Agua bendita para Alonso
El piloto de Ferrari aprovecha el galimatías causado por una tormenta y un error del mexicano Pérez para apuntarse en el GP de Malasia la primera victoria del curso y colocarse líder del Mundial de F-1
La notoriedad que adquieren las figuras del deporte a lo largo de la historia se calibra a partir de las hazañas que consiguen, muchas veces en inferioridad de condiciones, circunstancia que justifica la fascinación que causan y, en algunos casos, también su salario. Fernando Alonso se ganó ayer el enorme pastizal que anualmente le paga Ferrari y volvió a dar argumentos a los que le consideran el más completo de los pilotos que se miden en el Campeonato del Mundo de fórmula 1.
Al volante de un monoplaza indiscutiblemente más lento que el de la mayoría de sus rivales, Alonso se echó el escudo a cuestas y aprovechó el guirigay que desencadenó la tormenta que llevó el Gran Premio de Malasia a otra dimensión. Después de hacer diana con la estrategia, logró su primera victoria de la temporada, que le sitúa como líder por puntos, una posición tan privilegiada como, en principio, inimaginable. Este triunfo es el 28º en su palmarés, un registro que le permite superar a Jackie Stewart como el quinto corredor que más pruebas ha ganado.
Los deportistas poseen una habilidad tremenda para dejar en evidencia a los que tratan de explicar sus aventuras. Desde que Ferrari hizo rodar por primera vez el F2012 en los ensayos que se efectuaron en Jerez a mediados de febrero, la flojera que ha acompañado al coche cada vez que ha salido a la pista ha hecho disparar todas las alarmas de Maranello, el cuartel general de la Scuderia. Ante tal evidencia, el equipo se ha visto obligado a reconocer que el prototipo madura a cámara lenta y por eso aún resulta más llamativa esta última conquista.
No obstante, el segundo puesto conseguido por Sergio Checo Pérez es otro indicativo del galimatías que se instaló en los garajes de Sepang, uno de los circuitos talismanes de Alonso, el empleado más ilustre de Ferrari, que logró en él su primer podio y su primera pole, con Renault, en 2003. Lewis Hamilton volvió a salir el primero y a terminar el tercero, como el domingo pasado en Australia, aunque lo celebrara esta vez, en lugar de lamentarlo, consciente del riesgo que había corrido y que, por otro lado, se cebó con Jenson Button (14º) y Sebastian Vettel (11º).
Los caprichos del clima malayo se aliaron con la marca de Il Cavallino Rampante, que recibió la lluvia como si fuera agua bendita, un impulso inmejorable para afrontar el gigantesco reto que se ha propuesto a corto plazo: recuperar un título que no conquista desde hace ya cinco años.
El temporal anuló la flojera del F2012 para gozo de Alonso y su tropa, que le guió desde el muro a través del tráfico hasta colocarle al frente del pelotón (16ª vuelta). Y todo tras una neutralización de tres cuartos de hora, con toda la carrera por delante y con el Sauber de Pérez a poco más de cuatro segundos, un margen que llegó a superar los siete tras pasar por los talleres (42ª vuelta). En ese instante comenzaron las gomas blandas del bólido rojo a deshacerse y las del blanco, la especificación más dura, permitieron al mexicano recortar esa distancia a toda pastilla en una demostración más del paso adelante que deben dar los ingenieros del constructor italiano si pretenden ofrecer al español una herramienta acorde con su talento.
En solo ocho giros, el protegido de Carlos Slim se subió a la chepa de Alonso circulando hasta dos segundos por vuelta más rápido que él. Todo un contraste: el presupuesto de la compañía suiza no llega a los 75 millones de euros mientras que el de Ferrari supera los 240. Con la mirilla de Checo en el cogote, el ovetense se conjuró para frenarle o, al menos, intentarlo, una misión prácticamente imposible que acabó por concretarse, sin el más mínimo esfuerzo, de nuevo gracias al agua y a la presión que le sobrevino a Pérez. Al abordar una horquilla, este se fue tan largo que pisó el piano, su coche se meneó y le mandó al pasto, una pifia que enterró sus posibilidades de alcanzar su primera victoria en la F-1 y, a la vez, permitió que Alonso cruzara la meta con los mismos triunfos que acumuló en todo el curso pasado pese a conducir un bólido menos competitivo que entonces, toda una paradoja.
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