El deporte, la otra burbuja
Los clubes de fútbol europeos acumulaban una deuda de 6.500 millones de euros al terminar la temporada 2010-2011, según un estudio de la UEFA desvelado por EL PAÍS. El problema no es nuevo ni está en vías de solución. Al contrario, se recrudece temporada tras temporada. La deuda habría crecido un 36%, respecto de 2009, y un 153% respecto a 2011. Ninguna liga profesional está a salvo. Las cinco grandes ligas europeas por volumen de ingresos (inglesa, española, alemana, italiana y francesa) son deficitarias: perdieron 1.584 millones de euros en el ejercicio 2010-11, según el estudio del profesor de la Universidad de Barcelona, José María Gay de Liébana. Y estas cifras se produjeron en un marco de crecimiento extraordinario del negocio del fútbol, de un 34% entre 2005-2006 y 2010-2011.
La UEFA ha tomado cartas en el asunto y ha empezado a aplicar la normativa del Juego Limpio Financiero que ha de estar plenamente en vigor a partir de la temporada 2014-2015. Así, el Málaga ya ha sido expulsado de las competiciones europeas de la temporada 2012-2013. Sin embargo, la persistencia de los números rojos del fútbol y su volumen indican que su problema es estructural y que la deuda acumulada es impagable. La solución no vendrá a través de sancionar a los clubes morosos. Las raíces son más profundas, casi culturales. Buena prueba de ello es que no se trata de un déficit que afecte al fútbol solamente. Todos los deportes, tanto profesionales como amateurs, sufren la misma falta de viabilidad, desde el baloncesto al atletismo pasando por las demás disciplinas olímpicas y no olímpicas.
El proceso de desprofesionalización del deporte de base y amateur es inexorable
La razón inmediata es que el deporte ha vivido durante más de dos décadas muy por encima de su realidad económica y social. En este sentido, no constituye un caso único aunque, dado su valor simbólico, quizás sea más grave. Los recortes en los presupuestos de 2013 aprobados por todas las administraciones públicas, Consejo Superior de Deportes, autonómicas y municipales, que se añaden a los ya aplicados en ejercicios anteriores, amenazan la supervivencia de no pocas federaciones, clubes, competiciones, programas de tecnificación, etcétera. Lo cual no hace más que subrayar su inviabilidad. El modelo edificado era irreal y ha sucumbido a la crisis. Cuando un equipo campeón debe renunciar a un ascenso porque no puede asumir los costes de participación en la nueva categoría, como le sucedió este verano al Menorca de baloncesto, por citar un ejemplo, significa que estamos ante un sistema quebrado.
El error fue de partida. En España, y en casi toda Europa, no se separó correctamente el deporte profesional del amateur. No hay un deporte profesional y uno amateur: hay un deporte amateur progresivamente profesionalizado por clubes y categorías compitiendo entre ellos y organizados por los mismos estamentos. Resolver esta contradicción a corto plazo es una quimera puesto que se trata de una de las raíces de la cultura deportiva del país. Lo único probable es el trompazo y vuelta a empezar. Un proceso de desprofesionalización del deporte de base y amateur es inexorable, es una cuestión de supervivencia. La clase media deportiva también está condenada a desaparecer. Luego, tendremos el deporte que nos podamos pagar y unas ligas profesionales redimensionadas a las necesidades e intereses de sus clientes y patrocinadores, es decir, de ámbito europeo.
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