto Contador (Saxo)  a 9s

PRÓXIMA ETAPA

Cagnes sur Mer-Marsella: 228,5 km

A esa velocidad récord en el Tour, a 57,8 kilómetros a la hora, corrieron los 25 kilómetros por el paseo de los Ingleses donde los alemanes comen ensalada niçoise los australianos del Orica, que ganaron por 1s a los belgas del Omega y del alemán despellejado Tony Martin, y colocaron de amarillo a Gerrans, el último vencedor en Córcega, quien se lo dedicó a Phil Anderson, que le enseñó a andar en bici y le prestó su bici y fue en el 82, después de ganar en el Balón de Alsacia, el primer australiano de amarillo. Pero no mucho más lento corrieron los Sky de Froome, quien en vez de lamentar la no victoria y el no golpe de autoridad de su equipo disminuido en su especialidad faro, celebró no haber cogido por solo 3s un amarillo que les habría obligado a sobresudar en los días que vienen, de rotondas (el récord, este miércoles, hacia Marsella). Y ya generoso Froome el africano, celebró tanto como el mismo Contador, el haber aventajado al Saxo del español en 6s, hermosa diferencia para ambos por lo que ambos concluyeron: qué buen día hemos pasado. A su coro gozoso, qué misterio, se sumaron Valverde, del Movistar, que solo perdió 17s con el Sky (y en su equipo recordaron que con sus cilindradas, una media de peso que no llega a los 70 kilos, no se puede ir a 58 por hora pese al enorme empuje de Valverde, Rui Costa y Amador) y hasta Purito, tan hormiga atómica, que solo perdió 25s con sus Katushas. Solo lloró de entre los grandes el australiano Cadel Evans, quien no solo debió aguantar que en el coche de su BMC viajara con cara larga enfurruñada por la mala prestación, de niño sin juguete frustrado, el dueño del equipo, el millonario caprichoso Andy Rihs, sino, aun siendo favoritos, perder hasta más tiempo que los Movistar, 23s con Froome, una araña con las mangas largas negras.

El realizador televisivo resuelve cada vez más frecuentemente el dilema al que le conduce su dedo juguetón y su mente distraída, que es el dilema del Tour, optando por la versión pasteurizada de la carrera (solo un plano cárnico: el dedo sangrante del pobre Noval, tan grande, golpeado con la cámara de un espectador, que se apaga detrás de sus compañeros del Saxo), la de la sobredosis de tomas aéreas monumentales, pero Eddy Merckx, que se pasea por salida con Thévenet, Hinault y Poulidor (y el príncipe de Mónaco, vecino a Niza, el mismo Mediterráneo, el mismo solo que amaba Picasso), o sea, el ciclismo, no es ni será pasteurizado, y envejece (68 años), engorda y suda. Sobre todo suda: oyendo discursos vacíos en un podio con techo sobrecalentado y piensa en su próxima visita mientras se pasa un pañuelo por la frente, medita sobre el peso de sus obligaciones protocolarias de Gargantúa del ciclismo, y da cita a quien quiera verle para el Ventoux, su Ventoux en el que se descubrió la cabeza cuando pasó de amarillo en el 69 ante el lugar en el que dos años antes se desvaneció Simpson para siempre, en un momento muy verdadero, y muy poco pasteurizado, del ciclismo. Allí celebrará, de paso, Francia su 14 de julio, pero quizás para entonces el Tour del 13 ya está definido: el empate técnico actual —entre Froome, el primero de los favoritos, y el último de sus rivales, Pinot, hay 39s solo— se deberá romper antes, este sábado que se anuncia caluroso en los Pirineos, en el tortuoso Pailhères. Hasta entonces, a contar rotondas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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