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Murray está desatado

El escocés, liberado desde que ganara en los Juegos y ya campeón del Abierto de Estados Unidos, vuelve a destrozar a Federer (6-4 y 6-4) Se medirá en la final de Shanghái con Djokovic que superó a Berdych (6-3 y 6-4)

Jordi Quixano
Murray y Federer discuten sobre la incoveniencia de poner el techo retractil.
Murray y Federer discuten sobre la incoveniencia de poner el techo retractil.PETER PARKS (AFP)

Es otro Murray. Sobre todo porque gana. Lo intuía el circuito, que atendía expectante a cómo se desarrollaba en la escuela de Emilio Sánchez Vicario al tiempo que se le señalaba como un top-5 del futuro; y lo sabían los grandes como Federer, que sufría de lo lindo a cada ocasión que se retaban. Y si el duelo era a tres sets, no era raro que se inclinara el suizo, el número uno. Ahora, el escocés Andy Murray está desencadenado, liberado, desatado. Logró la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, en Wimbledon, donde todas las miradas le suplicaban su eclosión y donde siempre tropezaba, y ya no hay quien lo pare. Así lo expresó de nuevo en Shanghái, donde venció de nuevo a Federer (6-4 y 6-4) y ya aguarda a Djokovic en la final, vencedor sobre Berdych (6-3 y 6-4).

La explosión de Murray va de la mano de la ausencia de Nadal, convaleciente todavía de sus rodillas

La explosión de Murray, en cualquier caso, va de la mano de la ausencia de Nadal, convaleciente todavía de sus rodillas. Los números son tan rotundos como expresivos. El tenista español se deshizo en el curso anterior del escocés en la penúltima ronda del Roland Garros, de Wimbledon y del Abierto de Estados Unidos. Desaparecido Nadal, Murray se ha erigido como el tenista a batir, al menos a la altura de Federer y Djokovic, puesto que tras laurearse en los Juegos -logró además un metal de plata en los dobles mixtos-, también conquistó su primer grande (US Open). Fue en una final tremenda, en un duelo sensacional de raquetazos y alternativas con el serbio. Un triunfo en cinco sets, superados los calambres, la tensión, la presión, todo lo que se le vino encima. Era el nuevo Murray, el de ahora.

Djokovic celebra el primer set ante Berdych.
Djokovic celebra el primer set ante Berdych.MARK RALSTON (AFP)

Un tenista que impone y que pocos se le resisten. Lo demostró Federer sobre el cemento de Shanghái, en lo que fue un recuerdo de la pasada final de Wimbledon,cuando todavía era el viejo Murray. Ocurrió en Londres que llovió justo cuando el escocés tomaba la delantera, por lo que se cerró el techo, espoleta definitiva para que Federer logrará su grande número 17 y entrara en la historia. Y ocurrió en China que volvió a llover cuando Murray vencía el primer set. Federer, tenso, nervioso, reclamó que se techara la pista, que era peligroso. Quería, también, tener ventaja. Y cuando al partido le quedaba un juego, cuando Murray sacaba para ganar, se cedieron a la pretensiones del número uno. El techo retráctil del Estadio Qi Zhong cerró sus ocho planchas en forma de hojas de la flor de loto, por primera vez en esta edición, y 35 minutos después salieron los tenistas a la pista. Lo que otrora hubiera sido un varapalo para Murray, en Shanghái no fue sino la constatación de que el número tres tiene fe en sí mismo, en su tenis. Sirvió y ganó. Ahora le toca Djokovic.

Lo que otrora hubiera sido un varapalo para Murray, en Shanghái no fue sino la constatación de que el número tres tiene fe en sí mismo, en su tenis

El serbio fulminó  al checo Tomas Berdych por 6-3 y 6-4 para alcanzar por primera vez la final del Masters 1.000 de Shanghái. En una poderosa demostración de fuerza y definición en sus golpes, el campeón del Abierto de Australia obtuvo su décima victoria ante Berdych, 9-0 en pista dura, en una hora y 26 minutos. Fue un triunfo fácil. No se presume, sin embargo, una final igual. Murray está desatado y como ya le explicara a Federer, no entiende de galones.

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