Terry y el tormentoso brazalete inglés
La FA comunica que el jugador del Chelsea, envuelto en un caso de racismo, pierde por segunda vez la capitanía de la selección
No es la primera vez que pierde el brazalete de la selección John Terry, central del Chelsea tan eficiente sobre el césped como polémico y desnortado fuera de él. La Federación de Fútbol inglesa (FA) decidió arrebatarle esta mañana la capitanía de los pross por los supuestos insultos racistas proferidos a Anton Ferdinand, del QPR, en un duelo de la Premier del mes de octubre. "Como el juicio final será después de la Eurocopa [1 de julio, cuando deberá reclamara de nuevo ante el juzgado], la FA ha decidido en consenso quitar todas las responsabilidades de capitanía a John [Terry]", asegura el comunicado oficial; "pero ello no le excluye de ser seleccionable siempre que así lo considere Fabio Capello". Al jugador le ha sentado tan mal esta decisión que se plantea no volver a jugar con Inglaterra. Y, el hermano del ofendido, Rio Ferdinand ya ha anunciado que no quiere ocupar el lugar de Terry en la selección.
El extenso palmarés tanto a nivel colectivo como individual de Terry solo es comparable a sus deslices lejos del balón. Marcado por un resbalón desde los 11 metros que le costó al Chelsea la Champions League de 2008, su currículo es envidiable, hasta el punto de que tiene cuatro Ligas y tres FA Cup, además de ser escogido como el mejor defensa de la UEFA (2005 y 2008), incluido en el equipo estelar del Mundial 2006, y varias veces representante del equipo ideal europeo y de la Premier. Pero sus escándalos, por reiterativos, le han conferido ya una aureola de futbolista conflictivo e irremediable. Por eso ha perdido dos veces el brazalete de la selección.
Formado en la prolífica cantera del Aston Villa, el zaguero se incorporó a la academia del Chelsea a los 14 años, cuando todavía actuaba de mediocentro. Aunque debutara con el primer equipo blue en 1998, no se asentó como titular hasta 2001. Justo cuando comenzaron sus escarceos con la ley, cuando insultó a unos turistas norteamericanos en un bar del aeropuerto de Heathrow (Londres) por lo que le congelaron el sueldo dos semanas. Al año siguiente, se metió en una pelea en un bar londinense que acabó con un guarda herido de gravedad. Finalmente, fue absuelto y salió de los juzgados llorando. "Es un estandarte y un ejemplo de nuestro club", decía por entonces el club en un comunicado oficial, al tiempo que la sociedad británica veía los altercados como algo exagerado por la prensa. Pero Terry no cambió y en 2005 intentó seducir a una mujer de 17 años, en 2008 le pusieron una multa de 70 euros por aparcar en una plaza para discapacitados, en 2009 cobró 12.000 euros por hacer de guía en el Chelsea sin consentimiento del club y en 2011 vendió sus abonos de Wembley por 5.000 euros por partido.
Su imagen, tan desmejorada como dañada, todavía se vio rasgada en 2010, cuando se desveló públicamente un lío de faldas con Vanessa Perroncel, la entonces mujer de su excompañero de equipo Wayne Bridge. El escándalo conllevó la ácida reprimenda de la sociedad inglesa y la sustracción del brazalete de la selección, decisión tomada por el propio Fabio Capello. El castigo le duró 13 meses. Pero líder en el campo, capataz como pocos, el entrenador italiano decidió levantarle la punición. Hasta hoy, cuando la cúpula de la FA -que también habló con el propio Capello y con el jugador- tomó la decisión de arrebatárselo de nuevo. Terry sigue haciendo gala al mote de capitán terrible que le pusieron los ácidos tabloides británicos.
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