Agirretxe afirma a una gran Real
El delantero lidera el triunfo donostiarra ante el Valencia con tanta sutileza como fuerza
Dicen los clásicos que al baloncesto se juega con un base y un pívot. Y dicen los clásicos que al fútbol se juega con un central y un delantero centro. Luego las tácticas, los engranajes, le dieron el poder a los centrocampistas y el fútbol se hizo horizontal, más elegante, con más tecnología que el viejo pico y la herrumbrosa pala. La Real y el Valencia no desprecian la tecnología pero tienen aire de equipos que usan todo el campo como los ejércitos antiguos ocupaban las praderas. Ayer se jugaban el 75% de su presencia en la Champions y lo de especular era un término puramente económico. Curiosamente la racha del Valencia comenzó cuando la Real le hundió el barco a Pellegrino con un 2-5 que le mandó al salón de su casa. Llegó entonces Valverde y el Valencia cambió de todo menos de camiseta.
Ambos tuvieron ayer un central y un delantero como puntos de referencia. Mathieu, al que una vez recurrió Valverde por falta de efectivos, se ha hecho un loft en el área del que nadie puede echarle ahora. Es el presidente de la comunidad. Soldado es el delantero de manual, vivo como una ardilla, pero poderoso como un toro. Su capacidad para encontrar los pasillos entre los centrales de la Real solo puede entenderse como una inteligencia natural. Adelantarse a ellos es una de sus virtudes. Y así cazó un centro bien cosido de Cissokho para ponerlo en el costurón de la red con un cabezazo sutil y cruzado. Era el premio a la intensidad que Valverde exige al Valencia y a todo equipo al que dirija. Una presión que le daba el balón y la velocidad a base de retrasar el juego de Illarramendi acercándole a su portero y alejándole de los generales del área.
Pero es difícil destruir la moral de la Real, un equipo organizado pero fogonero por naturaleza. Sus chispazos son pólvora pura e inesperada. Había fallado Chory Castro por confundir la lentitud con el placer y acertó, sin embargo, después, Íñigo Martínez, el central de la Real, tras un saque de esquina. Agirretxe, el delantero centro, era el futbolista más inspirado. Lo demostró de salida con un pase a Carlos Vela, que lo hubiera firmado el más ilustre de los centrocampistas. Agirretxe reivindicó su condición de futbolista por encima de la de cabeceador de principio a fin. La jugada del segundo gol fue una obra de arte por su parte y por la resolución del Chory. El más afamado delineante no hubiera tirado una curva tan medida como la que Agirretxe le trazó a Chory para que batiera a Alves en el segundo gol realista. Si la selección se ha reivindicado con los bajitos, hay futbolistas, como Agirretxe, que reivindican la calidad de la estatura.
El árbitro no vio unas manos del portero Bravo fuera del área ni otras de Cissokho dentro
R. SOCIEDAD, 4 - VALENCIA, 2
Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Íñigo Martínez, Mikel González, De la Bella; Illarramendi (Pardo, m. 87), Bergara; Chory Castro (Zurutuza, m. 76), Xabi Prieto (Ansotegui, m. 88), Vela; y Agirretxe. No utilizados: Zubikarai; Cadamuro, Ifrán y Estrada.
Valencia: Alves; Pereira, Costa, Mathieu, Cissokho (Valdez, m. 79); Albelda (Guardado, m. 76), Parejo; Feghouli (Piatti, m. 72), Banega, Jonas; y Soldado. No utilizados: Guaita; Barragán, Viera y Víctor Ruiz.
Goles: 0-1. M. 25. Soldado. 1-1. M. 34. Íñigo Martínez. 2-1. M. 73. Chory Castro. 3-1. M.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a Cissokho, Íñigo Martínez, Mathieu, Banega, Albelda, Bergara e Illarramendi.
Unos 30.000 espectadores en Anoeta.
Había centrales, había delanteros, había centrocampistas, había de todo. De todo, menos árbitro. Si un colegiado no quiere arbitrar, lo mejor es que simule un tirón y ceda los trastos al cuarto árbitro, seguramente más engañado. No vio unas manos fuera del área de Bravo que hubieran significado su expulsión. No vio unas manos estruendosas de Cissokho dentro de su área y no vio una cesión manifiestamente voluntaria de Joao Pereira a Alves. No vio nada y había dudas de si habría acertado con el resultado en la ficha. No estaba Fernández Borbalán, pero sí estaban los futbolistas, muy por encima de la capacidad arbitral. Hay veces que los jugadores convierten en intrascendente la ineptitud del tribunal judicial.
Quedaba un asunto pendiente, reivindicar a cada cual en su lugar. Y el fútbol reivindicó a Agirretxe con el tercer gol, tras un pase de dibujante de Xabi Prieto. El cabeceador metido a asistente acabó marcando con el pie. Pero había mucho Valencia enfrente y Jonas también necesitaba un baño personal. Disparó Banega y respondió Bravo con una mano providencial, pero su rechazo lo cabeceó ansioso Jonas convirtiendo los últimos cinco minutos en un pugilato estruendoso. Pero estaba Agirretxe, tan grande como inteligente, tan fuerte como sutil, para marcar en el último instante un gol de fantasía. El que le lleva a la Champions. El gol que le hace muy grande.
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