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España y el doble reto del gran Brasil

Solo la inolvidable ‘canarinha’ afrontó, como ahora La Roja, la exigencia no solo de ganar sino de hacerlo con estilo Del Bosque lo asume: “Tenemos que vencer de la mejor manera posible”

LADISLAO J. MOÑINO
Los jugadores de España celebran su gol ante Georgia
Los jugadores de España celebran su gol ante GeorgiaVANO SHLAMOV (AFP)

En la zona mixta del estadio del Dinamo de Tbilisi, el seleccionador español, Vicente del Bosque, lanzaba una reflexión para justificar su insistencia en no variar el estilo de juego pese a la enorme dificultad para derrumbar el muro de Georgia: “Tenemos que ganar de la mejor manera posible”.

La sentencia del seleccionador, aún con la frente moteada de gotas de sudor por la tensión acumulada, radiografía la realidad que han asumido él mismo y sus futbolistas. Acababan de sumar tres puntos vitales en su camino hacia el Mundial 2014 y para parte de la crítica el resultado quedaba en un segundo plano ante los problemas para destruir toque a toque el entramado georgiano.

Preferí a Soldado hasta el final porque ya estaba caliente, metido en el partido”, dice el técnico

Soporta España un doble reto que hasta ahora solo había recaído con tanta presión sobre Brasil. Los recientes éxitos y el camino elegido para llegar a ellos han derivado en una exigencia máxima en La Roja, no solo por ganar, sino también por desplegar un juego cautivador. Ni a Italia, ni a Alemania, ni a Uruguay, ni a Argentina, ni a Inglaterra o Francia se las ha exigido tanta paridad entre la victoria y el juego a desarrollar como en su día sucedió con Brasil y ahora con España. La canharinha construyó su leyenda sobre un juego excelso en el que primaba una técnica individual que la llevó a conquistar los campeonatos del mundo de 1958, 1962 y 1970. Este último, el de los cinco dieces (Jairzinho, Gerson, Pele, Tostão y Rivelinho) fue el culmen de lo que se conoció como el fútbol-arte. Menotti lo definió así en un artículo en El Gráfico: “En un momento en el que el valor-equipo parecía haber terminado con el valor-hombre, Zagallo juntó a los mejores jugadores sin preocuparse por el puesto que ocupaban en sus clubes. Tenían que jugar los mejores”. Aquella obra histórica asentó una cultura de paladar exquisito que incluso se rebeló cuando Brasil, ya europeizada, conquistó el Mundial de 1994 con una idea opuesta a la que la engrandeció.

El paralelismo de España con Brasil, desde esa exigencia de ganar y jugar bien como premisas innegociables es palmario. Lejos de aquella España que solo generaba berrinches, incluso en ocasiones cuando ganaba, la selección actual vence como nunca, pero provoca inconformismo cuando el juego no acompaña sus grandilocuentes estadísticas: doble campeona de Europa, campeona del mundo y 23 victorias consecutivas en fases de clasificación. Una constatación de su grandeza.

España se desplegó ante Georgia con esa ortodoxia con la pelota con la que ha alcanzado la hegemonía mundial. Tocó y tocó en busca de resquicios en el ultradefensivo y bien desarrollado planteamiento de los georgianos, pero no pudo resolver el partido hasta sus instantes finales.

A la mínima que ese juego tocado no genera una victoria holgada y un fútbol fluido, se pone en tela de juicio la pizarra de Del Bosque

La tardanza en la resolución y las dificultades para generar ocasiones desató un debate que no es nuevo. Ya apareció durante la Eurocopa. A la mínima que ese juego tocado no genera una victoria holgada y un fútbol fluido, se pone en tela de juicio la pizarra de Del Bosque y el estilo con el que han llegado galardones inimaginables cuatro años atrás. Emergen los análisis y los debates sobre la conveniencia de acabar con la dupla Busquets-Xabi Alonso, de jugar con un lateral derecho más ofensivo que Arbeloa o reaparece el debate del nueve en todas sus vertientes: clásico, mentiroso o acompañado de otro delantero. En cualquier caso, son matices futbolísticos que apuntan a soluciones ofensivas y no defensivas.

“Desde fuera, cuando se ve un partido como el de Georgia, se puede pensar que hay que abrir el campo, que hay que chutar más desde lejos, que hay que hacer paredes, jugar más por fuera, o hacer alguna jugada individual que desequilibre, pero todo eso es teoría”, sostiene Del Bosque, que en sus cambios palió la falta de profundidad metiendo a Pedro, pero se mantuvo fiel a la idea de buscar el gol con creadores (Cazorla y Cesc) en vez de finalizadores (Torres no disputó ningún minuto). “Lo que no podemos es deshilvanar el equipo. Se trataba de manejar y manejar el balón y crear alguna acción por dentro o por fuera que finalmente conseguimos con la inteligencia de Cesc. Preferí mantener a Soldado porque al final era cambiar uno por otro. Prefería al que estaba caliente y ya metido en el partido”, concluyó Del Bosque. A por la victoria con estilo. Como dice él, “de la mejor manera posible”. El viejo Brasil en estado puro.

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Sobre la firma

LADISLAO J. MOÑINO
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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