El despertar de Márquez
El piloto de Moto2 se impone a sus rivales en una carrera con una refriega en cada curva tras un año sin pretemporada
La rueda trasera derrapaba a la entrada de cada curva. Y eso, solía explicar él el año pasado cuando, decía, aún no le tenía pillado el punto a su nueva moto, era porque no lo tenía todo bajo control todavía. Marc Márquez no ha tenido pretemporada. Ha matado el tiempo este invierno entre el gimnasio, la bicicleta, y las motos de enduro o cross, porque sus problemas de visión no le permitían pisar el asfalto a lomos de su Suter. Sus rivales sumaban kilómetros y kilómetros, probaban sus nuevas monturas, los nuevos neumáticos... Y él seguía en Cervera, o a lo sumo, en el circuito de Alcarràs haciendo motocross. Pero apenas se movía de la provincia de Lleida.
Llegó a Catar falto de rodaje. No era capaz de ponerse a rodar rápido al instante. “Me falta esa chispa”, concedía. Mentira. Aunque él no lo sabía todavía. Lo supo cuando se apagaron los semáforos de Losail, la primera carrera del curso. Entonces, salió el genio, el arte, el talento. Y pudo con todo y con todos. Pudo con una moto que aún no va perfecta - “Hemos estado haciendo aquí nuestra pretemporada”, explicaban en su equipo-, y con unos pilotos duros de roer, como Pol Espargaró o Andrea Iannone, o tan finos como Thomas Luthi. Así, exprimiendo al máximo su Suter, derrapando en cada viraje, aguantando rodillazos, sacando ligeramente el codo, se adjudicó su primera victoria del año. Un triunfo que vale por tres.
Su equipo había estado tratando de convencerle de que no debía tener prisa, de que tras un accidente como el que sufrió en Malasia el octubre pasado y una recuperación tan lenta era preferible pisar sobre suelo firme. Si llegaba a Le Mans, la cuarta carrera de la temporada, con algún punto ya habría hecho más que en 2011, cuando empezó con tres ceros y a punto estuvo de ganar el título en el año de su estreno. Pero es difícil frenar a chicos como Márquez, que en cuanto ven la mínima posibilidad de gloria se lanzan con el corazón a cada curva.
Como este domingo en Catar, cuando logró aguantar junto a un grupo peleón al que llegaron a apuntarse hasta cinco pilotos más: Luthi, Espargaró, Iannone, Rabat y Corsi. El suizo, el hombre de la pole, decidió aguardar lejos de la batalla al principio de la carrera, mientras los dos españoles del equipo de Sito Pons y el siempre incómodo Iannone se alternaban en cabeza y Márquez y Corsi observaban desde un segundo plano. Así se fueron sucediendo las vueltas, puro espectáculo, al tiempo que una curva, el primer giro a la derecha tras la recta de meta, se convertía en juez de la prueba. Allí perdieron segundos maravillosos y algunas posiciones muchos de los favoritos, entre ellos Iannone y Márquez, aunque el error que más penalizó a su infractor fue el de Luthi. Márquez llegó a la última vuelta con el suizo en cabeza, después de haber estado frenándose constantemente en la larga recta de Losail para no tener que llevar el peso de la carrera.
Pasada la línea de meta casi emparejado con Luthi, el pupilo de Alzamora apuró la frenada y tomó la primera curva por el interior tan in extremis que terminó sacando de la trazada a su rival, que no pudo aguantar el envite y se marchó largo, se dio un paseo por el césped y descendió a la quinta posición en la que terminaría la prueba. El resto de curvas, 15, que todavía quedaban por enlazar fueron un martirio para los corazones: Iannone le tomó la delantera un par de giros después de aquella arriesgada maniobra y Márquez se armó de paciencia: esperó hasta la última curva, la de la entrada a la meta, a la izquierda, para emparejarse con él y ganarle la batalla en la recta. Cruzó solo 0,06 segundos antes que Iannone. Suficiente para volver a relamerse con una victoria, la primera. En tercera posición terminó Pol Espargaró, otro de los hombres que optó al triunfo aunque tampoco estuvo su carrera exenta de errores, tan cara como se vendía la victoria.
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