La burbuja Ibrahimovic
El ariete, crítico con su técnico, vuelve a Barcelona, de donde salió de malas maneras
A Zlatan Ibrahimovic (Suecia; 1981) no hay quien le levante la voz, replique o tosa. Siempre fue así, como reconocen sus amigos del barrio multiétnico y conflictivo de Rosengard (Malmoe) donde se crió. Lo tomas o lo dejas. Acción, reacción. Bufido, mamporro. El Milan, necesitado de un delantero universal, capaz de desfigurar las rocosas defensas del calcio y de descomponer las zagas europeas, tiene en Zlatan al ariete referencial, al epicentro avanzado de su fútbol. Lo toma. El Barça, guiado por Xavi, achispado por Iniesta y capitalizado por Messi, lo dejó sin rubor, por más que fuera el fichaje más caro de su historia (66, millones, desglosados en 43,5 del traspaso más los 20 en que se valoró a Eto’o y la cesión de Hleb). Ahora, ambos equipos se miden en cuartos, con la vuelta en el Camp Nou, que lo aguarda con ganas porque lo recibió con los brazos abiertos y lo despidió con un puntapié en el trasero, ofendido por tildar de filósofo a Guardiola y enmarañar el ambiente. “Messi, Iniesta y Xavi eran como estudiantes que iban a la escuela a obedecer sin protestar”, subrayó en su autobiografía.
La trascendencia de Ibra en el Milan es tan expresiva que los capítulos de estos dos cursos lo aclaran. Sancionado en tres ocasiones por puñetazos o bofetadas a destiempo —tres partidos a cada ocasión—, desde el club solo le dieron una advertencia. Tampoco pasó de regañina cuando, públicamente, criticó al técnico Allegri en la ronda anterior de la Champions en el Emirates, feudo del Arsenal (3-0), después de ganar en San Siro 4-0. “El equipo ha sido demasiado prudente”, señaló, al tiempo que reconocía sentirse “fuera de lugar” con el sistema de tres puntas. “Se puede perder de muchas maneras, pero esto es inaceptable. Somos el Milán”.
La respuesta se la dio el vicepresidente Adriano Galliani: “Le prefiero enojado; cuando no se siente mal con lo ocurrido, pierde combatividad”. Solo Gattuso, alma del equipo —ausente en los últimos tiempos por un problema ocular ya superado— le llamó al orden, más como amigo y consejero que como líder.
La presencia de Ibra no solo garantiza puntualidad en el remate, sino que condiciona el estilo del Milan
Tan polémico como genial, Ibrahimovic se atreve con todo y con todos. “Si tienes algún problema, me lo dices a la cara. Hablas mucho en la televisión, pero yo hago mi juego y si no te gusta, no me mires”, le dijo a Arrigo Sacchi hace un par de meses, cuando el extécnico aseguró que el ariete había cazado un balón y marcado gol gracias a su 47 de pie. La noticia de su descaro, en cualquier caso, no es novedosa; lo es, sin embargo, que casi siempre sale airoso de sus duelos particulares, hasta el punto de que nadie duda de que se encuentra en su mejor momento y a cada jornada ofrece un recital espectacular de fútbol de salón: suma 26 goles en todas las competiciones. Entonces, como a él le gusta, como ya hacía en el Barça, en el Inter, en la Juve, en el Ajax, en el Malmoe y el Balkan, abre los brazos y espera a que los compañeros se abalancen sobre él, se le cuelguen, literalmente, dada su estatura (1,95 metros).
La presencia de Ibra no solo garantiza puntualidad en el remate, sino que condiciona el estilo del Milan. El sueco valida el pase directo porque anestesia los balones para dar salida a las llegadas desde la segunda línea, tan fructíferas con Emanuelson, Boateng y Nocerino. Algo a lo que parece haberle pillado el truco, divertido con el pase imposible, lejos de recibir esas críticas de individualista y que se quedaron en el camino desde que jugó en el Barça. De sus arrastres, pases, huecos y prolongaciones se aprovecha Robinho, el escudero en el ataque, toda vez que Cassano sigue de baja por su problema cardíaco y Pato no acaba de encontrar su fútbol.
La pausa del Milan la ponen Ambrosini o Seedorf (ahora entre algodones como Boateng, Maxi López, Nesta, Flamini y Gattuso, entre otros), pero muchos echan de menos el timón de Pirlo, ahora en la Juve, el pase vertical y definitivo en la zona concluyente. No elabora demasiado el juego el equipo italiano, sobre todo porque desde la defensa, más allá de Thiago Silva, no se trata de rasear el cuero. De nuevo, emerge la figura de Ibra, el desatascador para las dos áreas, receptor de todos los balones, auxilio y definición.
Enfrentados ya en la liguilla —tablas en el campo azulgrana (2-2) y victoria del Barça en San Siro (2-3)—, Zlatan no acudió al Camp Nou por unas molestias musculares que los más suspicaces entendieron como simuladas. También será el reencuentro con Maxi López, Zambrotta y Van Bommel (que se perderá la ida por sanción). Pero ahora, Ibra, con perilla de mosquetero, coleta en la cabellera y sempiterna sonrisa provocadora, está como nunca, cobijado en su burbuja de Milanello. Y atiende con ganas al Barça, el único club donde no destacó, lejos de ser la referencia del juego y a la sombra de Messi.
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