Gloria de Wiggins y condena de Luis León

Luis León quiso partir como una fiera, pero no pudo llegar ni a la gran puerta del palacio de Hampton Court, esa coronada apropiadamente en su pilar derecho por un león, homenaje al muleño, qué duda cabe, y a su familia, y en el izquierdo por un unicornio, tan británico que era imposible, of course, no pensar en un Brad Wiggins acometiendo. Fue a dar potente la primera pedalada sobre la rampa el ciclista español y allí se quedó, con la cadena rota, encadenado junto a la puerta llamada de Enrique VIII, el rey aquel que bajaba en barco el Támesis hacia su palacio de caza. Fue una sensación de ridículo absoluto la que vivió desde el coche José Luis de Santos, el seleccionador nacional, que no sabía dónde mirar ante tamaña imagen, pura alegoría de la actuación olímpica española en Londres, tan desgraciada que hasta la excepcional rotura de una cadena significa no liberación sino encadenamiento. Luis León terminó 32º de 37, mucho peor que el otro español, Jonathan Castroviejo, noveno.

Tampoco, visto cómo se desarrolló la prueba contrarreloj, parece muy seguro que Luis León sin infortunio de cadena, que le costó unos 25s, y sin un pinchazo posterior, que ya le descentró del todo, hubiera tenido algo que decir en la gran fiesta, al fin, del ciclismo británico personificado en el ganador del Tour y tañedor de la gran campana olímpica, Wiggins. “Dejando de lado su mala suerte, tampoco tenía buenas piernas ni buena disposición Luis León”, dijo De Santos.

Todo lo contrario que Wiggins. El ciclista que el viernes dio la señal de inicio de la ceremonia de inauguración, con su oro cronometrado de ayer dio inicio a la gran caza del equipo británico. Fue el primer oro británico, que llega el quinto día de los Juegos, pero el cuarto individual de Wiggins, que ya tenía tres medallas en la pista otros años, su séptima medalla en total. Todo un personaje el ciclista, que no para de hacer sonar el God Save the Queen allá por donde pisa, pero no precisamente en la versión que más le gustaría oír, la de los Sex Pistols, por supuesto.

En una prueba con un retrogusto magnífico a Tour –Wiggins es el segundo ganador de Tour tras Indurain que logra un oro olímpico en carretera-, otro súbdito de Su Majestad, este llegado de las colonias, de las tierras altas de Kenia, Chris Froome, el segundo del Tour, fue bronce en Hampton Court. No pudo el Reino Unido repetir el éxito español de Atlanta 96, cuando Indurain y Olano fueron oro. Entre medias de Wiggins y Froome se infiltró Tony Martin, el perseverante alemán. Cancellara, que habría dado guerra si no se hubiera caído el sábado, terminó séptimo.