Dulce revancha del Valencia
El equipo de Valverde responde a la paliza de la primera vuelta del Málaga (4-0) con otra goleada (5-1)
A diferencia de la ida, cuando el Málaga goleó y retrató a un Valencia muy mustio, Mestalla disfruta ahora de un equipo vitalista y valiente. Preparado para abstraerse de los conflictos sociales del club y disputarse la cuarta plaza con la Real Sociedad el próximo domingo en Anoeta. Contagiado anoche por la energía de Parejo y de Ever Banega, una pareja inesperada. Asociada para derretir a un Málaga desubicado. Cinco minutos de gloria, al filo de la media hora, el cuadro de Valverde concentró todas sus virtudes: la ambición, la pureza técnica y la efectividad. Valverde ha transformado el equipo de arriba abajo. Su renovación se presume esencial para el porvenir de la entidad.
Valencia, 5 - Málaga, 1
Valencia: Diego Alves; João Pereira, Rami, Mathieu, Cissokho; Jonas (Bernat, m. 86), Albelda (V. Ruiz, m. 68), Parejo, Canales (Feghouli, m. 34); Ever; y Soldado. No utilizados: Guaita, J. Viera, Valdez, Guardado.
Málaga: Caballero; Gámez, Demichelis, Weligton, Eliseu; Joaquín, Iturra (Lucas Piazón, m. 87), Camacho (S. Sánchez, m. 65), Isco; Baptista; y Saviola (Duda, m. 46). No utilizados: Kameni, Lugano, Santa Cruz y Antunes.
Goles: 1-0. M. 25. Parejo. 2-0. M. 27. Soldado. 3-0. M. 29. Soldado, de penalti. 4-0. M. 31. Canales. 4-1. M. 46. Baptista. 5-1. M. 56. Ever Banega.
Árbitro: Teixeira Vitienes. Amonestó a De Michelis, Ever, João Pereira, Isco, Camacho, Weligton, Duda, Gámez.
Unos 40.000 espectadores en Mestalla.
Ever Banega es una moneda al aire. Esta vez salió cara. El mediocentro argentino puso el malabarismo a su servicio, sorteando adversarios, uno tras otro, a fin de que su equipo tuviera superioridad numérica. El Málaga, ni siquiera a golpes, podía pararlo. Es duro de tumbar, se aferra al centro de gravedad y sale de las situaciones más comprometidas. Lo difícil es para él pan comido; le cuesta mucho más lo fácil, su asignatura pendiente. Le sobró, además, una entrada brutal en una acción intrascendente a Isco, enemigo anoche número 1 de Mestalla por unas declaraciones que la hinchada entendió de desagradecimiento para alguien formado en la escuela valencianista. Isco y sus compañeros en la medular sufrieron una avalancha por parte del centro del campo valencianista: gigante Albelda en la presión, majestuosos Parejo y Canales en la prolongación de cada ataque casi siempre inventado por Banega. El fútbol le está devolviendo a Parejo parte de lo que este le dio en los últimos meses. Su enorme esfuerzo por estar bien físicamente, por aprender el oficio de medio de contención, como se empeñó Valverde, por ganarse a una hinchada que lo había rechazado reiteradamente. Más suelto esta vez con la presencia de Albelda, con el permiso para soltarse más en ataque. Entró con decisión en la frontal del área, quebró a Demichelis y le favoreció el rebote tras golpear el cuero en la chepa del central argentino. Solo hubo de marcar.
Hasta Cissokho se unió a la fiesta. En todo el curso no se había ido de nadie y en un par de zigzagueos dejó tumbados a sendos defensas malaguistas. Su centro lo remató Soldado. Fueron cinco minutos prodigiosos, alargados por un doble penalti de Demichelis: primero a Soldado y después a Ever. Lo transformó Soldado. Estaba en éxtasis el Valencia y al rechace de Caballero a un tiro cruzado de Jonas acudió Canales a embocarlo. La felicidad del cántabro no iba ser completa. Como si le persiguiera un halo de fatalidad, tras marcar su segundo tanto en dos jornadas después de casi dos años lesionado, cayó fulminado al suelo. Otra lesión, esta vez muscular. Ser marchó del campo con la cabeza grapada al césped, invadido por la tristeza. Y el Valencia notó su marcha por que se apagó el entusiasmo de esa media hora. El Málaga aun no había roto a sudar y, solo al final de la primera parte, Baptista envió una falta exquisita al palo derecho de Diego Alves.
A Pellegrini no le había gustado la aportación de Saviola y lo sentó en el descanso para atacar con Duda y un falso nueve (Joaquín o Baptista). Era un guiño al partido de Dortmund, pero las circunstancias eran muy diversas. El Valencia mordía y Ever seguía regateando a placer. A Gámez en este caso, dentro del área, antes de lanzar un misil por encima de Caballero. Mestalla le dedicó una de las ovaciones de su vida a Albelda, excelente una vez más, en uno de sus últimos recuerdos en la que ha sido su casa durante 15 temporadas. Mestalla se lo pasó en grande. No hay vacío de poder en el club que pueda con un vestuario armonizado por la cabeza privilegiada de un entrenador.
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