CSI en Vallecas
El Rayo insiste en la teoría del sabotaje de 57 cables del estadio sin que haya sospechosos
Diez minutos después de la tres de la tarde de ayer, los 57 focos de la cubierta del estadio del Rayo estaban encendidos. La prueba había salido bien. El día de trabajo en Vallecas, sin embargo, había empezado muchas horas antes. A las nueve de la mañana ya había aficionados (en su mayoría, extranjeros que se marchaban de la capital) reclamando el dinero de las entradas (un cartel en las taquillas anunciaba que hasta el día siguiente no se devolvería).
A esa hora también llegaban dos miembros de la Policía Científica para fotografiar la situación. Se pasaron más de una hora subidos al tejado tomando fotos de los focos y los cables de la luz, “completamente destrozados”, informa F. J. Barroso, al mejor estilo de los agentes de la serie CSI. A las once se marcharon y dejaron el terreno libre a los operarios, divididos en grupos; algunos del club y otros de la Liga. Por fin pudieron subir a arreglar la avería que la noche anterior había impedido que se disputara el partido entre el Rayo y el Madrid y que dejó fuera del estadio a unos 10.000 aficionados durante más de una hora. Solo los ultras del Madrid y los periodistas se encontraban en el terreno de juego.
“¡Sufrimos un sabotaje, un atentado! Lo de ayer fue un nuevo tipo de terrorismo, el terrorismo futbolístico, que impide a los ciudadanos acudir a un espectáculo porque unos pocos se han empeñado en no permitirlo”, declaró rotundamente el presidente del Rayo, Raúl Martín Presa, en una conferencia de prensa convocada al mediodía. Repitió la palabra “atentado” ocho veces. Y para contar mejor lo que había ocurrido la noche anterior se armó con un rotulador. Se levantó y empezó a dibujar en la pizarra la cubierta del estadio, en la que, según dijo, no hay cámaras de seguridad: “Ningún estadio las tiene porque es una zona de difícil acceso”. También enseñó algunas fotos de los focos y los cajetines con los cables cortados. A su lado estaban Luis Yáñez, director general del club; José María Sardá, vicepresidente, y Francisco del Prado, director técnico de la Liga.
Los únicos que se sabe que entraron al campo antes del suceso fueron unos ‘bukaneros’
“Ayer [por el domingo], sobre las siete de la tarde, cuando se hizo la prueba en las 57 luminarias de la tribuna de preferencia se comprobó que no funcionaban. Los técnicos que subieron se dieron cuenta de que había suministro eléctrico, pero los focos no se encendían. Tras una inspección ocular, vieron que estaban cortados los 57 cables que van a la toma principal y que los 12 cajetines que distribuyen la corriente eléctrica también habían sido manipulados”, explicó Yáñez. Del Prado confirmó que los cortes eran “limpios”: “En algunos de los focos había entre seis y ocho. Era imposible hacer algo anoche”.
“¿Cuánto pueden haber tardado en sabotear los cables? ¿Quién puede haber subido ahí arriba? ¿Sospechan de alguien?”, se le planteó. “Fue un acto estudiado y premeditado. No sé quién puede haber sido, pero han tenido planos de acceso… Es gente que tiene conocimientos suficientes para causar el daño”, contestó Martín Presa. Los únicos que entraron al estadio poco antes de que llegara el autobús del Madrid (los jugadores del Rayo llegaron uno a uno con sus coches) fueron unos bukaneros que dejaron colgada una pancarta para protestar contra la decisión del club de cobrar 25 euros extras por el partido, explicaron los empleados. “No a los Días del Club”, decía.
El presidente del Rayo, en su comparecencia, solo se puso nervioso cuando le preguntaron al respecto. “La colgarían el pasado jueves, día 20, cuando hubo un entrenamiento a puertas abiertas. Esa noche fue la última en la que probamos el sistema de iluminación. Funcionaba porque el primer equipo disputó un partidillo contra el filial hasta las once. Fue un entrenamiento abierto. Ahí entrarían los bukaneros”, comentó. Pero el grupo ultra de aficionados rayistas rechazó cualquier relación con el sabotaje.
“¿Puede asegurar el club que el viernes no entró nadie a poner una pancarta?”. “El club, desde luego, no abrió las puertas”, respondió poniendo fin a casi 24 horas de esperpento.
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