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El lujoso CSKA supera el ‘método Obradovic’

El equipo ruso, de la mano de Teodosic y Shved, remonta 14 puntos y gana un esprint final de infarto

Robert Álvarez
Andrei Kirilenko entra a canasta.
Andrei Kirilenko entra a canasta.OSMAN ORSAL (REUTERS)

Veinte años después de la consecución del primero de sus ocho títulos europeos como entrenador, en Estambul como entonces, tras un partido que manejó con mano maestra, Zeljko Obradovic , tuvo que rendirse a la evidencia. El descomunal equipo del CSKA de Moscú fue capaz de salirse de entre las cuerdas y remontar 14 puntos de desventaja y manejar el tenso y dramático final, a cara o cruz, con una sucesión de acciones a cual más decisiva se tratara de un fallo o se tratara de un acierto. Le condenó, sobre todo, su sequía en los dos últimos minutos, en lo que no anotó y encajó los seis puntos que frustraron lo que por momentos dejó de ser una utopía.

Al despliegue táctico de Obradovic y el especial talento de algunos de sus jugadores para manejarse en este tipo de encuentros, con Jasikevicius y Diamantidis por encima de todos, respondió el CSKA con el manejo de Teodosic, la clarividencia y decisión de Shved y, por supuesto, la calidad técnica y física de Kirilenko.

El CSKA estará en la final, como vaticinaban casi todos los pronósticos, pero el Panathinaikos lo empujó a su territorio, a los límites del juego, a trabajarse la victoria primero con el dificultoso deber de remontar los 14 puntos que le metió entre pecho y espalda (9-23) y después, con el estresante y quirúrgico deber de anudar el triunfo en el territorio especulativo de los últimos instantes con el marcador en un alambre.

Obradovic situó en la cancha a Diamantidis y Jasikevicius de entrada, dos tipos con mente de base y manos de aleros. Y el Panathinaikos le dio un repaso al CSKA gracias a su lectura del juego. Diamantidis o Jasikevicius movían el balón en la bombilla hasta que encontraban el resquicio en la defensa rusa. La jugada se repitió hasta la saciedad. Salía a ayudar un pívot ruso y los hombres altos del Panathinaikos quedaban liberados bajo el aro. Recibían un pase rápido y solo tenían que embocar el aro.

CSKA MOSCÚ, 66 PANATHINAIKOS, 64

CSKA Moscú: Teodosic (12), Siskauskas (5), Kirilenko (17), Khryapa (3) y Krstic (8) —cinco inicial—; Gordon (2), Kaun (2), Lavrinovic (2), Shved (15), Voronov (-) y Vorontsevich (-).

Panathinaikos: Diamantidis (10), Jasikevicius (19), Sato (3), Kaimakoglou (10) y Maric (6) —cinco inicial—; Calathes (3), Batiste (11), Logan (2), Perperoglou (-), Tsartsaris (-) y Vougioukas (-).

Árbitros: Jungebrand (Finlandia), Martín (España), Radovic (Croacia).

Sinan Erdem Arena: 15.000 espectadores en la primera semifinal.

La defensa del Panathinaikos, durante varias fases en zona, desbarató la ofensiva del CSKA y desactivó su teórica superioridad por físico y por talento. En ese sentido, la labor de Kaimakoglou fue mucho más allá de su cartel como jugador. El pívot griego concluyó con números de lujo: 10 puntos, ocho rebotes y cinco asistencias.

Al CSKA le costó muchísimo entrar en el partido. Kirilenko no anotó su primera canasta hasta bien entrado el segundo cuarto. Le costó a Teodosic frenar a Diamantidis y, en cambio, Siskaukas no sacó gran cosa de su teórica superioridad física en su emparejamiento con Jasikevicius. Pero durante algunas fases, la defensa del CSKA también le resultó infranqueable al Panathinaikos. En el segundo cuarto, el equipo ruso apretó las tuercas con un parcial de 17-5. Y, ya en la fase crítica, en el último cuarto, dio un par de empujones decisivos.

El Panathinaikos tuvo la victoria en la mano. Adquirió una ventaja sustancial con un triple de Kasikevicius (60-64), dado que solo quedaban dos minutos. Pero ya no volvió a anotar el equipo griego, lastrado por el desacierto de Batiste, su pívot, que falló hasta tres tiros que pudieron cambiarlo todo. Shved, con una canasta y un tiro libre, y Teodosic, con un triple, ejecutaron al Panathinaikos, que dobló la rodilla con sus errores en ataque.

Obradovic se quejó amargamente a los árbitros por algunas de sus decisiones

El CSKA administró a la perfección los últimos compases e incluso se permitió el lujo de fallar hasta tres tiros libres en los instantes más dramáticos. Obradovic se quejó amargamente a los árbitros por algunas de sus decisiones, luego se aflojó la corbata, le dio la mano a su colega Kazlauskas y dio por concluido su reinado, quien sabe si, como otras tantas veces, solo por un tiempo.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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