El Liverpool ya está maduro
El equipo de Dalglish empata con el Manchester City (1-1) después de vencer la semana anterior al Chelsea
Al Liverpool la Premier le resulta hoy en día demasiado larga, sobre todo porque le falta profundidad de armario y porque llega de unos años de flaqueza, con más debilidades que otra cosa, crisis de identidad. Pero es un equipo maduro, con galones y futbolistas efervescentes, que puede poner en entredicho a cualquiera, incluso a los más grandes, como el Chelsea, al que batió el fin de semana anterior, y al Manchester City, el líder al que le empató y no le hizo más daño de milagro, el que realizó Hart con las paradas a última hora. Duelo intenso en Anfield donde se enfrentaron dos estilos de juego, el fútbol de toda la vida de Inglaterra y el de la nueva generación, el que corresponde a los quilates y el que se impone con un goteo incesante. Se quedó en tablas, que no en agua de borrajas.
LIVERPOOL, 1-MANCHESTER CITY, 1
Liverpool: Reina; Johnson, Skrtel, Agger, José Enrique; Adam, Lucas; Henderson, Kuyt (Carroll, m. 84), Downing; y Luis Suárez. No utilizados: Coates, Maxi, Kelly, Carragher, Spearing y Doni.
Manchester City: Hart; Richards, Lescott, Kompany, Clichy; Barry, Touré; Milner, Silva (K. Touré, m. 90), Nasri (Balotelli, m. 65); y Agüero (Dzeko, m. 82). No utilizados: Pantilimon; Zabaleta, De Jong y Johnson.
Goles: 1-0. M. 30. Kompany, a la salida de un córner. 1-1. M. 32. Lescott, en propia puerta.
Árbitro: Martin Atkinson. Mostró la cartulina amarilla a Kompany, Barry, Carroll. Doble cartulina a Balotelli (m. 82).
Anfield. 45.000 espectadores.
Pertinaz, fiel a la tradición y resistente al cambio, el Liverpool destila un juego clásico, vertical, sin demasiada elaboración, un tanto primario, pero sin perder de vista la profundidad, el área rival y, sobre todo, la intensidad en cualquier parcela del césped, hasta el punto de que se dan duelos por doquier. Chispas sin parar, como en una fábrica de los astilleros de Albert Dock en sus buenos tiempos. Cuajan con la propuesta futbolistas como Skrtel, Adam, Kuyt y Luis Suárez, que no dan balón por perdido, que entienden el fútbol como una confrontación física coloreada de detalles técnicos. Una propuesta que ensalza Dalglish, también de la vieja escuela, ídolo como pocos de The Kop: músculo, vértigo y remate, además de una defensa generosa y armoniosa, quizá el peor quebradero para el Manchester City, que tiene tanta calidad como registros, pero que se define por el toque en los metros concluyentes.
Para el Liverpool el repliegue es innegociable, donde solo puede escaquearse Luis Suárez. El resto, solidarios y exigidos todos, deben formar en dos líneas, una de cinco -porque Leiva se metía entre los centrales para evitar el juego interior- y otra de cuatro, agarradas de la mano, en apenas 10 metros. Una tortura para los citizens, que entrañan en su juego una gran paradoja solo explicada en la figura del técnico. Resulta que a Mancini le entusiasma el contragolpe, un tanto tacaño en su apuesta, cómodo con el abrigo al portero. Pero los jugadores que tiene en nómina, fichados y retenidos a golpe de talonario, son tan buenos que se expresan a través del pase, con el toque por bandera. Por eso es el equipo de la Premier que más goles ha marcado con el pase de la muerte. Así, la contradicción se da en que al Manchester City le da igual no tener el balón durante largas fases del encuentro (como le ocurrió ante el Liverpool), pero que cuando lo atrapa, prefiere mezclar hasta el final. Por un lado, lo amasa ante los débiles; por el otro, no le interesa una pelea de gallitos ante los fuertes y, acorde al gusto del entrenador, se pronuncia con el contraataque. Algo que no le funciona y que chirría, entre otras cosas porque Nasri, Silva y Touré son protagonistas secundarios, todo un dolor de muelas. El otro, es Balotelli.
Con una pegada terrible, el Manchester City logró su gol a la salida de un córner, cuando Kompany llegó puntual para cruzar el balón con un testarazo. La réplica, inmediata, a los dos minutos, la dio el Liverpool, con un disparo de Adam que rebotó en Lescott y que descolocó por completo a Hart. Dos chuts, porteros que no jugaban, y el equilibrio de las apuestas y el fútbol de nuevo. Sin más argumentos, cerrado el equipo de Anfield y sin capacidad el City para desarbolar al rival, el encuentro solo se rompió cuando quiso Balotelli. Futbolista de un talento exquisito, al italiano se le pilla con un cigarro en la boca, con una copa de más o con un balón entre los pies. Cualquier cosa es posible en este díscolo delantero, terrorífico en el remate, sensacional en la definición. Pero le pierden las formas y su temperamento, explosivo, en combustión a la mínima. Salió de suplente ante el Liverpool y 16 minutos después, se marchó al vestuario, con una doble cartulina amarilla porque sacó a pasear su codo cuando no debía. Dalglish, entonces, quiso reforzar el fútbol arraigado y británico, con un delantero más para tirar balones largos; y Mancini no se lo pensó, al situar a tres centrales.
Fueron minutos de descontrol, con el Liverpool más atrevido, en campo adverso. Pero Hart, un portero que esta de dulce, sacó manos donde la vista ni siquiera llegaba. Borró a Luis Suárez, amargó a Adam, desdibujó a Carroll y silenció Anfield. Un recital de estiradas que bien valieron un empate. Empató el City, pero el Liverpool demostró que es algo más que un rival, que nadie puede subestimarlo.
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