La cueva inglesa de Bolt
En la Universidad de Brunel, el jamaicano se entrena y se somete a estudios biomecánicos dirigidos por un científico español
En la Universidad de Brunel, una de las más reputadas de Reino Unido en Ciencias del Rendimiento y el Deporte, se investiga en serio, lo que no quiere decir que Usain Bolt no tenga un hueco en ella. De hecho, el hombre más rápido del mundo acude habitualmente a entrenarse allí; a aprovechar en primavera, cuando afina para la campaña europea, su módulo cubierto, elegante, luminoso y funcional como un hangar de avión antiguo, y su larga pista recta de 150 metros.
“Le gusta entrenarse aquí porque estamos cerca del aeropuerto de Heathrow y le gusta la pista cubierta porque suele hacer mal tiempo”, dice José González Alonso, que es español y uno de los principales investigadores del centro.
“A veces”, añade, “también se presta Bolt a que nuestros científicos le investiguen, como hace unos meses, cuando estuvo aquí un equipo de la televisión japonesa filmando un estudio biomecánico que le hicimos. Fue tremendo. Convirtieron el módulo y nuestros laboratorios en un estudio de cine, con focos, cámaras…”.
Lo primordial es la investigación básica, saber no cómo se producen los procesos, sino por qué" José González Alonso, investigador
Es lo que tiene Bolt, el único capaz de correr los 100 metros en 9,58s y apenas 40 zancadas y alcanzar velocidades superiores a los 40 kilómetros por hora para correr los 200 en 19,19s: despierta la curiosidad inagotable de todos los científicos y fisiólogos, que ven en el jamaicano su ideal, una totalidad compuesta de talento humano y potencial que funcionan con la precisión de los engranajes de una máquina, lo que algunos definen como un hombre biónico, pero ciento por ciento de carne, hueso y piel, y corazón, sin elementos artificiales. “Pero Bolt, los grandes atletas, son el punto final. Lo primero, lo primordial, es la investigación básica, saber no cómo se producen los procesos, sino por qué, lo que también nos sirve para desmontar algunos mitos y algunas creencias asumidas sin dudas”, dice González Alonso, quien, tras investigar en Estados Unidos y Copenhague, lleva unos años en Brunel, en el extrarradio de Londres. Y que se dedica a eso, a la investigación básica: “Asuntos cuya aplicación al rendimiento puede ser lejana, como el mecanismo de gasto cardiaco con ecografía, que nos permite apreciar que el corazón, cuando se contrae, lo hace girando a la vez que cerrándose, como un exprimidor, y extrae sangre del resto del cuerpo para luego bombearla”.
Mientras para la preparación de todos sus equipos olímpicos para Londres, el Estado británico invirtió generosamente en investigación aplicada al rendimiento puro y duro y la tecnología, no ocurrió lo mismo con la investigación básica. Investigaciones invasivas como las que lleva a cabo González Alonso, uno de los científicos más citados cuando se habla de la influencia del calor en el rendimiento, que pasan, por ejemplo, por la introducción de un catéter en la yugular de un voluntario para estudiar el flujo sanguíneo del cerebro y su consumo de oxígeno durante un esfuerzo máximo. O la estimulación mediante resonancia magnética del motocórtex, la corteza cerebral motora, durante un ejercicio para ver su influencia en la capacidad de reclutamiento muscular y en el mecanismo de fatiga central. “Podemos intuir, por ejemplo, que aquello de mens sana in corpore sano no es solo una frase bonita, sino quizás algo verdadero”, dice González Alonso, en la puerta de cuyo despacho figura que es profesor de Ejercicio y director del Departamento de Fisiología Cardiovascular. “Creemos que, cuando aumenta el consumo máximo de oxígeno del cerebro, también aumenta el del cuerpo. La reciprocidad es una posibilidad abierta. La capacidad de la corteza motora de los grandes deportistas está más desarrollada: también entrenamos la mente al entrenar el cuerpo y lo comprobamos si, al tiempo que hace ejercicio físico, el voluntario investigado también resuelve problemas matemáticos”, explica.
De Bolt, en uno de los despachos de Brunel, hay una gran foto autografiada que enseña con orgullo el científico español: en ella, el gigante jamaicano, desnudo de cintura para arriba y con sensores adheridos a diferentes partes de su torso, sonríe rodeado de un grupo de personas en bata con cara de científicos. A Bolt, que hoy comienza su desafío enorme (contra la historia, contra los límites del cuerpo humano, contra su compañero y amigo Blake), no le han estudiado el cerebro ni el corazón, aunque les habría encantado.
Cuando aumenta el consumo máximo de oxígeno del cerebro, también aumenta el del cuerpo" González Alonso
Lo que le ha hecho en Brunel un grupo de biomecánicos del equipo de González Alonso, dirigidos por el alemán Thomas Korff, ha sido más bien un análisis externo de su ejecución técnica. Se le midió la longitud de paso (en carrera, en su máxima zancada durante unos buenos 100 metros, puede llegar a ser de casi tres metros), el ángulo de las articulaciones, la velocidad y la aceleración angular. Además, se analizó y se comparó su actividad eléctrica muscular y de las fuerzas de reacción del suelo con la de otros velocistas. Y después de contar esto, por email, el profesor Korff, ausente de la universidad estos días olímpicos, al preguntársele por los datos de su estudio, responde con un jarro de agua fría: “Lo siento, pero no puedo decir nada más. Llegamos a un acuerdo con su agente y con NHK, el canal televisivo japonés que financió el estudio, para no desvelar públicamente ningún resultado concreto”.
Se le midió la longitud de paso, el ángulo de las articulaciones y la aceleración angular
Para otros científicos, estas historias de Bolt no dejan de ser promociones publicitarias que poco añaden a la ciencia, pero, quizás, para el aficionado, el elemento de misterio añadido no deje de estimular su imaginación y su correspondiente fascinación por el hombre más rápido del mundo, por supuesto.
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