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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El negocio de la hamburguesa

Parker, Duncan, Splitter, Ginobili y Green, en el banquillo Spurs.
Parker, Duncan, Splitter, Ginobili y Green, en el banquillo Spurs.CHRIS KEANE (REUTERS)

El 29 de noviembre, el entrenador principal de los Spurs de San Antonio, Gregg Popovich, mandó a casa a cuatro de sus principales jugadores en vez de alinearlos esa noche contra los Heat de Miami. El 30 de noviembre, la NBA anunció desde el puente de la Estrella de la Muerte que iba a multar a los Spurs con 195.000 euros porque las acciones del equipo “incumplían una política de la Liga... sobre el dar descanso a los jugadores de una forma que vaya contra los mejores intereses de la NBA”.

Para la mayoría de los seres humanos razonables, esto parece una actuación ridícula por parte de David Stern y sus Lores de los Sith. La multa sienta un precedente inaplicable; ¿habría sido diferente si, por ejemplo, Popovich hubiese alineado a Tony Parker, Tim Duncan, George Hill y Manu Ginobili, les hubiese permitido jugar un segundo, hubiese pedido un tiempo muerto y luego los hubiese hecho entrenadores asistentes honorarios durante el resto del partido?

Ridículo, hasta que nos acordamos de que la NBA es un negocio extraño; los equipos no son, técnicamente, entidades separadas. No pueden existir los unos sin los otros. Por tanto, la NBA es como McDonald’s, ya que cada equipo actúa como una franquicia individual, no como una empresa individual. Los Spurs amenazaron el negocio de la hamburguesa, según Stern, y se vio obligado a intervenir.

Si hacemos una interpretación rígida de cómo funciona la economía de la NBA, la acción de Stern era una acción defendible. Pero no lo era.

Stern no falló al preocuparse por el descanso de los jugadores de los Spurs, sino por hacer algo al respecto

Permítanme que me explique.

La razón evidente por la que los Spurs fueron multados fue que decepcionaron a los aficionados que estaban esperando ver al mejor equipo de los Spurs jugar contra el mejor equipo de los Heat de Miami. En realidad, los Spurs fueron multados por los ingresos de la televisión (o la falta de los mismos); el partido se volvió significativamente menos interesante para el espectador ocasional porque las “estrellas” no jugaban. (Curiosamente, los Spurs casi ganaron el partido, un resultado que habría añadido un precioso giro irónico a la historia).

El problema de esta forma de pensar es su falta de visión de futuro. Es cierto que los Spurs pueden haber causado un problema a corto plazo (la pérdida de ingresos en un partido) para la NBA, pero una lesión de Manu Ginobili, Tim Duncan o Tony Parker —incluso el cansancio de esos jugadores— supone un problema a largo plazo (la pérdida de ingresos en varios partidos) para la NBA. Y la capacidad de resolver —o de prevenir— este problema es precisamente la razón por la cual la NBA contrató a Gregg Popovich para dirigir su sucursal de San Antonio. Gregg Popovich ha demostrado (ha ganado cuatro campeonatos) que sabe cómo dirigir un equipo de baloncesto.

David Stern no se equivocaba al preocuparse por el tema del descanso de los jugadores destacados. Pero se equivocaba en sus esfuerzos por hacer algo al respecto. En lugar de comportarse como el sabio consejero delegado de una próspera cadena de hamburguesas que confía en la gente que ha contratado para hacer su trabajo, Stern se ha conducido como un gerente intermedio vengativo que acaba de descubrir que un chico llamado Gregg ha estado usando el aceite equivocado para la freidora en San Antonio.

Y eso no es un comportamiento aceptable en el hombre que mucha gente aclama como el mejor comisario de los deportes estadounidenses. Lo que debe llevarle a uno a pensar que, después de todo, puede que no sea el mejor comisario de los deportes estadounidenses.

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