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El estilo como escudo

Sin Tito, el Barça se impone al Valladolid (1-3) con un partido calmado y ortodoxo

LADISLAO J. MOÑINO
Xavi celebra su gol con Messi.
Xavi celebra su gol con Messi.NACHO GALLEGO (EFE)

Cargada la previa por la vía emocional suscitada por la recaída de Tito, el Barcelona corría el peligro de sobreexcitarse. No fue así la gestión de sus sentimientos. Todo lo contrario. Afloró la naturalidad de su juego cuando lo necesitó y claro, ahí también emergió Messi.

Respondieron los futbolistas a las órdenes de Roura con un ejercicio de ortodoxia. Fue como si en la dificultad anímica en la que se ha metido el grupo este decidiera asirse al puro estilo, como si el caparazón para aislarse fuera el desarrollo natural de la mecánica de tiempos, movimientos y pases, no todos precisos. Ahí, en las combinaciones, al Barça le costó reconocerse. Le concedió la pelota el Valladolid y le ofreció las bandas, el último recurso que parece haberse impuesto para tratar de cortocircuitarle o de que le pueda la impaciencia.

Valladolid, 1 - Barcelona, 3

Valladolid: Hernández; Rukavina, Sereno, Marc Valiente, Balenziaga; Omar, Sastre (Baraja, m. 81), Víctor Pérez, Bueno (Peña, m. 65); Óscar y Manucho (Guerra, m. 75). No utilizados: Jaime; Neira, Peña, Álvaro y Rubio.

Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Mascherano, Alba; Xavi, Busquets, Thiago (Iniesta, m. 84); Pedro (Tello, m. 93), Messi y Alexis (Villa, m. 77). No utilizados: Pinto; Puyol, Montoya y Dos Santos.

Goles: 0-1. M. 43. Xavi culmina una jugada colectiva del Barcelona. 0-2. M. 59. Messi, de jugada individual. 1-2. M. 88. Javi Guerra aprovecha un rechace de Valdés. 1-3. M. 93. Tello bate por bajo a Dani Hernánez.

Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Bueno, Sereno, Thiago, Sastre y Óscar.

Nuevo Zorrilla: Unos 25.000 espectadores.

Cuando pudo, el equipo de Djukic se desplegó con balones largos a Manucho o con los escarceos de Omar, sobre todo en los primeros golpes del partido. En uno de ellos, un centro pasado de Balenziaga, cabeceó Manucho y el balón dio en la mano de Jordi Alba. Clos no señaló penalti y eso ya hizo aflorar la irritación de la grada, que consideró que muchas de las faltas señaladas a favor de los azulgrana eran rigurosas. Presentó Zorrilla aforo completo, espoleado el personal por la presencia de uno de los grandes y animado por la propuesta ambiciosa de los suyos en lo que va de curso. Con el Barça en calma chicha, por momentos el voltaje del encuentro lo puso el ruido que salía desde las tribunas en cada decisión arbitral.

En ese escenario, el Barça jugó a digerir el partido, a encontrar una solución desde la calma con la que se pasaba la pelota. Jugó Alves por Adriano, lesionado, y Thiago entró por Iniesta, que acusaba molestias. El primero se ha convertido en una especie de satélite, un lateral al margen del sistema. Es como si hubiera perdido la conexión con los automatismos para engarzarse a sus compañeros. Hace daño aun cuando rompe con claridad, a un centro raso suyo no llegó por poco Alexis en el primer rondo que hilvanaron los culés.

Busquets sostuvo el dibujo para recuperar la pelota tras las pérdidas y tener el dominio

Thiago tuvo detalles, aunque le faltó precisión en algunas construcciones. Bajaba Xavi a tratar de ordenar, Messi flirteaba y amagaba con algún eslalon, Alexis trataba de hacer incursiones con desmarques de ruptura hacia adentro y Busquets sostenía el dibujo para recuperar la pelota tras la pérdidas. Suficiente para tener un dominio que no encontraba agujeros. Un par de faltas al borde del área concedieron primero a Xavi y a Messi la ocasión de sacar a pasear las roscas. Fue Messi el que estuvo más afilado. Su lanzamiento estaba más para un diestro que para un zurdo, pero hizo un ejercicio de magistral de tobillo que estrelló la pelota en el palo. Fue un aviso de lo que vendría luego. En esa academia templada con la que el Barça transitó por el partido el gol llegó por un costado. Debe ser duro conceder una zona, por descartar la que se piensa en la que este equipo puede hacer daño, y que el cerrojo salte por ahí precisamente. Inició Xavi, combinó con Messi, apareció Jordi Alba y Xavi llegó para acabar lo que había empezado. Faltaban cinco minutos para el descanso y el gol ya pareció finiquitar el duelo. Si con esa parsimonia los azulgrana habían logrado adelantarse, con un gol de ventaja ya parecieron inalcanzables en el segundo acto.

Siguió Busquets ejerciendo de dovela. Nadie representó mejor ese sosiego estilístico en el que se imbuyeron él y sus compañeros. Cortó mucho y tocó fácil y de primeras. Floreció Messi ya por completo con ese trazo ya más acertado con la pelota. Recuperó una vez más Busquets, entregó a Xavi, que regaló un taconazo a La Pulga. Lo siguiente fue un caño y un disparo raso, cruzado y manso que se coló tras pegar en el poste. Una obra que había sido precedida por un error en una ocasión de las que no suele errar. Había perseguido una pelota hasta la frontal del área, se aprovechó de una confusión, se hizo con el cuero y por primera vez en este año brutal que lleva, con todo a favor para marcar, su tobillo se descuadró por cuatro o cinco metros de la portería. Una anormalidad dentro de partido en que el Barça apeló a la naturalidad para dedicarle a su entrenador la victoria.

En medio de otra convulsión anímica, de otra bofetada, los futbolistas de Tito se agarraron al estilo. A lo de siempre. A la pelota. A tocar y a ganar.

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Sobre la firma

LADISLAO J. MOÑINO
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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