Una dulce segunda oportunidad
Gracias al trabajo de Valverde, Rui Costa completa la victoria final en la Vuelta a Suiza
Da la razón a San Pablo el ciclista David Millar cuando cuenta en su libro Pedaleando en la oscuridad, recién publicado en español por la editorial Contra, que la segunda oportunidad que le dio la vida le hizo amar más que nunca el ciclismo, y que también le hizo ser mejor ciclista, mejor persona, más querido. Aunque la peripecia que le condujo a disfrutar de una segunda oportunidad no fue ni mucho menos tan dramática como la del ciclista inglés, Rui Costa, sin duda estará de acuerdo, y la gente de su equipo, el Movistar, también. Si no, no se entendería lo que ocurrió en las dos últimas etapas de la Vuelta a Suiza, en las que el trabajo del líder aparente del equipo, Alejandro Valverde, fue clave para la victoria final de su compañero portugués. Seguramente, y así lo reconocen en su equipo, hace dos o tres años habría sido imposible que Valverde le echara una mano, y no porque el murciano le hubiera hecho ascos a ponerse el mono de gregario, sino porque a Rui Costa le consideraban un egoísta que no merecía la ayuda de nadie.
Dio positivo por un estimulante y a punto estuvo de quedar fuera de las grandes ligas
Millar se cayó del caballo cuando le detuvo la policía en Biarritz hace unos años. Después, deslumbrado por la luz, abominó del dopaje y de su triste vida anterior; Rui Costa dio sencillamente positivo por un estimulante. Fue un asunto aparentemente menor que se saldó con un parón de unos meses, pero que a punto estuvo de dejar al portugués fuera de las grandes ligas del ciclismo, lejos del destino que su talento merecía, en peligro de que su mayor aportación a la historia del ciclismo fuera la pelea que mantuvo a puñetazos con Carlos Barredo en la meta de una etapa del Tour 2010. Finalmente, Eusebio Unzue decidió concederle una segunda oportunidad.
Volvió al ciclismo Rui Costa y volvió mejor ciclista, como si en los meses parado su crecimiento se hubiera acelerado. Mostraba un perfil de corredor de clásicas, con magnífico olfato de rematador y un entendimiento claro de los momentos de las carreras. No se quedó ahí. Su progresión continuó imparable y le llevó incluso a los territorios de los escaladores, como se vio esta semana en Suiza, donde alcanzó el liderato el domingo pasado ganando en solitario en la cima de Verbier y lo aguantó por segundos, resistiendo el fin de semana los ataques del rival más peligroso, Fränk Schleck. Volvió también mejor persona, más querido, como se pudo comprobar en el sudoroso abrazo que se dio con Valverde después de cruzar la meta tras la última etapa y en todos los gestos que le siguieron de homenaje al murciano, el campeón hecho gregario a pocas semanas del Tour, donde Rui Costa, seguramente, podrá devolverle el favor al murciano.
Puede que la decisión de Valverde de dejar de lado sus aspiraciones y servir a su joven compañera llegara hija del pragmatismo táctico, pero la grandeza del gesto de Valverde no estuvo en la primera decisión, sino en su continuidad dos días seguidos . Fue el sábado. Habían atacado Schleck y unos cuantos más y Rui Costa, que pasaba un mal momento, no pudo hacer nada por seguirlos. Valverde dudó. Calculó. Decidió que si intentaba seguir a los atacantes y luego no resistía habría dejado desnudo a Rui Costa. Decidió finalmente levantar el pie, esperar a Rui Costa y salvar su maillot amarillo, con lo que se ganó su agradecimiento eterno, también de palabra.
"Al final, Alejandro me ha echado un cable fundamental porque la carrera estaba muy loca y ha hecho un trabajo increíble. El maillot amarillo se lo debo a él. Es un grande como ciclista, compañero y amigo y hoy ha demostrado el valor que tiene”, dijo Rui Costa, de 25 años. Con la etapa del Tour, este es mi triunfo más importante y el que más voy a disfrutar por todo lo que nos ha costado. Quiero dedicársela a todo el equipo porque han hecho un trabajo magnífico toda la semana. No tengo palabras para agradecérselo”.
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