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170 metros entre la rosa y la pena

Purito pierde el Giro por 16s ante el canadiense Ryder Hesjedal en la contrarreloj de Milán

Carlos Arribas
Ryder Hesjedal, en su llegada a meta en la contrarreloj de Milán.
Ryder Hesjedal, en su llegada a meta en la contrarreloj de Milán.ALESSANDRO GAROFALO (REUTERS)

Igual que uno no comienza a saber lo que vale una victoria hasta días después de haberla conseguido, dicen, así con las derrotas. Cuentan que Laurent Fignon, que perdió un Tour y un Giro en sendas contrarreloj finales, las derrotas no parecieron afectarle lo más mínimo el domingo en que se produjeron, que celebró y disfrutó las noches con sus compañeros, pero que después, desde entonces, ni volvió a hablarle a Francesco Moser, el italiano que le ganó un Giro, ni volvió a pasear, él, que era parisino, por los Campos Elíseos, el final del Tour en el que LeMond le dejó de piedra y a 8s. Purito, no. A Purito, el momento de alegría tonta le duró lo que las burbujas del champán de la botella que descorchó en el podio, en el segundo escalón del podio, lo que tardó, unos segundos, menos de 16 seguramente, en duchar con ella a sus compañeros de honores, a Hesjedal, gigante emocionado y lloroso en el centro, a De Gendt, feliz tercero más a la derecha. Después, con fuerza, llegó la constatación de lo que había perdido, de la maglia rosa, y el culotterosa, que ya parecían su segunda piel de tantos días como los llevaba, de la bicicleta con pegatinas rosas. Llegó la tristeza.

 Hace un par de días se le preguntó que qué sentía al pensar que su nombre podría aparecer en el listado de ganadores del Giro junto a nombres como Coppi o Gimondi o Indurain o Contador, y él respondió que ni lo pensaba, que solo de pensarlo perdería el sueño, que no quería soñar con lo que podía ganar. Pero también dijo que le daría mucha pena perder el Giro en los últimos días, con lo que había dado para ganarlo.

Terminada la contrarreloj perdida de Milán, pasado el podio, al que subió dos veces —como segundo y como ganador de la maglia rossa (roja) de la regularidad—, pasadas las burbujas, Purito mostró su pena, la razón de su tristeza. “Pues claro que creía en el milagro”, dijo. “De hecho, mira qué cerquita he estado. Lo he perdido por solo 16s”. Y no le consolaban ni las palabras de Mark Cavendish, a quien privó del triunfo a los puntos, que dijo: “Me duele haberlo perdido ante Purito, pero más le debe doler a él haber perdido la rosa”.

El dolor: su nombre entró en la lista en la que nadie quiere estar, en la de los derrotados por menos tiempo en la historia del Giro, una lista en la que al lado de ciclistas desconocidos como Ezio Cecchi, que perdió el Giro de 1948 por 11s ante Magni, están los del campionissimo Coppi (por 13s ante el mismo Magni en 1955), o el de Baronchelli (también por 13s ante Merckx en el 74). Detrás de ellos, los 16s de Hesjedal.

No estará el nombre de Joaquim Purito Rodríguez junto al de Indurain o el de Contador, los dos únicos españoles que han ganado el Giro (y ambos también han ganado el Tour), dos para quienes la contrarreloj final de Milán, que cerró sus victorias, una vez la de Indurain, la de 1992, dos veces las de Contador, fue un recorrido de homenaje, pues las afrontaron con el Giro ya ganado. En cambio para Purito era la prueba del todo o nada contra uno que todos sabían, y él también, que era mejor.

Horas antes de que tomara la salida, a media mañana en el espléndido parque del castillo Sforzesco —el mismo lugar al que 20 años antes entró Indurain como una aspiradora después de haber doblado a Chiappucci, partido tres minutos antes que él—, el aire cálido anunciaba tormenta y las palabras que transportaba también eran tormentosas. “Tengo una noticia buena y una mala”, dijo, ligero de humor, su director, Valerio Piva. “La buena es que hemos medido con GPS el recorrido y no son 30 kilómetros, sino 28,2, y eso son unos cuantos segundos menos que pueda perder Purito. La mala es que hemos hecho el recorrido y hemos comprobado que no es tan técnico como creíamos, que las curvas se pueden dar a tope, que hay buenas rectas, de más de un kilómetro, que benefician a la mayor potencia y características de Hesjedal…”. Además, otro mal augurio, en el reconocimiento mismo Purito se salió en una curva y se golpeó contra una valla. Además, los tiempos de los que salieron antes, indicaban que en efecto, que el circuito era más rápido de lo que se pensaba, lo que también iba en contra de las fuerzas de Purito, de su defensa, que ya parecía imposible entonces, de los 31s de ventaja sobre Hesjedal con que partía. El ganador, el especialista italiano Marco Pinotti, lo había hecho a 51,100 de media. Demasiado para el pequeño escalador catalán.

“Saldremos a tope y si logramos llegar igualados a los primeros 10 kilómetros, a lo mejor se pone nervioso Hesjedal y lo podemos aprovechar”, soñaba Piva. Purito salió a tope, en efecto, pero a los 10 kilómetros ya había perdido 29s de los 31s; y a los 13, Hesjedal ya se supo maglia rosa final”. En cuanto le vi salir, cómo cogió enseguida el golpe de pedal, ya supe que haría una buena contrarreloj”, dijo Bingen Fernández, el director del canadiense. “Llevo con él dos años haciendo cronos y le conozco”. Por eso, porque le conoce, le obligó a no arriesgar en las curvas finales. No lo necesita. Le sacó 47s a Purito en los 28,2 kilómetros; traducidos a metros según la media final del Giro (38,3 kilómetros por hora, 170,4 metros, una gota de nada entre los 3.514,1 de longitud total de las 21 etapas, la distancia entre la rosa y la pena.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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