12 minutos sin respuestas
La primera presión colectiva alta de México fue en el minuto 90. Hacia ya 12 que Balotelli había girado en el área sobre el cuerpo de Rodríguez para poner en el marcador una ventaja que Italia no había merecido perder nunca. Esos 12 minutos sin respuestas de México fueron sintomáticos. Perdía, se acercaba el final, y seguía jugando de la misma forma que había comenzado la segunda parte: con los centrales pegados a Corona y anclando a un mediocampo desteñido, sin voltaje, tanto a la hora del despliegue como la del acoso.
La consigna defensiva que propuso De la Torre empezaba por la vigilancia alternada que Chicharito y Dos Santos dedicaban a Pirlo en las salidas azzurri y se extendía hacia atrás con simetría. A primera vista todas las piezas parecían en su sitio, con el orden simple de un equipo dispuesto a no cometer errores desde el medio hacia atrás. A Italia le tomó 50 segundos descubrir el trampantojo, cuando Balotelli recibió y giró por primera vez a espalda de Torrado, anticipando los problemas para achicar espacios con agresividad que alargarían durante todo el partido los centrales.
Solo tres minutos después Rodríguez intentó un pase bajo, lento y horizontal en una salida desde atrás. Un error conceptual que, por otras razones, recordó aquel fallo técnico de Osorio que le costó a México un gol de Argentina en el ultimo Mundial. A los 6 minutos un marcaje suave de Aquino en la derecha dejó demasiado espacio a Montolivo que, tras apoyarse en Giaccherini, desbordó y cedió a Balotelli su segunda oportunidad de gol. Un grito solo retrasado por una atlética reacción de Corona. Pero Balotelli volvería a tener espacios para girar a los 8 minutos (su disparo casi sorprende a Corona) y otra vez a los 11, en una dinámica que México no solo no atinaba a corregir sino que, aun más grave, no parecía querer reconocer.
En la segunda parte, sin energías, México retrocedió aun más, con Chicharito y Dos Santos
Entre la posición retrasada de los medios, la falta de iniciativa en la presión y el afán de Chicharito y Dos Santos por bloquear a Pirlo y a De Rossi, Barzagli y Marchisio se plantaban con frecuencia en mitad de campo con balón dominado. A esa altura el partido seguía un guion difícil de imaginar unos años atrás. México defendía en su campo, moderaba las salidas cortas y no lograba conectar a sus volantes. Italia abría a Abate y De Sceglio en las salidas, construía desde el centro con Pirlo o con De Rossi y procuraba evitar cualquier lanzamiento frontal que no fuera imperioso. Mediada la primera parte, una falta sobre Balotelli dejó a Pirlo un tiro libre a la distancia justa, ni tan lejos como para restarle potencia ni tan cerca como para que la pelota no tenga tiempo de caer como cayó: al ángulo.
La ventaja, que en otros tiempos los hubiera llevado a encerrarse en campo propio y jugar con máxima seguridad defensiva, no alteró los planes de Italia. El error posterior de Barzagli, que propició el penal del empate, se inscribe dentro de esta nueva dinámica que propone Italia desde la llegada de Prandelli: es un precio a pagar por el cambio de estilo y un riesgo del que nunca están exentos los equipos que optan por aprender a salir desde atrás.
En la segunda parte, sin energías, México retrocedió aun más, con Chicharito y Dos Santos plantados detrás de la mitad de la cancha. Aquino, que nunca había podido tomar a Montolivo, dejó su puesto a Mier y De la Torre se enrocó. El gol de Balotelli, en su enésimo giro, dejó a Italia con tres puntos y a México con la misma pregunta que arrastra en las eliminatorias mundialistas: ¿a qué se debe esa dificultad manifiesta para colocar elementos propios en campo rival?, ¿a lo táctico?, ¿a lo físico?, ¿a la actitud? Difícil decirlo desde afuera, aunque los últimos 12 minutos del partido de ayer pueden contener casi todas las respuestas.
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