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Salvados y desesperados

El Zaragoza arruina su crédito y el Athletic se agarra al flotador de Llorente y De Marcos (1-2)

Gurpegi protege el balón ante Postiga.
Gurpegi protege el balón ante Postiga.Javier Cebollada (EFE)

Existe el gol del cojo, el del flequillo, el de la coronilla, el de la tonsura sacerdotal; goles que se marcan con la caña, con la uña, incluso con la mano por culpa de Dios, pero Helder Postiga marcó con la lumbalgia, una faceta milagrosa por cuanto se supone que el lumbago te deja más tumbado que a un recolector de patatas. Así, agarrándose la zona lumbar, por detrás y por el costado, cazó un centro de Montañés de esos que exigen un movimiento coordinado de cintura y cuello que o te tumban o te descansan, o te vas a la caseta o te vas a la gloria, sobre todo si tu equipo más que una lumbalgia se juega una baja de un año en el infierno.

Y existe el gol del futbolista reprendido, Llorente, convertido en Robin Hood, aunque no reconocido. Y el de tacón del que se anuncia como un golpeador implacable. Es lo que tienen los finales de Liga. Al Zaragoza le restan 180 minutos de angustia; al Athletic, el placer de la tranquilidad con la permanencia conseguida.

ZARAGOZA, 1 - ATHLETIC, 2

Zaragoza: Roberto; Fernández, Sapunaru, Álvaro, Abraham; Pinter, Apoño; Víctor, (Bienvenu, m. 76) Rodri (Rochina, m. 57), Montañés (Movilla, m. 67); y Helder Postiga. No utilizados: Leo Franco; José Mari, Paredes y Romaric.

Athletic: Iraizoz; Ramalho (Castillo, m. 72), Gurpegui, San José, Aurtenetxe (Ibai Gómez, m. 45); Herrera, Iturraspe, De Marcos; Susaeta, Aduriz (Llorente, m. 45) y Muniain. No utilizados: Raúl, Toquero, Ruiz de Galarreta e Ismael López.

Goles: 1-0. M. 14. Helder Postiga. 1-1. M. 80. Llorente 1-2. M. 91. Ibai Gómez.

Árbitro: Del Cerro Grande. Amonestó a Sapunaru, De Marcos, Álvaro, Pinter, Apoño, Llorente y Bienvenu.

34.000 espectadores en La Romareda.

Postiga encontró la postura adecuada en el momento oportuno como corresponde a un guerrillero del área. El momento adecuado, porque el Athletic le había robado el alma al Zaragoza, es decir, el balón, el espacio, la voluntad y le había metido más miedo en el cuerpo del que ya traía del vestuario salvo para defender. Ahí andaba listo Jiménez, arriesgando con una defensa adelantada que invalidase las diagonales de De Marcos y las correrías de Aduriz. Sabido es que De Marcos resulta inaccesible en el marcaje al hombre porque es más imprevisible que una salida del indomable Higuita y más infatigable que John Wayne en la pelea de El hombre tranquilo. Así que Manolo Jiménez trató de achicarle el espacio a riesgo de dejar un desierto entre sus defensas y su portero. Lo que el Zaragoza no hizo bien, en ese caso, se lo enmendó el árbitro auxiliar, que tenía una nube de tags en los ojos y veía fuera de juego como marcianitos en el área. Se ve que marcar a De Marcos es difícil incluso para los jueces de primera instancia. Dos fueras de juego imaginarios le robaron dos goles: uno anulado, el otro impedido.

El Athletic tiene alma de pinchadiscos. Es el que anima la fiesta, con buena música, el que acelera a la concurrencia, la pone en órbita y cuando baja a la pista de baile le han dejado sin pareja. El Zaragoza, más directo, tiene sus pequeñas dagas: Víctor, el pizpireto, Montañés, el inquietante y sobre todo Postiga, el determinante.

Con esos tres soplos tuvo el aire fresco que requería el final del túnel. El resto era resistir mientras el Athletic seguía pinchando discos, cada vez más convencionales, como en las bodas donde sabes lo que va a caer cada cinco minutos. Metió Bielsa a Llorente e Ibai Gómez para echar hacia atrás la defensa del Zaragoza y ganar espacio y oportunidades por confusas que fueran. Y de pronto a Iraizoz se le fue la mano y estuvo a punto de meter un gol con la mano al despejar hacia adentro un centro enroscado que golpeó en el larguero. Ahí se acabó la música.

El Zaragoza, sin música celestial, comenzó a dudar si atacar o defender, si hacer cuarto y mitad o media libra de cada. Y mientras buscaba respuestas, De Marcos enredó un disparo entre los centrales que acabó empujando con una esquina de la puntera Fernando Llorente, convertido en los dos últimos partidos en el salvador vilipendiado del Athletic. Y luego Ibai, tras otro ejercicio técnicoatlético de De Marcos, marcó de tacón la puntilla como un tejón al Zaragoza. Cuando jugó en silencio, sin música celestial, ganó en un concierto acústico. El Zaragoza se meció entre ruidos de violines. Es lo que va de la lumbalgia al tacón pasando por la puntera.

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