_
_
_
_
FÚTBOL INTERNACIONAL
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El nómada insaciable

Criado a la sombra de un tío itinerante, Drogba deja el Chelsea como un ídolo tras una carrera también de fracasos y penalidades

Drogba, ayer levantando la antorcha olímpica.
Drogba, ayer levantando la antorcha olímpica.DARREN WALSH (GETTY)

Solo los más grandes eligen cuándo y cómo se marchan. La historia de Didier Drogba (Abiyán, Costa de Marfil, 1978) es la de un nómada que echó raíces en Stamford Bridge. La fuerza colosal que llevó al Chelsea a su única Copa de Europa procede de una infancia itinerante, viajando en la maleta de su tío Michel Goba, futbolista de equipos franceses de segunda fila.

Sus padres, empleados de banca de Abiyán, lo enviaron a los cinco años a Brest, en la Bretaña francesa, en busca de “una oportunidad para triunfar”. Tres cursos en Brest, Angoulême y Dunkerque, antes de volver a su casa africana, a los ocho, para rencontrarse con sus amigos del distrito Yopougon Sicogi. Tras una grave crisis económica en Costa de Marfil, sus padres perdieron los empleos y, tres años después, volvieron a mandar al pequeño Tito, como era conocido en la familia, a la casa ambulante del tío, en Dunkerque, donde entró a jugar en su primer equipo de lateral derecho. “¿Qué haces ahí?”, le reprendió Goba, “la gente solo mira a los delanteros”. De ciudad en ciudad, Didier perdió el paso en el colegio, repitió curso y sus padres reaccionaron prohibiéndole el fútbol durante un año y enviándolo a vivir con su prima Kriza en Poitiers. A los 15 años, por fin, se reunió con sus padres y sus seis hermanos en los suburbios de París.

De colegio en colegio, repitió curso y sus padres le prohibieron jugar durante un año

En el tránsito de Heathrow a Stamford Bridge, 11 años después, Drogba iba pensando que debería haber llevado algo más de abrigo (vestía camiseta y vaqueros) en su viaje desde Marsella. Se preguntó por qué no había ido a recibirlo el dueño del Chelsea, Roman Abramóvich. Y ya instalado en la suite del hotel Millennium, escribió: “Este no es mi equipo ni tengo ningún deseo de formar parte de él”. Tan lejos de sospechar que, ocho años después, al despedirse con 157 goles en 341 partidos y 10 títulos, su legado sería comparado al de Peter Osgood y Gianfranco Zola.

Drogba celebra uno de sus goles durante la temporada.
Drogba celebra uno de sus goles durante la temporada.ANDY RAIN (EFE)

El lazo a una carrera aparentemente perfecta: ese cabezazo que dobló la mano de Neuer, el portero del Bayern, en el minuto 88, llevando al Chelsea a la prórroga, para anotar después el penalti definitivo. Pero no fue un trayecto fácil, sino lleno de controversias, contratiempos y fracasos. Una dualidad presente hasta el día de la final de Múnich, cuando una absurda zancadilla suya a Ribéry en la prórroga a punto estuvo de darle la Copa al Bayern si Robben hubiera acertado desde los 11 metros.

Drogba se arrepiente, sobre todo, de aquel día en que, con el rostro desencajado, persiguió e insultó al árbitro noruego Tom Henning Ovrebo en la semifinal de Champions de 2009 en Londres ante el Barça. La UEFA lo suspendió con tres partidos y Ovrebo recibió amenazas de muerte durante años. “Me siento mal” confesó Drogba en The Independent. “Por mi culpa, ha sido muy difícil para él después de aquello. Solo es fútbol, pero le damos demasiada importancia”.

Acusado de piscinero, Drogba despertó la ira de muchos en la pasada semifinal contra el Barça. “Drogba, eres un buen jugador, pero deja de tirarte”, le riñó Wayne Rooney, del Manchester United. “Los delanteros que han jugado en solitario contra cuatro defensas entienden por qué estuve tanto en el suelo”, replicó.

La mejor temporada de Drogba estaba siendo “la peor” justo antes de la llegada al banquillo de Roberto di Matteo. “Lo mejor del fútbol es que todo cambia en un minuto”. Cuando André Villas-Boas fue sustituido, el 4 de marzo, los veteranos volvieron a asumir el mando. “Pero André es un amigo”, aclara el marfileño, “todos fuimos responsables”.

Las lesiones nunca se apiadaron de él. A los 19 años, en el Le Mans, se rompió dos metatarsos, el peroné y el tobillo. Ese año nació el primero de sus dos hijos, Isaac, y se convirtió en profesional. En el Chelsea, jugó seis años con dolores en la espalda hasta ser operado, en agosto de 2010, de una hernia discal. Aunque no le dolió tanto como ser expulsado en la final de Champions de 2008, ante el Manchester, sin poder participar en la tanda de penaltis que hundió a los blues. Los siguientes seis meses fueron un infierno para él: abofeteó a Vidic en un choque contra el United y lanzó una moneda a los aficionados del Burnley en un duelo de la Copa Carling. En ese periodo, se reunió con Jorge Mendes en un restaurante de Londres porque José Mourinho quería llevárselo al Inter.

“Mourinho me dio la mentalidad ganadora y el deseo de hacer historia”

Habían coincidido dos años y medio en Stamford Bridge. “Como ser humano y como entrenador aprendí mucho de Mou. Me dio la mentalidad ganadora y el deseo de hacer historia. Eso lo tenemos hoy en nuestro adn”. Compartieron también pesadillas, como la semifinal de Champions perdida ante el Liverpool en la primera campaña, 2004-05, con el gol fantasma de Luis García. Pero ganaron dos Ligas y una filosofía. El Chelsea había pagado por él 30 millones al Marsella, el equipo de sus sueños. No quería marcharse, ídolo de la hinchada marsellesa pese a perder la final de la Copa de la UEFA frente al Valencia en Gotemburgo (2004). En los saludos antes del choque, Ayala, que había oído hablar mucho del joven africano, le apretó muy fuerte la mano y le miró a los ojos. En el primer minuto se lo llevó por delante. Había derribado una roca.

Pese a sus 54 goles en 84 partidos con Costa de Marfil, la expectativa siempre estuvo por encima de la realidad. La última decepción, en febrero, cuando Drogba envió alto un penalti y Costa de Marfil perdió la final de la Copa de África ante Zambia.

Al dejar el Chelsea, anunció que no fichará jamás por otro club inglés. “Mi sangre es blue”. Solo los privilegiados pueden elegir su destino desde la cima. “En la crème de la crème”, zanjó Drogba, ese nómada insaciable.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_