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La rosa pendiente de un hilo

Hesjedal deja a la mitad la ventaja de Purito con un duro ataque en Alpe di Pampeago

Carlos Arribas
Ryder Hesjedal, en primer plano, y Purito Rodríguez, de rosa, al fondo
Ryder Hesjedal, en primer plano, y Purito Rodríguez, de rosa, al fondoLUK BENIES (AFP)

La palabra crea la imagen, dice Bruno Reverberi, viejo director, que se sienta en la mesa de sus polluelos del Colnago en el desayuno, pide un cappuccino y pelea con las palabras para convencerles de que son grandes, de cómo tienen que hacer para ser grandes, a su querido Pozzovivo, sobre todos. Sí, las charlas del autobús son muy importantes, pero la bicicleta la mueven las piernas, le responden al alimón Pozzovivo y Purito, que en su día sabían perfectamente lo que tenían que hacer, pero no pudieron (y se ayudaron mutuamente para llegar vivos al menos); y también le respondería lo mismo Basso, que llevaba todo el Giro diciendo que el de Pampeago sería su gran día, si no fuera porque se quedó sin palabras pues fue su sepultura.

Ellos, a los que traicionaron las piernas, las fuerzas, fueron los derrotados, los que —“un día a la inversa”, lo definió Purito—, el día en que tenían que haber ganado el Giro prácticamente lo perdieron. El que debía perderlo, el canadiense cada vez más sorprendente, Ryder Hesjedal, quizás lo ganó. Purito mantiene aún la maglia rosa, pero por un suspiro, un hilo de 17s, en vísperas del Mortirolo y el Stelvio, la última gran etapa de montaña.

“Nos ha dado una lección a todos, será difícil, difícil derrotarlo. Ganar el Giro es cosa suya, si él no falla no hay nada que hacer, pero queda el Mortirolo, donde hasta uno tan grande como Indurain perdió un Giro”, dice Purito, que busca las palabras que le den moral y le cuesta encontrarlas. Y Hesjedal, de pocas palabras, de mucha fuerza inesperada —“nos ha sorprendido sobre todo a nosotros”, decía, antes de salir de la casa Pinarello en Treviso hacia las montañas atravesadas por estrechas serpentinas brillantes, negras de asfalto entre valles de verde verdísimo, su director en el Garmin, el vizcaíno Bingen Fernández—, simplemente respondió: “Ha sido un día duro, estoy feliz, a gusto conmigo mismo y con mi situación”.

Clasificación de la 19ª etapa

1. Roman Kreuziger (CZE/Astana) 6h 18m 02s

2. Ryder Hesjedal (CAN/Garmin-Barracuda) a 19 segundos

3. Joaquim Rodríguez (ESP/Katusha) a 32s

4. Michele Scarponi (ITA/Lampre-ISD) a 34s

5. Domenico Pozzovivo (ITA/Colnago CSF Bardini) a 42s

6. Ivan Basso (ITA/Liquigas-Cannondale) a 54s

Los campeones no gestionan la fatiga, los campeones la desafían, aunque solo sea un kilómetro, los mil metros infernales, finales, de la segunda ascensión al Alpe. Los gestores de Basso, sus gregarios, se habían pasado la etapa —el Manghen, el primer Pampeago hasta los 2.000 metros por una pista forestal recién asfaltada, el Lavazé, que dolió pese a ser un segunda— gestionándose unos a otros, Agnoli entre todos, trabajando para el destructor Szmyd, que no estuvo, supliendo a los demás, desarropando a Basso, solo en la ascensión final, obligado a decir algo, lo que fuera.

Atacó porque no podía hacer otra cosa, y más que un ataque una progresión de camión, lenta y poderosa, controlada. Fue, claro, la señal de partida que consiguió que en apenas tres kilómetros se produjeran más ataques, más dolor, más ciclismo, que en todas las casi tres semanas de Giro pasadas. Como réplicas de terremoto, así los tres ataques de Scarponi, más duros, más dañinos, simple señal esperada, sin embargo, por el estupendo Hesjedal, quien, casi con una sonrisa en el rostro, se apartó a un lado, recorrió de arriba abajo las caras de la media docena de ciclistas que solo resistían, y se movió. “A los ataques de Scarponi pude responder con dolor”, dice Purito, “pero a Hesjedal, no, Hesjedal me sacó de punto. Me puse a rueda de Pozzovivo, y aún me costó, pero me recuperé lo suficiente para lanzar un sprint largo y, por lo menos, salvar la maglia, lo di todo por ello”.

Clasificación general

1. Purito Rodríguez (ESP/Katusha) 84h 06m 13s

2. Ryder Hesjedal (CAN/Garmin-Barracuda) a 17 segundos

3. Michele Scarponi (ITA/Lampre-ISD) a 1m 39s

4. Ivan Basso (ITA/Liquigas-Cannondale) a 1m 45s

5. Rigoberto Uran (COL/Sky) a 3m 21s

6. Domenico Pozzovivo (ITA/Colnago-CSF) a 3m 30s

Desafió a la fatiga Hesjedal en el último kilómetro y con ello obligó a todos a olvidarse del pulsómetro y de los vatios, les obligó a morir para sobrevivir, mirando a la fatiga a la cara y despreciándola, cada uno con lo que podía. Y fue tan fuerte Hesjedal que con su aceleración a punto estuvo de frustrar también la maniobra de recuperación moral de Kreuziger, el checo fugado desde hacía tiempo, que finalmente ganó la etapa con la que pudo pedir perdón por su desfondamiento en el Giau, con solo 19s.

El ciclismo, sus imágenes, es memoria. La primera ascensión a Pampeago no le hizo sufrir a Purito, no le hizo pensar en lo que deberían repetir 40 kilómetros más tarde. “No”, dice el catalán. “De repente me acordé que esta subida ya la había hecho, y que quedé tercero en 2008, y pensé que no la conocía”. También conoce bien Purito a Hesjedal. “Ya he peleado con él en el Tour de 2010, que me adelantó en la general en la última contrarreloj”. Y también recuerda que en la ascensión del Tourmalet de aquel Tour que acabó con el abrazo de Andy y Contador, Purito subió el coloso a rueda de Hesjedal, y le sprintó a falta de 200 metros por el tercer puesto. “No le gustó nada a Hesjedal”, dice Purito. “Y se nota que me la tiene guardada, ¿no?”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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