“Ante el portero no pienso, actúo”

Con 18 años llegó como lateral a un Valladolid entrenado por Juan Carlos Pastor que le dijo que nanai, que con ese peso, con tan poco cuerpo, no jugaría en la primera línea, que lo suyo sería el extremo. “Me tuve que reinventar”, recordaba ayer Albert Rocas (Palafrugell, Girona, 1982) pocas horas después de llegar a Barcelona, donde hoy España (19.15, Teledeporte) luchará por meterse en la final ante Eslovenia. No le fue nada mal la reinvención a Rocas, máximo goleador de la selección con 33 goles y un porcentaje de acierto en el lanzamiento del 85%.

“Me noto con confianza, pero también porque Valero me la ha dado”, explica Rocas, que se reparte el letal flanco derecho con Victor Tomàs. Solo entre ambos han firmado 65 de los 219 tantos de la selección. Implacable definidor, Rocas cuenta con un ilimitado repertorio de lanzamientos a partir de una simple premisa: “Procuro tirar a todos los sitios, de todas las maneras posibles, sabiendo siempre que hay tres o cuatro lanzamientos que son mi fuerte y que cuando estoy jodido son los que mejor me salen. Pero hay lanzamientos de los que hasta yo me sorprendo”.

Esa batalla psicológica de milésimas entre el portero y el extremo cuando este está en el aire no cree Rocas que se pueda preparar. Al menos él no lo hace. Al llegar el momento, decisión: “No pienso, actúo. Nunca me ha gustado pensar las cosas. A veces me equivoco, pero cuando lo hago tengo más opciones de fallar. Donde ves el hueco la intentas meter”, zanja el extremo.

Los que llevamos un rato sabemos que son muy peligrosos. Si no salimos al 200%, nos van a ganar"

La firmeza con la que habla Rocas es la misma que muestra sobre el parqué. Pero no siempre fue así. Sabe lo que es tocar el cielo —junto a Entrerríos es el único que se mantiene del equipo que ganó el oro en Túnez—, pero también lo que es quedarse fuera de un gran torneo, en el Europeo de Austria, en 2010. “Cuando volví para el Mundial de Suecia lo disfruté mucho”. Lo mismo sucedió en los Juegos y está ocurriendo ahora: “Me ha costado mucho estar aquí, como me he visto fuera muchas veces y he pensado que igual no volvía, ahora lo valoro más. Hace tiempo que me cambió el chip”.

Con un brillante palmarés en la selección y en los clubes, Rocas tiene además la fortuna de haber sido entrenado por los mejores preparadores españoles: “Cuando acabe mi carrera deportiva al menos podré decir que sé algo de balonmano”, dice Rocas, que de cada uno se llevó una lección. “Pastor me enseñó a jugar al balonmano, todo lo que sé es en gran parte gracias a él; Zupo [Equisoain], la confianza y la tranquilidad para asentarme en un equipo de élite como el Portland siendo muy joven, con 21 años; de Manolo [Cadenas] aprendí la exigencia de estar cada día entregado al 100%. Y de Pasqui [entrenador del Barça, su equipo] y Valero, que creo que es la misma escuela, saqué que si trabajas cada día, tu momento acaba por llegar. Antes tenía más altibajos. Gracias a ellos he sido más regular en el Barça y en la selección. He conseguido la madurez como jugador”, se felicita.

Una experiencia que le hace ser cauto ante el encuentro de hoy. Sabe lo que es llegar favorito a una semifinal, como en los Juegos de Pekín ante Islandia, y acabar hundido a las primeras de cambio: “Nos sacaron pronto del partido y acabamos perdiendo por siete”. Por eso pide máximo respeto para Eslovenia: “Más que la revelación, es un buen equipo que está jugando muy bien. Si vamos con la mentalidad de que no nos pueden ganar, estamos muy equivocados. Los que no la conocen, pensarán que es un rival con poco nombre, pero para nada. Los que llevamos un rato sabemos que son muy peligrosos. Si no salimos al 200%, nos van a ganar. O hacemos un gran partido y sacamos rendimiento del público o...”