Con Adrián, a cualquier parte
El delantero rompe a un Lazio (1-3) sin imaginación e impulsa al equipo rojiblanco a los octavos
Pragmático y eficiente, este Atlético no discute el estilo sino los triunfos. Una teoría que le va a la medida porque no se entretiene en cavilaciones ni plasticidades, porque no desfallece y porque atiende al marco rival en contadas ocasiones para ponerle el lazo cuando conviene. Así se lo aclaró al Lazio, demasiado endeble en la zaga y poco ingenioso en el ataque, rival de plastilina. Terreno de barbecho para Adrián, que se puso las botas en el Olímpico –un gol y una asistencia- y catapultó al Atlético hacia los octavos de final de la Liga Europa, siempre y cuando no sufra un descalabro en el Calderón.
- LAZIO, 1; ATLÉTICO, 3
- Lazio: Marchetti; Konko, Diakité, Biava (Stankevicius, m. 46), Zauri; Ledesma (Zampa, m. 84), Matuzalem; González (Kozak, m. 54), Hernanes, Candreva; y Klose. No utilizados: Bizarri; André Dias, Lulic y Rozzi.
- Atlético: Courtois; Juanfran (Salvio, m. 82), Miranda, Godín, Filipe; Mario, Gabi; Adrián (Perea, m. 66), Diego (Arda Turan, m. 72), Koke; y Falcao. No utilizados: Asenjo; Domínguez, Assunção y Pizzi.
- Goles: 1-0. M. 19. Klose coge un rechazo tras un mal despeje de Courtois. 1-1. M. 24. Adrián aprovecha un pase de Falcao de cabeza en el interior del área chica. 1-2. M. 36. Falcao empuja un pase de Diego. 1-3. M. 62. Falcao aprovecha una asistencia de Adrián.
- Árbitro: Kralovec (República Checa). Mostró la cartulina amarilla a Mario, Juanfran.
- Estadio Olímpico. 45.000 espectadores.
Recibido como uno de los suyos porque en el Lazio acentuó su carácter combativo y triunfal -logró el doblete en el 2000-, Simeone les hizo a los hinchas laziales una jugarreta de las gordas; les anuló y casi descabalgó de la competición. Precisamente porque ha contagiado al Atlético las mismas argucias que desplegaba sobre el césped. No hay nada más importante que coser la portería, por lo que exige una entrega sin igual en la transición defensiva. No atiende al carné de identidad, sino a la capacidad pulmonar. Y siempre reclama que su equipo juegue con las líneas juntas para resultar un equipo avaro en cuanto a las concesiones y huecos donde filtrar los pases interiores. Ha creado un muro difícil de traspasar, hasta el punto de que el equipo contaba seis encuentros imbatido. Algo, en cualquier caso, a lo que no le prestó atención el Lazio, de corte similar al rival, pero con una dinamita en la avanzadilla que resiste pocas comparaciones: Klose.
El ariete alemán juega con el contrario y parece por momentos desentenderse del duelo. No es así. Lo que hace es seleccionar cuándo correr, cuándo desfondarse, cuándo meter el crouché definitivo. Y lo hace a las mil maravillas, siempre puntual a su cita con el gol. Ya lo sabe Godín, en las musarañas tras el disparo de Candreva desde la frontal, y ya lo sabe Courtois, horrible en el despeje hasta el punto de que cuando se quiso corregir, Klose ya le había hecho el agujero. Era el primer disparo del Lazio, el primer gol. Panorama idílico para la tacañería. Pero Adrián desbroza lo que se le ponga delante, sobre todo cuando se mueve a sus anchas. Lo festejó el Atlético.
Simeone siempre reclama a los suyos que jueguen con las líneas muy juntas
Asentado ya el once de Simeone, más que nada para encontrar rápido los automatismos, el equipo no parece notar de momento desgaste alguno, por más que lo jueguen todo a un ritmo diablesco, siempre al límite. En el Olímpico solo se cayó de la alineación Turan, en perenne sospecha porque se le atribuye más calidad que trabajo. Le reemplazó Koke, anónimo en el duelo, más allá de un pase extraordinario al levantar la persiana al partido, mal rematado por Falcao. Pero es que pillarle al contragolpe al Lazio es tarea difícil porque la zaga le da sombra al portero y porque es el recurso habitual del calcio, por más que algún equipo trate de mimar el balón, de atacar con la posesión. No contaba el equipo italiano, sin embargo, con el 7.
Con Adrián, a cualquier parte. Eso debe pensar el técnico y el resto del equipo de un jugador que es un tesoro. Su ejercicio ante el Lazio fue impecable, generoso en el esfuerzo, sensacional en los desmarques –bien de apoyo; bien al hueco- y definitivo en el área. Tanto le da que su equipo juegue al contragolpe o que ataque a bocados, comiéndose el césped como jugadores de rugby. Su capacidad para ganarse la parcela, para anestesiar al contrario y generarse oportunidades resultó capital, hasta el punto de que dejó boquiabierta a la zaga del Lazio, más acostumbrada a la batalla con el cuerpo que con la cadera. Así, tras un centro de Juanfran, Falcao puso la cabeza y asistió a Adrián, que se cobró el espacio y remató a gol de primeras. Una anguila. En el segundo, se movió, arrastró y generó el hueco a Falcao, que atendió al pase de Diego y le bastó con empujarla. Un vidente. Y en el tercero, después de tirar el desmarque y recibir en la línea de fondo, le cedió el cuero a Falcao, que suma sin detención los goles -17 el año anterior (récord histórico) y cinco en esta- en Europa. Dos estiletes.
Poco se supo de Hernanes, el trampolín del Lazio, asfixiado y con el aliento del rival en el cogote, sin tiempo para la imaginación. No era su noche ni la del equipo italiano. Era la de Adrián, que dejó claro que no hay rival grande ni competición pequeña para su esfuerzo, desmarque y puntería.
“Emociona verlos”
Voló el águila por el Olímpico hasta aterrizar en el escudo del Lazio, en el centro del campo. El ambiente, por entonces, con el partido sin empezar, era una fiesta, sin insultos entre aficiones, sin las cinco bengalas que sacaron por cada bando, todo cánticos y algarabía. Era el momento de Diego Simeone, entrenador del Atlético que por dos veces en dos semanas admitió que tarde o temprano le gustaría entrenar al equipo lazial, que estaba seguro que algún día así sería, pero que ahora lo importante era el Atlético. Adorado por la hinchada del Lazio, recibió una placa con su nombre, al tiempo que le colgaron la bufanda del equipo italiano. Un gesto de lo más inusual. Después, como si nada, se acercó a la curva norte y saludó. "Lo que he vivido no lo olvidaré nunca, me he quedado sin palabras", respondió Simeone; "he sentido vergüenza porque son dos escuadras que quiero mucho. Entrenaba a mi Atlético contra mi Lazio". Ganó su Atlético.
Para Simeone, que aseguró no fiarse del resultado, el orgullo era más por lo hecho que por lo conseguido. “Es el estilo”, remarcó orgulloso; “emociona verlos por cómo interpretan los partidos en cualquier campo. Los artífices son los delanteros, Adrián, Diego, Falcao, Koke… todos corren. Y si entran nuevos en el equipo no se nota y se sigue con el mismo ritmo. Eso es saludable para el futuro. Se dan cuenta de que pueden”. Recogió la palabra Falcao, doblemente goleador: “Podemos, sí. Pero hay que ir despacio”. Y Adrián, definitivo, amplió: “Todo lo que hagamos será porque el equipo va a una”. Como exige Simeone.
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