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Mujeres en la central

La primera juez de línea en la pista principal apareció en 1949 y hasta 1984 ninguna arbitró una final en Londres Hasta 2007 no dirigieron una final masculina en los grandes

J. J. MATEO
Un árbitro subiendo a su silla en Wimbledon.
Un árbitro subiendo a su silla en Wimbledon.STEFAN WERMUTH (REUTERS)

En Wimbledon, las mujeres han escrito algunas de las páginas más épicas del tenis. Aquí construyó su leyenda Billie Jean King, la tenista con gafas a la que todas sus compañeras eligieron como la competidora ideal para remontar un 1-5 en la manga decisiva; aquí brilló como en ningún otro sitio Martina Navratilova; aquí se coronaron Steffi Graf, Chris Evert y decenas de campeones legendarias que regaron de sutilezas la hierba. Sin embargo, la igualdad tardó mucho en llegar a Wimbledon, donde aún hoy todas las competidoras son presentadas por los altavoces y en los marcadores como “señorita” o “señora” según sean solteras o casadas. Hasta 1949, por ejemplo, no hubo juezas de línea en la pista central.

Aún hoy todas las competidoras son presentadas por los altavoces y en los marcadores como “señorita” o “señora” según sean solteras o casadas

También en eso mostró siempre el torneo un apego increíble por los usos establecidos y las leyes no escritas de la alta sociedad inglesa. La central, que es el corazón del torneo, su norte y su joya, siguió usando jueces de línea masculinos cuando ya en las pistas exteriores las mujeres trabajaban codo con codo con sus compañeros masculinos, lógicamente sin que nadie notara la diferencia. Hasta mediados del siglo XX, sin embargo, las mujeres no pudieron pisar las líneas de la central. Fue “el gran Wimbledon”, según recuerdan los anaqueles, porque solo el primer día hubo 25.000 espectadores, entonces el récord, y porque arrancó la práctica de que la entrega de premios fuera sobre la pista.

Pero quedaba, y queda, mucho camino por recorrer para que las mujeres y los hombres fueran iguales en el arbitraje. Hasta 1984 ninguna mujer dirigió una final (la británica Georgina Clark, que ya se había hecho un nombre amonestando al mismísimo John Big Mac McEnroe en el Queen's) en el templo de la hierba. Y hasta 2007 (la francesa Sandra de Jenken) ningún torneo dio el paso de entregarle las riendas de un partido decisivo individual masculino, en este caso en el Abierto de Australia. Wimbledon, tan apegado a sus tradiciones como para no haber cambiado el color de los uniformes de los árbitros (verde) hasta 2005, aún no ha hecho eso.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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