Purito, la mosca de Contador
El catalán bate al madrileño y sale más líder de Ancares a la espera de la ascensión a Covadonga del domingo
Hay piernas y piernas. Hay piernas suavizadas por el descanso obligatorio y piernas curtidas por los kilómetros que se miden en los gemelos. Contador tiene más fuerza en la cabeza que en las piernas, aun tiernecitas por la falta de competición. El cuerpo le pide marcha, le pide guerra, sobre todo en los terrenos que se antojan favorables a sus condiciones. Pero le falta una marcha, la que le sobra a Joaquím Rodríguez para aguantar todos y cada uno de los ataques y sacar el rifle en los últimos metros. Es su mosca particular, su mosquito, su moscón. A Purito la cabeza le pide calma y las piernas le piden guerra. La calma que le ha dado la experiencia y le reclaman sus directores frente a la batalla que le solicitan sus piernas.
Pero ambos, con la cabeza fría y las piernas calientes de Purito y la cabeza caliente y las piernas frías de Contador, ofrecieron un recital de ciclismo puro, bien es cierto al estilo moderno, pero impagable en el esfuerzo y la voluptuosidad de la exhibición. Incluso Valverde y Froome, los derrotados de la etapa, tuvieron su momento de gloria y su corazón caliente, que les hizo resucitar cuando estaban muertos e incluso atentar contra el cada vez más claro bipartidismo del catalán y el madrileño.
Contador tiene más fuerza en la cabeza que en las piernas, aun tiernecitas por la falta de competición
Contador no escondió carta alguna. Desde el principio controló la carrera, controló la numerosa escapada que nunca tuvo visos de prosperar en un terreno engañoso, donde casi los enlaces entre los cuatro puertos eran más duros que las subidas en sí. La tuvo controlada, con toda la muchachada del Saxo Bank en fila india, siguiendo las indicaciones de su líder. "Ahora más", "ahora para un poco". Solo un inesperado pinchazo de Contador sembró un ni minúsculo temor en el equipo. Hernández le dejó su bici y asunto arreglado. Nadie se movió en el pelotón. Quedaba un mundo.
Poco a poco fueron engullendo a los fugados como quien recoge perlas caídas de un rosario. Se les resistía Alberto Losada, el compañero de Purito, que intentó una última fuga en solitario. Era como el palpito previo de lo que esperaba en el paraje de Ancares, allí erguido entre Galicia, Asturias y Castilla León.
A pie de puerto, Contador dio la orden y el polaco Majka puso un ritmo infernal. Ahora las perlas del rosario se recogían por detrás. El primer ataque dejó una señal: a Froome le costó engancharse al grupo más de lo que cabía pensar.
Seguramente al pinteño se le cayó el alma al suelo cuando sintió a Purito tras su sillín. Adiós etapa, adiós liderato
El primero de la cuadrilla que lo intentó fue Valverde al que siguió Contador. Esta vez la máscara de la impotencia se la puspo Purito. ¡Fuera máscaras! Pensó Contador y lanzó el ataque que parecía decisivo. Se quedó Froome demostrando que va hacia atrás, que las fuerzas ya son escasas, que flaquea. Contador, Valverde y Purito ya ni se miran a la cara: saben como está cada uno y lo que tiene que hacer. Por eso Froome fue capaz de asomarse a ellos y entonces Contador dijo basta. Y se fue. Se iba como en los viejos tiempo, puso cuesta de por medio en el último kilómetro y parecía que ya luciera su jersey rojo. Hasta ahí llegaron sus piernas, mientras la cabeza le echaba humo.
Purito, frío como corresponde, se supone, a un equipo ruso, tiró a ritmo y dejó otra víctima, Valverde, ya superado por los acontecimientos, aunque a Froome aun le dio tiempo para un ataque final, una especie de estertor lleno de orgullo y grandeza, pero inútil.
Mano a mano, Contador y Purito, Purito y Contador. Seguramente al pinteño se le cayó el alma al suelo cuando lo sintió tras su sillín. Adiós etapa, adiós liderato. Allí estaba el noi, mucho más rápido, más entrenado, como siempre, pesado como una mosca que no solo le ganó sino que incrementó su ventaja en la general. Una exhibición de Purito y una grandeza, aún débil, de Contador. Ciclismo espectáculo y el cuarteto parece ya un pareado. Cosa de dos. Mano a mano, como el bolero, se han quedado.
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