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Desmarets se bajó del bus

El ex jugador del Deportivo puede debutar con Haíti, la tierra de su familia paterna, contra España Con el Vitoria de Guimaraes jugó la eliminatoria previa de la Liga de Campeones

Desmarets en su época deportivista
Desmarets en su época deportivistaafp

El cuento de hadas de Yves Hadley Desmarets (París, 1979) escribirá mañana en Miami nuevas líneas. A punto de cumplir 34 años tiene la oportunidad de debutar con la selección del país que vio nacer a su padre y jugar contra la campeona del mundo, hito que culmina una historia singular, la de un ignoto futbolista aficionado que de un día para otro se convirtió en profesional del balón para jugar en un país que nunca había pisado, que dio el salto a la Liga española de la mano del Deportivo y quiere culminar su carrera en el fútbol árabe.

Todo era convencional en la vida de Desmarets hasta que en el verano de 2006 el técnico portugués Luis Norton de Matos acudió a ver un partido del Red Star, un modesto que jugaba en el cuarto escalón del fútbol francés. Lisboeta, pero con experiencia como futbolista en el fútbol belga, a Norton de Matos, que ésta última campaña trabajó al frente del Benfica B, le gusta acudir a caladeros de talentos. En el verano de 2006 tenía una misión: construir un equipo que recuperase la categoría para el Vitoria de Guimaraes, un histórico de la liga portuguesa que había sufrido un traumático descenso sumido en problemas económicos. Necesitaba acudir a un baratillo y le habían hablado de un compañero de Desmarets que descollaba en campos de arrabal. Allí acudió, pero pronto desvió la mirada hacia aquel zurdo constante y trabajador, un motorcito en el que atisbó maneras y al que puso sobre la mesa un contrato de un año con el Vitoria.

Desmarets acogió la propuesta con estupor. Padre de un niño de cuatro años al que había llamado Marlon por su admiración al protagonista de la saga de El Padrino, trabajaba como conductor en la línea de autobuses que une el centro de París con el aeropuerto de Orly con un horario poco amable, de una a seis de la madrugada. En aquel momento su rutina consistía en llevar al niño al colegio al terminar la jornada laboral, regresar a su casa en el barrio en el que creció, Villiers, dormir hasta primera hora de la tarde y, tres veces por semana, entrenar para preparar el partido del fin de semana. Su horizonte era consolidar su puesto de trabajo en la SNCF gala, el gigante del transporte del país vecino. Hacer kilómetros en una vida anónima tal y como los hacía su padre, taxista en Nueva Jersey. “Pensé que era una broma”, recuerda sobre la oferta del Vitoria. Pero Guimaraes le cambió la vida, pudo enfocar todo al fútbol. Se convirtió en un pilar del equipo, que a los seis meses le ofreció un contrato de tres años. Ascendió de categoría y en el regreso entre los grandes el Vitoria acabó tercero y obtuvo el pasaporte para jugar la eliminatoria previa de la Liga de Campeones, donde cayó en un polémico partido en Basilea.

En cuatro años en Portugal, Desmarets se convirtió en un futbolista fiable que acumuló 122 partidos, 11 goles y rumores de interés por parte del Braga, Sporting de Lisboa o Fulham. Hasta que a Miguel Ángel Lotina le dieron un dvd con partidos del Vitoria. En el Deportivo estaban siguiendo a un mediocentro, pero el preparador vasco, como años antes Norton de Matos, situó su foco sobre el zurdo que galopaba por la banda, que iba y venía. Entendió que era una alternativa a las lesiones y ausencias de Andrés Guardado y recomendó su fichaje. “Va a sorprender”, auguró Lotina. Pero la apuesta acabó en fiasco porque Desmarets no llegó al nivel que le suponía el técnico, apenas contó en doce partidos de Liga, no marcó gol y acabó la temporada con una grave lesión de rodilla que convirtió también en fallida su siguiente experiencia en el Kerkyra de la liga griega, donde no llegó a debutar en partido oficial.

El pasado verano Desmarets regresó al pasado amable. Se alistó en Os Belenenses, otro histórico luso que quería, y finalmente consiguió, recuperar su sitio entre los grandes. Más de dos años después volvió a gritar un gol. “Vuelvo a ser futbolista”, declaró exultante. Pero su participación no tuvo tanto calado como en Guimaraes. La entidad del barrio lisboeta del Restelo ya le ha dicho que no renovará el vínculo que les unía. Desmarets busca equipo y su debut con Haití puede servir para ponerle en el escaparate (ha sido ofrecido a clubes de Qatar y Arabia) y prolongar su relación con el fútbol. La vida le ha cambiado: ya no conduce autobuses sino un lujoso todoterreno, pero no olvida ni sus orígenes –“disfruto del fútbol más que otros compañeros porque mi camino ha sido diferente”, apunta- ni los de su familia antillana, a la que honrará visitiendo la camiseta del país donde vive su abuela paterna, una anciana que milagrosamente salió con vida del terremoto de hace tres años.

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