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A Nadal se le atraganta Dimitrov

El español llega a semifinales tras sufrir 6-2, 2-6 y 6-4 al prometedor búlgaro, que le gana un set y cede entre calambres

Juan José Mateo
Nadal, ante Dimitrov.
Nadal, ante Dimitrov.VALERY HACHE (AFP)

Rafael Nadal llega 6-2, 2-6 y 6-4 a semifinales del masters 1000 de Montecarlo, donde le espera el francés Tsonga, pero lo que de verdad importa es la tarjeta de presentación que le deja Grigor Dimitrov en cuartos: el búlgaro, de 21 años, consigue la hazaña de ganarle un set en su pista fetiche (el séptimo que pierde Nadal en nueve años) y le marea con sus cambios de ritmo y altura. Se juega bajo las nubes y la pista está pesada. Al número cinco le cuesta mover la pelota. Dimitrov le ciega con los chispazos de sus brillantes golpes, pero el marcador se explica sobre todo a través de las piernas del mallorquín, que no le llevan a donde deben ni se flexionan lo suficiente, enmarañando así su juego. Nadal gana porque es Nadal, no porque compita a su mejor nivel. En el resultado pesa más su leyenda que su tenis.

Resultados y emparejamientos

  • Fognini-Gasquet (7-6(0) y 6-2)
  • Dimitrov-Nadal (2-6, 6-2 y 6-4)
  • Tsonga-Wawrinka (6-1 y 6-2)
  • Djokovic-Nieminen (6-4 y 6-3)

Semifinales (sábado a partir de las 13.00)

  • Nadal-Tsonga
  • Fognini-Djokovic

Bajo las nubes del cielo de Montecarlo, hablan las raquetas y callan los tenistas. El búlgaro dice muchas cosas con sus tiros: que le sobran clase y golpes, y que sus ojos leen el mapa de los intercambios como solo pueden hacerlo los privilegiados. Su derrota en los primeros cuartos de un master 1000 en su carrera le explica otras muchas cosas: que el tenis también es sufrimiento, paciencia para no dispararse en los errores no forzados, corazón para luchar e inteligencia para identificar los peloteos clave. Todo eso lleva a la pista Nadal, que nunca se rinde. Dimitrov afronta el partido a pecho descubierto. Juega de tú a tú con el titán de la arcilla. Ese sufrimiento en los intercambios le cuesta el partido: cuando llega al 4-4 del tercer parcial, siente un calambre, se le nublan las ideas, y paga el tributo del cansancio por haber llevado al mallorquín hasta el límite. Ahí cede el break y el partido, que es la 80ª victoria seguida de Nadal en abril, el primer mes de la gira de arcilla europea, en el que no se inclina desde 2005 (Andreev).

Nadal gana porque es Nadal, no porque compita a su mejor nivel. En el resultado pesa más su leyenda que su tenis

Sellar esa estadística no es empresa fácil. Acabada la primera manga, que el número cinco disputa brillantemente, el español juega sin profundidad, no domina los intercambios y se enreda en los errores. Compite descoordinado. Dimitrov deja golpes de gran nivel, pero la racha que le da el segundo parcial (gana 13 de 17 puntos) tiene mucho más que ver con los errores de Nadal. El español parece agobiado. Sorprendido por una situación nunca vista: desde que domina en Montecarlo, nunca había perdido un set antes de las semifinales (57-0). Lucha por su 45ª victoria consecutiva en el torneo sin parecerse a sí mismo durante un buen puñado de juegos.

El segundo set de Dimitrov mejora radicalmente el primero. Ahí Nadal le abre la puerta y él compite sin ataduras, despreocupado porque está ocurriendo lo lógico, que pierda. El español cambia de estrategia, empieza a abusar de su táctica de tirar contra el revés del búlgaro, y se mete en un problema. Desaprovecha dos 0-30 en la segunda manga, un 40-0 para mantener vivo el parcial, y, abocado al set decisivo, parece un punto angustiado. No le da tiempo para la épica, para gritar un “¡Vamos!” y apretar el puño. Llega al 3-4 con solo dos puntos al resto en su haber, y tras encajar dos juegos en blanco. Entonces, Dimitrov paga el precio de ir al cuerpo a cuerpo contra el titán de la arcilla. Se acalambra y pierde.

Nadal, siempre listo para los grandes momentos, se medirá ahora contra Tsonga, con el que se jugará el pase a la final de Montecarlo. Llegan las rondas decisivas, y Nadal busca al gran Nadal.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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