Un Celta por definir
La llegada de Abel anuncia un cambio de estilo en un equipo que necesita ganar al menos seis partidos para salvarse
El Celta se maneja en su regreso a Primera cambiante como el clima en Galicia, del sol a la tormenta, del vendaval a la calma chicha, siempre en la expectativa de una placidez que no llega. Partió como novato, plagado de futbolistas sin experiencia entre los grandes, se gustó y se creyó capaz, pero cuando quiso dar el gran salto cayó con tanto estrépito que propició la salida de Paco Herrera, su conductor. Con 12 partidos por delante el planteamiento es claro: debe ganar la mitad para no descender.
Hoy recibe en Balaídos al Real Madrid y dentro de dos semanas al Barcelona, entre medias visitará Riazor, el feudo de su archienemigo regional. Demasiada exigencia para un equipo que se está rearmando, en el que su técnico, Abel Resino, tres semanas después de llegar a Vigo, confiesa que todavía recopila información mientras teje un grupo más coriáceo en defensa y concreto en ataque, donde depende en exceso del talento de Iago Aspas. “Tenían dos fortalezas cuando empezó el campeonato: eran solventes en Balaídos y no les costaba generar ocasiones. Eso lo ha perdido. Ahora el Celta falla en las dos áreas”, diagnostica Gustavo López, uno de los referentes de la mejor época del club, cuando a inicios del milenio dejaba su sello en Europa.
La llegada de Abel se interpretó en Vigo como un punto final, o al menos como un paréntesis
La llegada de Abel se interpretó en Vigo como un punto final, o al menos como un paréntesis. Históricamente el Celta ha llevado consigo el gen de los equipos batalladores, el que le insufla su afición en su feudo cuando antes de cada partido apela, con su vibrante himno, a valores como la valentía, el corazón o el tesón. Aquel equipo en el que formaba Gustavo López, entrenado por Víctor Fernández, dio un giro a una herencia transmitida a través de generaciones. “Los dos últimos técnicos, Eusebio y Paco Herrera, iban en esa línea. Parecía que ya había una idea en la que incluso se incidió a costa de que durante un tiempo no salieran los resultados en Segunda. Ahora da la sensación de que como no llegaban los puntos se ha dado un bandazo. Y no sabemos muy bien qué Celta tenemos”, reflexiona Javier Maté, guardameta del club entre 1981 y 1993, un canterano del Madrid que se ha afincado en Vigo y que trabajó durante varios años en el club.
A Maté no le acaba de convencer la idea que ha mostrado Abel en sus dos primeros partidos. “Ha adelantado la defensa unos 20 metros y o lo haces muy bien, o los rivales te desbordan con un simple cambio de orientación”.
Abel está entregado para mejorar aspectos como el plan defensivo, donde había carencias importantes” Miroslav Ratkovic
“El equipo estaba muy partido”, dice Abel, que prefiere aludir a un grupo que juega más junto, no a una zaga más alejada del portero. El nuevo estilo está por pulir, pero ya parece haber damnificados porque el equipo ya no busca, como solía, la salida del balón a través de Borja Oubiña. “No me he parado a valorar eso. Tengo un entrenador que es el jefe, marca directrices y hay que cumplirlas. Todos los cambios cuestan y llevan tiempo, el problema es que no disponemos de mucho”, matiza. Capitán y guía de tantos jóvenes en la caseta, Oubiña defendió con cierta vehemencia la continuidad de Herrera horas antes de su destitución. “Los jugadores no somos tan burros como para pensar que la culpa es del técnico, lo único que provocaría un cambio es sobreexcitación en el vestuario”, clamó.
Precisamente ese vuelco es una de las claves que defiende Miroslav Ratkovic, fino estilista en el Celta que llegó a su primera final de Copa en 1994, hoy en la secretaría técnica. “Herrera tenía nuestro cariño y respeto por todo lo que se ganó con él, pero buscamos reactivar a los chicos, provocar que despertasen y creyeran en sus posibilidades. Abel está entregado para mejorar aspectos como el plan defensivo, donde había carencias importantes”, reafirma.
Tras superar un proceso concursal, hay mucho en juego con la continuidad en Primera. “Tenemos a muchos aficionados de entre 18 y 25 años que se han acercado al equipo y que podrían desanimarse”, estima Maté. En los despachos se empieza a ver la luz a nivel económico, pero nadie sueña con correrse otra fiesta como la que llevó al equipo a la Liga de Campeones. Se anhela un Celta sostenible, que mire a su nutrida cantera, para la que acaba de presentar un proyecto de ciudad deportiva de la mano del Ayuntamiento, y cuadre cuentas con el traspaso de alguno de sus futbolistas destacados. “Parece contradictorio, pero solo así conseguiremos estar cada vez más cerca de los mejores”, concluye Ratkovic.
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