Ferrer, ante una oportunidad única

Son tres puños apretados, tres movimientos con el bíceps explotando, tres gritos que vocifera David Ferrer para celebrar su victoria (7-5 y 6-3) ante el francés Llodra en las semifinales del Masters 1000 de París. El alicantino jugará el domingo (Tdp, 15.00) la final para quitarse el sambenito de ser el tenista con más victorias (123) en la historia de las citas de la categoría que aún no ha levantado un trofeo. En su cuarto partido decisivo en un masters 1000 le espera el polaco Jercy Janowicz, un desconocido de 21 años que ha derrotado a Simon (6-4 y 7-5), su quinta víctima del top 20 en el torneo, para seguir provocando con sus brillantes dejadas, su espectacular saque y sus golpes como truenos la misma pregunta: ¿dónde andaba escondido este chico, el número 69 del planeta?

Llodra presionó extraordinariamente al español desde el resto. Fue una exhibición de restos red, una técnica en total desuso en el circuito. Si el francés no ha alcanzado cotas mayores en su carrera ha sido porque la pelea no está en su repertorio y porque la unificación de velocidades en las pistas perjudicó extraordinariamente a los tenistas con sus características. Ferrer sufrió de lo lindo y por momentos pareció desarbolado; en tres juegos, Llodra sumó siete bolas de break, diez en la primera manga, 11 en el total del duelo.

El número cinco solo ganó cinco puntos más que el 121, pero identificó aquellos que decidieron el guion del encuentro

Solo una rotura permitió el español, tan duro en la propuesta como sometido a los vaivenes de un jugador tan agresivo como para escribir el destino de muchos de sus partidos. En 2010, con una superficie hecha a su medida, Llodra dominó de cabo a rabo la eliminatoria Francia-España de cuartos de final de la Copa Davis (5-0), hasta el punto de que nadie consiguió tener una bola de break sobre su servicio en tres partidos. En Bercy, una de las canchas más rápidas del planeta, encuentra siempre su mejor terreno de expresión, ayudado además porque el techo impide que el viento, el sol y el calor influyan en el juego. Zurdo, su saque resbala hacia afuera, obliga a sus adversarios a perder el centro de la pista y le abre el horizonte. Extraordinario voleador, cierra las jugadas primorosamente. Arriesgado al resto, solo el buen análisis táctico del alicantino le permitió sobrevivir al abordaje: Ferrer supo encontrar el revés de su contrario y ponerse de derecha cuando este le buscó el suyo.

El número cinco solo ganó cinco puntos más que el 121, pero identificó aquellos que decidieron el guion del partido. Su juego al resto dominó el final de la primera manga y el principio de la segunda. Eso le dio un 7-5 y 2-0 desde el que construyó una victoria complicada, ante un contrario que en esa misma pista, allá por 2010, tuvo tres puntos de partido para alzar el título en la final contra Robin Soderling. El sueco es el último campeón de un masters 1000 que no pertenece a la intocable élite de los cuatro mejores del planeta (Djokovic, Federer, Murray y Nadal). El domingo, en París, Ferrer pelea por ser su heredero.