Sin pase, Falcao se apaga
El delantero colombiano aprovecha el único balón claro y después padece la imprecisión de su equipo
Como es habitual, Radamel Falcao fue el último en abandonar el terreno de juego al término del calentamiento. Le gusta finalizar la preparación previa a los partidos rematando a puerta, una forma de inyectarse autoconfianza. Trotó el colombiano hacia el vestuario jaleado por la hinchada atlética. Todo apunta a que se marchará al término del curso, pero la grada le mima. Cuando a los cuatro minutos se elevó en el segundo palo para empujar de cabeza el tocado centro de Godín, tras el despeje manso de Diego López y el inmovilismo de la defensa madridista, el Calderón estalló. Entre la alineación descafeinada de Mourinho, la intensidad con la que los futbolistas de Simeone se desplegaban y el anhelo de los rojiblancos por acabar con 14 años sin ganar al eterno rival, las tribunas se electrificaron con una corriente de optimismo.
El primer balón claro que recibió Falcao fue gol. Pocos más volvió a recibir en todo el primer tiempo. Solo un centro que volvió a cabecear anticipándose a Carvalho, pero al que le faltó el giro de cuello necesario. Desde que el Madrid logró el empate, el Atlético cayó en un desconcierto con la pelota que se llevó por delante esa salida en tromba. No volvió a ser el mismo y no volvió a tener Falcao la posibilidad de aumentar su cuenta. Quiso salir del ostracismo retrasándose a recibir balones, pero esta temporada se le ha visto más torpe que el curso anterior lejos del área. Cuando no se resbalaba, no tenía suficiente salida explosiva cuando giraba. Lo intentó una y otra vez durante el primer tiempo, pero cada acción moría presionado a la espalda por Carvalho o Khedira.
La impotencia de Falcao reflejó la de todos sus compañeros. La imprecisión volvió a apoderarse de los centrocampistas rojiblancos y sin juego por detrás, el valor del goleador se rebaja notablemente. También Diego Costa, cuyos desmarques son los más vistos por la línea de centrocampistas cuando se les apaga la luz.
La impotencia del delantero reflejó la de todos sus compañeros
Algunos de los ejercicios que Simeone diseña en el Cerro del Espino durante la semana están encaminados a mejorar la precisión. Él y sus ayudantes no paran de gritar la importancia de ajustar los pases, pero en partidos como el de anoche ese trabajo no se ve. Y lo acusa Falcao, que no encuentra una secuencia de juego que posibilite su poderío en el área, que es el que le ha mantenido este curso como uno de los mejores delanteros del mundo.
En la segunda mitad, Falcao deambuló desesperado por la falta de balones. Hasta se encontró con la precipitación de Gabi en la única jugada trenzada en la frontal del área. Estaba solo a menos de un metro del capitán, que no le vio y remató la pelota dormida. Falcao puso cara de no creérselo.
No volvió a rondar el gol, mientras Óliver se consumía calentando siendo el único jugador que, por sus características, podía subsanar esa negación con la pelota de sus compañeros y el apagón de Falcao, que fue general. En la grada, decepcionada, y en el equipo, que dejó escapar la ocasión más clara de ganar al eterno rival en los últimos 14 años.
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