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EL CÓRNER INGLÉS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El árbitro y la mano de Dios

La interpretación selectiva de los hechos define tanto al aficionado de fútbol, como al ideólogo político, como al devoto religioso

Maxi Pereira, expulsado frente al Chelsea
Maxi Pereira, expulsado frente al ChelseaGLYN KIRK (AFP)

“Sólo dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana”. Einstein

El presidente del Benfica, Luis Felipe Vieira, dijo lo siguiente tras la derrota de su equipo contra el Chelsea esta semana en cuartos de final de la Liga de Campeones: “Todo el mundo vio lo que pasó... El arbitraje se ha convertido en un escándalo… Es tan evidente que esto hoy es un negocio y que no se quería que el Benfica pasase...”.

Nadie va a acusar al señor Vieira de originalidad. Podemos estar seguros de que ha habido millones de aficionados de México a Madagascar, de Melbourne a Manchester que han dicho cosas muy similares respecto a las supuestas injusticias sufridas por sus equipos a lo largo de los últimos siete días. En otro contexto, Vieira sería visto, por consenso universal, como un plasta. Pero en el fútbol quejarse de los árbitros nunca pierde su encanto. Tan cautivadora es la indignación del que se siente injustamente tratado que el sentimiento se puede llegar a saborear durante toda una vida.

No hay ni un aficionado del Chelsea al que se la haya pasado por la cabeza que su equipo ganó al Benfica en cuartos de final de la Champions esta semana debido a los favores arbitrales. Pero hay consenso absoluto (y siempre lo habrá en el estadio de Stamford Bridge) de que en 2009 el Barcelona les ganó en semifinales de la misma competición debido al árbitro noruego Tom Heninng Ovrebo, un personaje que a día de hoy sigue recibiendo amenazas de muerte de algunos fans del Chelsea. Lo que no se sabe es si esos mismos individuos le mandan ramos de flores en su cumpleaños al árbitro de la semifinal de la Champions de 2005 por haber regalado a su equipo un gol decisivo contra el Liverpool que no fue gol, que nunca cruzó la línea.

La interpretación selectiva de los hechos define tanto al aficionado de fútbol, como al ideólogo político, como al devoto religioso. Más de media Holanda, por dar un ejemplo entre millones, está convencida de que España ganó la final de la Copa del Mundo en 2010 debido a la parcialidad del árbitro inglés. En serio.

La teoría de la conspiración, suele ser la preferida de los equipos que anteponen los resultados a todo

¿Mantuvieron los holandeses que fueron víctimas de una conspiración? No, pero si el resultado de aquella final hubiera sido diferente, si se hubiese expulsado a, por ejemplo, Carles Puyol, y Holanda hubiese ganado, no duden de que esta hubiera sido la teoría propuesta por un sector importante del opinarato español.

Propongamos otra teoría de por qué los árbitros a veces favorecen a determinados equipos, una que parte de la polémica premisa de que los árbitros son seres humanos también. ¿Será que el árbitro (del latín arbiter, que significa juez) va más allá de los límites que le impone el reglamento y, una vez que pisa el césped, se ven en el papel de un dios? ¿Será que es una persona a la que le gusta el fútbol y que, sin necesariamente ser consciente de ello, favorece —como cualquier espectador neutral— al que claramente juega mejor y merece ganar, como España mereció ganar la Copa del Mundo? ¿Como Argentina mereció ganar a Inglaterra en aquel partido decidido por la mano de Dios de Maradona? ¿O como el Barça mereció batir al Chelsea en aquel partido que pitó Ovrebo, o el Chelsea al Liverpool en la semifinal del gol que nunca fue?

Puede ser, ¿no?, que los procesos cerebrales de los árbitros operen por dos vías. Una, la táctica, digamos, la que calcula la legalidad científica de jugadas específicas; y la otra la estratégica, la que le agrega una dimensión moral contaminante a los juicios del árbitro, la que hace que en la duda —y dudas siempre hay en al menos la mitad de las decisiones que toma— se incline por el equipo que considere el bueno, el más digno de llevarse la victoria.

Será una locura de teoría, quizá. Pero es al menos igual de plausible que aquella que mantiene que las decisiones arbitrales están tomadas de antemano. Si hubiese algo de verdad en lo que proponemos debería de ofrecer una cierta satisfacción a los aficionados de la selección española o del Barcelona. La otra teoría, las más manida, la de la conspiración, suele ser la preferida de los equipos que anteponen los resultados a todo, la de los moralmente mediocres que no apuestan a jugar al fútbol bien.

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