Abran paso, que llega Murray
Tras alcanzar la final de Wimbledon y ganar el oro olímpico, el escocés debuta ganando 6-2, 6-4 y 6-1 a Bogomolov y busca en Nueva York su primer grande
En Nueva York, todo es nuevo para Andy Murray, que ha debutado ganando 6-2, 6-4 y 6-1 al ruso Bogomolov. El británico llega al Abierto de EEUU impulsado por su título olímpico, conquistado tras ganar a los dos mejores tenistas del planeta, el serbio Novak Djokovic y el suizo Roger Federer. En su corazón aún laten las emociones provocadas por haberse convertido en el primer británico en jugar la final de Wimbledon desde 1938. En su camino no está el caníbal que siempre le detiene: lesionado, Rafael Nadal no le parará los pies, como en tres de los cuatro grandes de 2011. Sin embargo, con Murray nada es tan sencillo como parece. “Intento mantenerme en mi propia y pequeña burbuja”, dijo en Nueva York. Luego, se recluyó en su nuevo hotel, más pequeño, menos ruidoso. Le preocupan unas estadísticas: solo ha ganado dos partidos desde que logró el oro olímpico y el lunes, ante Bogomolov, cedió cuatro roturas y 12 bolas de break en un día horrible al servicio.
“Ganar la medalla fue la victoria más grande de mi carrera. Significó mucho para mí”, argumentó el escocés en una rueda de prensa en Nueva York, donde la lluvia retrasó su debut, anegando como todos los años un torneo que no dispone de techo en ninguna de sus pistas. “Sin embargo, en deporte una semana puede ser mucho”, continuó luego Murray, un maestro en rebajar las expectativas, acostumbrado desde pequeño a lidiar con las presiones de la prensa de su país, ávida de celebrar su primer título masculino en los grandes desde que Fred Perry conquistó el de Estados Unidos en 1936. “Han pasado unas cuantas semanas desde Wimbledon y los Juegos. Lo que me han dado esos resultados es confianza. Tenía que asegurarme de trabajar duro después de lograr todo eso. Tenía que asegurarme de mantener los pies en el suelo, de intentar mejorar. Estoy listo”.
Intento mantenerme en mi propia y pequeña burbuja"
Murray, gris, quejoso y desdibujado en su debut, compite el último grande del curso entre emociones encontradas. Acostumbrado a eludir la presión, escudándose en los mejores resultados de Federer, Djokovic y Nadal, a los que señalaba como ejemplos de excelencia, esta debería ser su quincena. Aquí, en Nueva York, conquistó el torneo en categoría junior (2004). Aquí, en la Gran Manzana, alcanzó su primera final grande (2008). Aquí, tras un verano espléndido, tiene la oportunidad de sentar las bases para arrebatarle al español el número tres mundial. Murray fue capaz de ganar el oro olímpico sin perder un solo parcial ante Federer y Djokovic. Ocurre que carga con dos losas. Ha perdido las cuatro finales que ha disputado en los grandes, algo que solo le había pasado a otro tenista en la historia, el checoestadounidense Ivan Lendl, que es precisamente su técnico. En su país, además, le siguen desde los extremos, le aman o le odian, y eso profundiza su tendencia al secretismo (sus empleados están obligados a la confidencialidad) y el aislamiento (de ahí ese nuevo hotel). Sus razones tiene: “Drama Queen’. Reina del drama”, le describió durante Roland Garros Virginia Wade, la última británica en ganar un grande (Wimbledon 1977), por sus aspavientos cuando le duele algo sobre la pista.
A los 25 años, el momento del británico es ahora. El torneo es este. La oportunidad está en los próximos días. Pese a sus prontas derrotas en Toronto y Cincinnati (una victoria en cada una de las citas que siguieron a los Juegos) y a los amagos de calambres que sufrió ante Bogomolov, nunca ha llegado a un grande con tanto viento impulsando sus poderosas alas. Es el momento de Murray. Ahora, o nunca.
Primera ronda. Mujeres. L. Hradecka (R. Ch.)-A. Medina, 6-3 y 6-3. S. Stosur (Aust.)-P. Martic (Cr.), 6-1 y 6-1.
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