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“¡Las que me lio Martins!”

Los mecenas del punta nigeriano del Levante criado en el Inter relatan sus peripecias en la Liga italiana, que abandonó para deambular por Europa durante seis temporadas

Eleonora Giovio
Los compañeros de Martins le abrazan tras el gol contra la Real.
Los compañeros de Martins le abrazan tras el gol contra la Real.Kai Försterling (EFE)

El día de su presentación con el Levante le pidieron que hiciera una voltereta. De las suyas. “Primero marco un gol y luego la hago”. Obafemi Martins tardó nada en cumplir su palabra. Primer partido, primer gol (el del 2-1 contra la Real Sociedad) y volteretas para celebrarlo. Llevaba desde abril sin competir. La temporada pasada, en el Rubin Kazan, jugó tan solo seis partidos. “Me gusta ver la cara de felicidad de mis compañeros cuando marco”, dijo el lunes Obaoba, como le apodan. Se expresa en italiano todavía, el que ha sido su idioma durante seis años. En Italia creció futbolísticamente y a Italia se escapaba varias noches con Emre cuando se marcharon al Newcastle (2006-09).

“Me quedé impresionado por su velocidad y potencia. Técnicamente, también era bueno. Lo único que no tenía era cultura alimentaria y del trabajo. Era indisciplinado fuera del campo. La de veces que me llamaron para que le diera un toque…”, cuenta Corrado Verdelli, el técnico del filial del Inter que entrenó a Martins durante dos años y lo ganó todo. De sus indisciplinas también sabe, y mucho, el señor Casiraghi, veterano ojeador del Inter que se trajo al jugador a Milán después de verle en la Reggiana. Ahí había llegado con 16 años. “¡Las que me ha liado Oba, madre de Dios! A veces me llamaba la policía local de Cormano [no lejos de la ciudad deportiva de las categorías inferiores del Inter] porque en casa montaban un caos tremendo cuando tocaban los tambores”, recuerda. 

Me llamaba la policía local por el ruido de los tambores”, dice quien lo llevó al Inter

Fue él quien se desplazó a Reggio Emilia después de recibir una llamada: “Me dijeron que había llegado un chico muy rápido. Cuando le vi, me parecía una pantera”. En el filial neroazzurro no se separó de Goran Pandev, su pareja en la delantera y gran amigo. Cuando subió al primer equipo, fueron Zanetti y Vieri los que más le cuidaron. Este último, además, iba a verle los fines de semana que le tocaba jugar con el filial. “Se convirtió en la mascota del equipo. Héctor Cúper, el técnico, estaba fascinado por un chaval que corría a 2.000 por hora. En los entrenamientos, Córdoba era el único que le alcanzaba”, relata Casiraghi.

Verdelli y él se encargaron de suplir a la familia de Martins. “Vivía en Milán, rodeado de gente, pero nadie sabía muy bien cuántos de ellos eran familiares. Eran su tribu”, dice Casiraghi, que recuerda cómo se empeñó en comprar a uno de sus hermanos un BMWx3 y enviárselo desde Italia. 

Solo le faltaba cultura alimentaria y del trabajo”, relata Verdelli, su primer técnico

Pronto sus volteretas empezaron a dar la vuelta al mundo. Casiraghi recibió un día la llamada de Héctor Cúper, por entonces entrenador del Inter. “Mándame al chaval ese que me lo llevo a Alemania. Se me han lesionado Vieri y Hernán Crespo y no tengo con quién ir a jugarme los octavos de Champions contra el Bayern Leverkusen”, relata Casiraghi. Estaban disputando el famoso Torneo de Viareggio. Metió a Obaoba en el coche y se fueron rumbo a Milán. “No quería ir. No paraba de repetirme que le apetecía quedarse en Viareggio con sus compañeros. Le dije que se callara, que jugara fácil y no se preocupara. Me espetó “si juego, marco”. Marcó el 0-1 (el Inter pasó a cuartos) y lo celebró con seis volteretas que le valieron una llamada de la UEFA y un sonado reproche de Casiraghi. “¿Estás contento?’, me preguntó de vuelta a Milán. ‘¡Eres imbécil!’ le contesté. Intenté explicarle que nadie sabía quién era Martins y que era pronto todavía para ese tipo de celebraciones”, resume el ojeador del Inter. Martins volvió a marcar en la semifinal de Champions contra el Milan y volvió a hacer las volteretas, para enfado de Cúper, que temía que se lesionara y para felicidad de la UEFA. El organismo europeo utilizó la imagen de sus saltos mortales en su campaña de la Liga de Campeones de 2003-04.

Su aventura en el Inter duró seis años. La competencia era demasiado grande para un chaval de 22 años del que Massimo Moratti estaba tan enamorado que iba a ver todos sus partidos con el filial. “Tenía una rapidez y una potencia en los primeros metros... Cuando no jugábamos bien bastaba tirarle la pelota al hueco que él siempre llegaba. Siempre. En el uno contra uno no lo paraba nadie”, le define Verdelli.

Martins deambuló por Europa durante varias temporadas cuando dejó al Inter: tan solo encontró continuidad en el Newcastle (2006-2009, 88 partidos, 28 goles). A partir de ahí fue cambiando de equipo cada año: Wolfsburgo, Rubin, Birmingham y otra vez Rubin (48 partidos en tres años y nueve goles). Hasta hace dos semanas, cuando aterrizó en el Levante con 28 años y un sueldo de unos 600.000 euros, más del doble que el de sus compañeros, los que el domingo le gritaron cariñosamente “¡bravo, negro!”. Y a él, ya se sabe, no hay cosa que le guste más que ver la felicidad en la cara de sus compañeros cuando marca. La generosidad, por cierto, es lo que destacan en él todos los que le conocieron en el Inter.

 

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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